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Profesores de Religión, trabajadores de segunda

17 de Abril del 2015 - Juan José García Fernández (Oviedo)

En este país nuestro en el que apenas se lee, pero se opina como si se hubiera leído, todavía hay quien piensa que la nueva ley educativa (LOMCE) beneficia a la enseñanza de la Religión en la escuela, sin duda influido por medios, tertulianos y políticos de turno, que practican el laicismo anticatólico como fácil recurso de esnobismo progre.

Pero lo cierto es que la LOMCE supone una agresión sin precedentes a la asignatura de Religión. Para prueba, la del nueve, no encontrará usted ni un solo profesor de Religión que, viendo en lo que se ha traducido todo, no prefiera mil veces seguir como se estaba. Todo un esperpento, la LOMCE ha conseguido hacer buena a la LOE, aun con sus graves deficiencias.

Sirva como ejemplo que en Educación Primaria las horas de esta asignatura son hoy la mitad o un tercio menos de las que había o que incluso en Bachillerato se plantea su eliminación. Ver estos días a la consejera de Educación argumentando que pasar de una hora a cero horas semanales de Religión en segundo de Bachillerato es una mera reducción horaria es más que bochornoso.

Sin duda, todos los asturianos, también aquellos que no son afines a sus ideas pero para los que también gobiernan, merecen un mayor respeto y el debido cumplimiento de las leyes vigentes por parte de sus dirigentes. En las funciones de todo Gobierno está, en su caso, cambiar o proponer nuevas leyes, pero no plantear normativas que van en contra de lo legalmente establecido o que tratan de retorcerlo para hacer decir lo que no dicen. Quien así gobierna no hace otra cosa que prevaricar, no cree en la democracia.

Pero dejando a un lado las mil aristas de un asunto tan exageradamente enconado como el de la enseñanza religiosa escolar, quisiera llamar la atención sobre la difícil situación por la que pasan hoy los profesores de Religión de Educación Primaria y, en particular, su negro futuro, con el agravante de que dada su condición se les niega la mínima sensibilidad social que partidos y sindicatos mantienen con cualquier otro colectivo.

De partida, ya para el próximo curso escolar al menos 14 profesores de Religión de Primaria se irán directamente al paro y a otros 48 se les reducirá el contrato a media jornada, algo que en un colectivo que ronda los 150 trabajadores supone lo que supone, casi un ERE encubierto. A nadie se le escapan las consecuencias sociales, familiares y personales que conlleva tal situación, que, además, por ser el "lugar de trabajo" el criterio utilizado para decidir a quién afecta, da lugar a agravios comparativos de primer orden por no fundamentarse en criterios de mérito y capacidad.

Y para los de Religión, ni agua. Todas las medidas que se han propuesto para tratar de amortiguar este daño en los trabajadores y atemperar los efectos de una manera progresiva, por ejemplo con las jubilaciones ya próximas de un buen número de ellos, han tenido una respuesta negativa por parte de la Consejería de Educación. Algo incomprensible por cuanto supone mucho menos que para otros colectivos con los que sí se pactan medidas, y que lo hace, cuanto menos, éticamente denunciable.

Es más, ni siquiera desde la Consejería se ha accedido al menos a abrir un concurso entre los profesores para asignar las plazas vacantes generadas por jubilación en los últimos años, medida que podría ayudar a ordenar algo la situación y darle cierta validez legal a este orden. Pero no, de nuevo el despropósito y la invitación consiguiente a cada profesor para que recurra legalmente su situación, lo que dará pie, sin ninguna duda, a un aluvión de demandas a la Administración. En definitiva, sectarismo e incompetencia a partes iguales.

Por lo demás, hablamos de profesores reconocidos y valorados en los colegios donde ejercen su labor. Los padres saben quiénes son y lo que hacen y cómo se ocupan de sus niños, siendo ello garantía para renovar cada curso su deseo de que cursen Religión. Y es que mientras algunos siguen batallando contra una clase de Religión inexistente que sólo pervive en sus prejuicios, el mundo de lo real nos muestra a unos padres que eligen Religión sencillamente porque lo ven bueno para sus hijos.

Y debe citarse, por especialmente dolorosa, la postura de algunas organizaciones sindicales, que los tacha de "catequistas", en su particular código parece que algo despreciable, "que pagamos con nuestros impuestos", pues, como se sabe, los católicos de este país y los padres de los dos de cada tres niños que en la escuela eligen Religión no los pagan.

Por una parte, niegan su formación y titulación, dado que un requisito indispensable para ser profesor de Religión en un colegio público es, en primer lugar, haber cursado la carrera de Magisterio. Por otra, siguen sin entender que una cosa es conocer el hecho religioso en general y el cristiano en particular, propio de la formación escolar, y otra la educación en la fe, propia de la catequesis.

Precisamente muchos de estos profesores, que además son catequistas en sus parroquias, son un claro ejemplo de la diferencia entre estos dos ámbitos. En la escuela cuentan, por ejemplo, con niños cuyos padres no son creyentes, pero que desean que sus hijos tengan una formación completa en la que sepan de todo, también de Religión, como un elemento presente en nuestra historia, mundo y cultura. En la parroquia preparan a los niños para crecer en la fe y la participación eclesial, aprenden a rezar, a guiarse en la vida de la mano de Dios, a compartir la fe...

Pero esta incapacidad para distinguir algo tan elemental como conocer una Religión y profesar una fe es propia del "homo hispánicus laiciensis", cuando en la práctica totalidad de los países europeos se cursa Religión en las escuelas con plena normalidad. En la misma Finlandia, por ejemplo, número 1 en el "Informe PISA", llega a ser incluso obligatoria.

Pero volviendo a lo que nos ocupa, no se entiende el desprecio que estas organizaciones sindicales, a las que se les supone cierta sensibilidad social, mantienen hacia lo que no dejan de ser unos trabajadores que se enfrentan a un incierto futuro, que también tienen familias a las que sacar adelante e hipotecas que pagar, y que colaboran honestamente en sus centros. Hay incluso quienes les hacen el vacío en sus centros, gracias a Dios los menos, con sus letanías de siempre, mostrando una tremenda mediocridad humana y haciendo que uno se pregunte en manos de quiénes tenemos la educación de nuestros niños y niñas.

Por último, no puedo menos que pedir a nuestro presidente asturiano que intervenga para facilitar un trato digno a estos profesionales y evitar que los vaivenes legislativos se ensañen finalmente con quienes han colaborado fielmente para bien de la escuela. A nuestro Arzobispo asturiano, que los llamó para el cargo, que haga todo lo posible por remediar que queden en una intemperie no merecida. A los partidos políticos que se presentan en las próximas elecciones, y que tendrán finalmente que lidiar con este asunto, a que planteen medidas que tengan en cuenta a estos trabajadores, sin menosprecio hacia su condición en razón de su fe, creencia o ideología.

Y, finalmente, a estos profesores que ven amenazado su futuro, a defender sus contratos en los tribunales, y en caso de que, ante la incertidumbre, estén hoy preparando las próximas oposiciones, no puedo más que desearles mucha suerte, para bien de nuestra escuela.

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