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De lo sublime a lo excelso

29 de Abril del 2016 - Rafael Gutiérrez Amaro (Granada)

A través de José Luis Martín Descalzo, he encontrado una joya vivencial, humana y espiritual y la he tratado con cuidadoso esmero, delicadamente, con finura; para lograr hacer de ella: una filigrana de arte, un testimonio, un mensaje, un fuego, una luz y esto, paciente y amorosamente, he conseguido; y yo humildemente, calladamente, hoy y ahora, se lo ofrezco:

Por qué amas tanto a San Francisco le preguntaron. y respondió:

Lo amo porque su alma, a fuerza de amar, ha vencido a la realidad.

San Francisco había encontrado el secreto:

Había transformado: el hambre, el frío, la enfermedad, el desprecio, la injusticia y la fealdad, en un sueño tangible, alborozado y feliz; y más verdadero que la misma verdad.

Para San Francisco, la "piedra filosofal" no era algo inaccesible, algo fuera del alcance del hombre:

Para San Francisco la piedra filosofal era su propio corazón.

Así, por este místico milagro, es como él:

Sometió la realidad, libero al hombre de la fatalidad y transformo en él toda carne en espíritu.

En la vida hay, efectivamente, dos realidades: superpuestas y yuxtapuestas:

Hay dos realidades: una efímera y otra eterna.

Y la mayor parte de los humanos sólo ven la más superficial.

Acercaos a un hospital.

Entrad en una sala con cinco enfermos afectados de la misma dolencia. Seguramente encontraréis:

A tres de ellos acorralados por su propia enfermedad.

A uno, resignado a ella.

A otro, sereno y quizá radiante.

o ¿Cómo? A fuerza de alma.

O preguntaos por qué dos oficinistas, con el mismo sueldo:

Uno vive feliz y sin apuros.

Y al otro no le llega la respiración al cuello.

Y es que, la piedra filosofal existe. No es un sueño romántico.

¿Que cómo es? Cada uno debe encontrar la suya propia.

Podrían servir algunos de estos consejos:

El primero y el más importante es tener un gran ideal.

Tener fe en el futuro y confianza en la vida.

Asumir cada día los problemas de hoy; y no ponernos, anticipadamente, a sufrir por los que podrían, tal vez, llegar.

Decidirnos a vivir pensando mucho más en lo positivo y bueno que tenemos que en las zonas negras.

Creer firmemente en el prójimo; y preferir ser engañado una vez por él a pasarnos toda la vida desconfiando de todos.

Dedicarse más a los problemas del prójimo que a los propios.

Amar sin preguntarse si nos lo agradecerán.

o A la larga, incluso en este mundo, el amor acaba funcionando.

Colgar cada noche en el perchero las preocupaciones del día.

Sonreír, aunque no se tengan ganas.

o Sonreír, sobre todo, si un día se debe decir algo amargo.

Aprender de los niños, aprender de la gente sencilla, aprender de los humildes, aprender de los santos.

Dar tiempo al tiempo, pacientemente, sabiendo que las personas como las frutas maduran lentamente.

No ser demasiado ambiciosos.

Querer pocas y buenas cosas y quererlas apasionadamente.

Y ambicionar siempre y por encima de todo:

o El bien, la verdad, la paz, la armonía, la sencillez

Recordar muchas veces al día que tenemos espíritu y alma; y alimentarla, al menos, como alimentamos el cuerpo.

Hacer, si se puede, un trabajo que amemos, que nos haga felices:

o O si no, al menos, amar lo que tenemos que hacer.

Descubrir que casi siempre los disgustos que nos llevamos son mayores que los motivos que los causaron.

Tener objetivos y metas importantes: Luchar por ellos.

o Cuando nos cansemos: ¡Seguir luchando!

o Y seguir de nuevo cuando nos cansemos de seguir.

Descubrir que es Dios el que nos hará felices, porque Él y no otro es esa piedra filosofal.

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