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"Un libro por delante"

28 de Abril del 2016 - Agustín Hevia Ballina

Escribir libros es como un oficio que ha venido cultivando sin interrupción mi amigo Albino Suárez, poeta, historiador y escritor en prosa y verso nítidos, trasparentes y claros como el agua. Albino sabe lo que es el flujo acariciador de la palabra, que, a impulsos de la pluma, es portadora de mensajes y cauce de pensamiento.

Albino sabe ser fiel a los amigos y se alegra cuando buscan dar acogida a su pensamiento, a sus ideas y a sus sentimientos. Si una cosa he de resaltar en este amigo, con quien tan fácilmente he sintonizado, es su lealtad y su bonhomía. Ha sabido compaginar dos menesteres bien distantes: el manejo de la pluma y la asiduidad al tajo de la mina.

Hace un tiempo –como si hubiera sido ayer– escribí de él con fruición, cuando cumplió sus 82 años, dando culminación al octogésimo segundo libro, regalo y donativo agradecido por sus seguidores, sobre todo, los de la "Revista del Alto Nalón", venero de noticias inéditas sobre su comarca lavianesa, manantial fecundo de palabras, de imágenes y de contenidos, páginas de una lozanía y de un bien hacer inimitables.

Albino Suárez, minero y escritor, hombre honrado, si los hay, amante de la libertad, que vino a conferirle en su vida su espíritu independiente, comprometido por encima de todo con la verdad. A veces tienes la sensación de que sus frases están moldeadas como a hachazos, de los que bien podría decirse que "a grandes altures, los hachazos acaben paiciendo moldures".

Cuando la imprenta nos ofreció su libro número ochenta y dos, impresionado por tamaña aportación al mundo de la cultura, describí en estas mismas páginas de LA NUEVA ESPAÑA las impresiones y los sentimientos que espontáneamente me venían a los labios desde los hondones del alma. Fueron juicios los que sobre él vertí en aquel artículo de un amigo para otro amigo, como a quien le afluyen a borbotones las palabras, que no eran de halago meramente, sino como ascuas encendidas, como palabras con rostro de fuego, para llegar a la mismidad del alma. Tenía, entonces, presente la etimología que acompaña al término "palabra", que no es otra que "parabolé" o "proyectil, dardo o saeta que se adentra en la mente", para hincar bien hondo el mensaje.

Subtítulo: A Albino Suárez, escritor y minero

Destacado: Ante un grupo de amigos, que querían homenajearme en mis bodas de oro como sacerdote, les manifesté que si de algo estaba satisfecho en mi vida, era de ir, a través de ella, sembrando amistades

Ochenta y dos libros son muchos libros. Le animaba entonces a que siguiera escribiendo, a que sus libros fueran corriendo parejos y paralelos con sus años. No sólo me hizo caso mi amigo, sino que se puso ya a "Un Libro por delante" y, sin otro merecimiento por mi parte que la amistad, Albino Suárez ha tenido la galanura, la exquisita delicadeza de dedicármelo, cosa que me supo a mieles. Me llegaba, dedicado a mí, "sacerdote y hombre de bien, con afecto y agradecimiento", que me dejó estupefacto. Y, a seguido, en letra impresa: "Para usted, Agustín, este libro, con afecto". Añade Albino que "como sacerdote, sé de su actitud ante la Iglesia". Bueno, ¿y qué? Tengo por lema y enseña el dicho de Terencio: "Homo sum et humanum a me nihil alienum puto" ("hombre soy y de lo humano no hay cosa que considere ajena"). Ante un grupo de amigos, que querían homenajearme en mis bodas de oro como sacerdote, les manifesté que si de algo estaba satisfecho en mi vida, era de ir, a través de ella, sembrando amistades. Mira tú, amigo Albino, si la semilla de mi amistad ha caído en buena tierra que, en lo que te toca, compruebo que dio fruto de ciento por uno.

Al ver tu libro a mí dedicado, me vinieron a la mente unas palabras de un poema del vate latino Gayo Valerio Catulo: "¿A quién dedicaré mi libro, recién pergeñado?". Y se contestó a sí mismo el poeta del Lacio: "A ti, Cornelio" (era Nepote), que, en tu caso, fue: "A ti, Agustín", y podías añadir con el latino: "Pues tú solías estimar siempre en algo –en muchísimo, añadiría yo– mis escarceos con las letras".

Dedicar un libro, puede decirse, es complemento grato a la tarea de escribirlo. Es como buscar un aval, un mecenas, un benévolo receptor, que ofrezca la primera acogida ferviente del libro editado. Por eso, me he sentido sumamente halagado con el presente, tu regalo de estimación y afecto que me has querido dedicar, Albino amigo. Me viene a la memoria cuando el padre Feijoo dedicaba su tomo IV del "Teatro Crítico" al Infante de España, don Carlos de Borbón y Farnesio, más tarde don Carlos III.

No voy a aclarar todo el contenido de tu libro, porque es misceláneo y no dispongo de páginas para su explanación. Pero he de resaltar las que se refieren a personajes eclesiásticos lavianeses, que he considerado como el nervio de tu dedicatoria a mi persona, también de eclesiástico.

¿Cómo no voy a experimentar fruición leyendo tu reseña del padre fray Zeferino González y Díaz-Tuñón, de Villoria, filósofo de primera línea y cardenal de la Iglesia romana? Sigues por don fray Ramón Martínez Vigil, oriundo de Tiñana, pero trasplantado a Laviana, obispo de Oviedo, eximio en tantas facetas de la vida eclesiástica de nuestra diócesis. Exaltas, después, la figura del eminente sacerdote don Maximiliano Arboleya Martínez, deán catedralicio, cuyo archivo acabo de ingresar en el Archivo Histórico Diocesano. No dejas pasar por alto al renombrado padre Valdés, agustino, fray Francisco Javier Gorgonio Valdés Hevia y Noriega, poeta y orador. Mentar a fray Graciano Martínez o a fray Norberto del Prado, de Lorío, es alzarse a altas escalas de la ciencia eclesiástica. Dejar de nombrar a los hermanos fray Aurelio y fray Hipólito Martínez, con rango de obispo y misionero, el segundo, en China, sería cosa imperdonable. Ya en mi acordanza, el párroco Joaquín Iglesias González, sembrador eximio de vocaciones al sacerdocio. Con nombres de otros curas, como los que citas, Albino, entre tus amigos, que son o fueron: José Luis Fonseca, don José Álvarez Iglesias, Luís Valera Rodríguez y José Luís Martínez González, ya difuntos estos dos.

Hacer relato de tantas y tantas cosas como me resultaron gratas en tu libro, Albino amigo, sería tarea inabarcable. Que sí, que me has llegado a la médula más íntima, con esa dedicatoria tuya. Nada más, con un gran abrazo en Cristo.

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