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Casa Morán y La Máquina, una competencia taurina

29 de Julio del 2016 - Ignacio Gracia Noriega

Con motivo del triste fallecimiento de José Manuel Morán, padre de Pedro, me vino a la memoria cómo hace treinta y muchos o cuarenta años se discutía, dando por admitido que ambas habían alcanzado un grado de perfección difícilmente superable, cuál era la cumbre de las fabadas asturianas, si la de La Máquina, en Lugones ("carretera de Avilés / un carretero cantaba"), o la de Casa Gerardo, en Prendes (Carreño). La fama de esta última era tal, que los forasteros entendían que Prendes, el nombre del lugar, era en realidad el del establecimiento, por lo que, en aquella aldea situada entre grandes zonas industrializadas, todo era Casa Gerardo.

Por entonces, Casa Gerardo era una honesta y conocida casa de comidas rural en la que con media ración de fabas sobraba para una persona, según apunta Eduardo Méndez Riestra. También preparaba fabada a la sidra por encargo, lomo de cerdo con adobo casero y escalopinos, que entonces era un plato más solicitado de lo que es hoy. El postre estrella era la crema de arroz con leche, aunque la verdadera estrella era la fabada. Hasta se hacían apuestas sobre la calidad de la fabada de La Máquina y la de Prendes (por llamar a Casa Gerardo como entonces la llamaba todo el mundo) y, como es habitual en las competencias, sean taurinas o gastronómicas, había grandes partidarios de una y de otra.

Subtítulo: Discusiones sobre la mejor fabada

Que quien escribe estas líneas se inclinara por la de La Máquina no es obstáculo para que la de Prendes o Casa Gerardo fuera incontestable. Según Eduardo Méndez Riestra, "a decir verdad, se trata de dos variantes de difícil parangón, dispares entre sí como la carne y el pescado para los entendidos". Ahora bien, por los años ochenta del pasado siglo, Casa Gerardo ya había abierto la puerta a la modernidad y al cosmopolitismo con una excelente crema de nécoras. La artífice de aquellas obras maestras culinarias era Ángeles, la hija del viejo Gerardo y esposa de José Manuel. La casa, un establecimiento al borde del camino, permanecía abierta desde 1882.

Como Casa Consuelo, en Otur, como La Máquina, con el tiempo fue evolucionando de una especie de pulpería en la que se compraba de todo a bar y casa de comidas, pues todo establecimiento que sirve bebidas y más o menos dedicado a la alimentación acaba sirviendo mesas y dando fama a algún plato cuya cocina llega a dominar admirablemente.

De casa de comidas, la evolución es a restaurante de esos que los entendidos de ciudad susurran al oído a sus amistades como si se tratara el gran secreto, y así se descubrió, en este caso, el tesoro de la fabada de Prendes, ahora ya para siempre Casa Gerardo. Pedro Morán supo aprovechar el centenario del establecimiento para ponerse en contacto con lo más granado de la crítica gastronómica madrileña y, de este modo, con buen producto y relaciones públicas, Casa Gerardo figura entre los nombres más exclusivos de la gastronomía española, con sus estrellas Michelín y codeándose Pedro Morán con los grandes. Todo un éxito, tanto gastronómico como de promoción. Seguro que el apoyo de su padre también tuvo algo que ver.

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