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El Círculo Cultural Valdediós está vivo

26 de Junio del 2009 - Martín Caicoya (Oviedo)

Somos polvo de estrellas. No es una figura poética. Estamos hechos de las partes infinitesimales que antes estuvieron en otras cosas, en otros seres. Es necesario morir para que otros vivan. Disolverse en el cosmos antes de resucitar en lo otro, en los otros. Morir es duro, mas no poder vivir si todo muere es más duro quizá. Quién sabe si estas eran las palabra que rondaban la mente de la expresidenta del Círculo Cultural de Valdediós cuando pedía desde estas páginas su disolución. Porque sobrevivir a la ausencia de algo fundamental es difícil y fundamental fue para el nacimiento del Círculo el establecimiento, después de de tantos años de ausencia, del Císter en el monasterio. La expresidenta pide que unamos nuestra suerte a la de ellos. Mueren las células para que viva el cuerpo, mueren los individuos para que viva la especie. Los hindúes adoran la muerte en el dios Shiva, porque saben que, aunque indeseable, es necesaria. Y muchos son los que se inmolan cuando algo les falta, cuando ya no pueden. ¿Debe el Círculo hacer su harakiri? Su muerte, su disolución sería testimonial, una ofrenda.

No, en la junta directiva no creemos necesaria la disolución del Círculo. Nadie se beneficiará de su muerte, ni siquiera la ya extinta comunidad Císter. Y muchos perderán con ello. El Circulo está vivo, respondiendo ampliamente a las inquietudes de la sociedad y de los socios de forma totalmente voluntaria y a pesar de dificultades económicas por las que ahora atravesamos, golpeados también por la crisis. Como organización laica, enraizada en una continuidad espiritual-religiosa, somos un foco, por modesto que sea, de cultura, contribuimos, con la ayuda de nuestros patrocinadores, a estimular el pensamiento crítico, a mejorar nuestra percepción del mundo y de los otros, apoyamos, en la medida de nuestras posibilidades, las ciencias, las artes y las letras. No somos imprescindibles, pero somos necesarios y nuestra muerte, nuestra disolución, no lo es. La marcha del Císter nos obliga a renovarnos porque ahora algo nos falta. Sufrimos su ausencia. Pero no debemos quedarnos en el lamento: debemos aprovechar esta crisis para renovarnos, pare repensarnos, para encontrar nuestro sitio en esta sociedad cambiante.

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