El Robin Hood del verano
Hace mucho, mucho tiempo, muy cerca de nosotras trabajaba con esmero, dedicación y gran esfuerzo un grupo de personas a las que llamaban educadoras infantiles. Ellas ponían los cimientos de lo que serían los futuros profesionales del país. Sobre aquel grupo de educadoras había caído la maldición de una bruja inconformista, exigente y desagradecida, incapaz de valorar su sobreesfuerzo, llamada Consejería de Educación.
Cada mes de julio, en correo oficial, la bruja encargaba a sus aliados, llamados ayuntamientos, que eliminaran a alguna de estas buenas y dulces educadoras. Cansados de tanta desdicha, uno de esos aliados, el Ayuntamiento de Oviedo, decidió rebelarse y ponerse al lado de sus queridísimas educadoras. Él dijo: "No, se acabó", y en seguida surgieron voces de otros ayuntamientos que siguiendo el ejemplo del de Oviedo y gritaron: "No, se acabó". La malvada bruja se tuvo que retirar.
Ese día, el grupo de las educadoras celebró una gran fiesta, y los niños y niñas se pusieron muy contentos porque pronto volverían a verlas haciendo su excelente trabajo, y los papás se pusieron muy contentos porque sabían que las educadoras cuidaban y enseñaban muy bien a sus hijos, y toda la población se puso muy contenta porque vieron que al final los buenos políticos hacen política social y se rebelan ante las injusticias, y el resto, demagogia.
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