La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » Gracias, don Gustavo

Gracias, don Gustavo

26 de Agosto del 2016 - Rubén Franco González

Es difícil, doloroso y emotivo escribir estas líneas. Que nunca me hubiese gustado escribir, pero que sabiendo que algún día llegaría, albergaba la esperanza de que fuese mucho más adelante (me hubiera gustado ver cómo don Gustavo alcanzaba la centuria lúcidamente -tal noble cifra de tres dígitos la alcanzó, por ejemplo, Lévi-Strauss, del que Bueno escribiría un obituario para LA NUEVA ESPAÑA-). Pero, tristemente, este día ha llegado. Así que no queda otra que escribir lo que ha significado y significa la persona y obra de Gustavo Bueno para quien esto escribe, en unas pocas líneas. Se podrá decir que es un artículo personal, pero de eso se trata (y no de analizar sesudamente implicaciones de la ontología, gnoseología, teoría del estado, filosofía de la religión -clave para dar cuenta del origen de las religiones y no sólo valerse de una explicación funcionalista, de corte sociologista- o teoría del arte de la filosofía materialista de don Gustavo). Pero antes de pasar a ello, mandar desde aquí, como es natural, un enorme abrazo a la familia Bueno en estos duros y amargos momentos (actualmente las redes sociales y los servicios de mensajería telefónica sirven también para arropar a la familia y darle ese calor humano).

Ante todo y sobre todo he de decir que Bueno fue para mí un maestro (o fue mi maestro, dicho de otro modo). Eso son palabras mayores. Una de las dos personas que han hecho que mi vida fuese por una dirección y no por otra. Un maestro vital, que ha enseñado a luchar a varias generaciones (oleadas, en otro sentido) contra los numerosos mitos oscurantistas y confusos de nuestro presente en marcha, esto es, contra las ideologías baratas con las que suelen operar los ciudadanos españoles. La filosofía sirve para clasificar y distinguir, para ver que las cosas no son tan sencillas y simples como muchos creen. Como Bueno ha dicho, sirve la filosofía para poder despreciar con argumentos a quienes profieren necedades sin saber que lo son. Dos titulares que me gustan mucho de sus últimas entrevistas son los de "En España tenemos el cerebro hecho polvo" y "El principal problema de España es la estupidez". Demostraba cómo veía nuestro filósofo (porque eso era, y con letras de oro, nuestro personaje) la realidad española.

Bueno se nos ha ido joven (aunque el próximo 1 de septiembre hubiese cumplido los 92 años), porque joven lo fue siempre, con las mismas ganas de leer, pensar, escribir y discutir desde que era un chaval y se planteaba aquella cuestión (filosófica) de por qué la excepción confirma siempre la regla, hasta hace apenas un par de meses (su última intervención pública fue el lunes 30 de mayo de 2016 en el acto de presentación de la Facultad de Filosofía de León, México).

Otros artículos resumirán su trayectoria vital, así que no nos detendremos en ello. Tan solo señalar, a grandes rasgos, cuatro datos. Gustavo Bueno Martínez nació en 1924 en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja). Estudió en Zaragoza y Madrid. En 1948 se doctora con una tesis sobre filosofía de la religión y en 1949 comienza a impartir clases en el instituto femenino Lucía de Medrano de Salamanca. Allí, durante toda la década de los cincuenta estudia minuciosamente toda la escolástica, convirtiéndose en un experto, a la vez que conoce de primerísima mano (en los laboratorios) las distintas disciplinas científicas, encontrándose en esos años (como él mismo se encargó de señalar) el germen de su Teoría del Cierre Categorial. En 1960 se viene a la Universidad de Oviedo (pudiendo haber escogido Madrid), ya que éste era el lugar donde desarrolló la obra Feijoo, y aquí tendría una tranquilidad para el estudio del que no dispondría en la capital de España (acordémonos de aquello de Eugenio D'Ors de que en Madrid a las siete de la tarde o das una conferencia o te la dan). Trayectoria muy fértil como docente hasta que en 1998 se le expulsa de la Universidad, impidiéndole ofrecer su magisterio, en aras de un burocratismo indocto. Pero desde entonces acá, en estos dieciocho años, ha seguido exponiendo su filosofía, lúcidos análisis y trituración de las ideas del presente a quienes han estado interesados desde múltiples escenarios, siendo el principal la sede de la Fundación Gustavo Bueno (y en el aspecto doméstico-familiar hay que destacar la dedicación y el cariño que ha destinado a su mujer Carmen, postrada en una silla de ruedas y enferma desde mayo de 2006, hace diez años, hasta su fallecimiento, dos días antes).

Para mí ha sido un inmenso honor, un privilegio y toda una fortuna haber podido tener contacto directo y cercano con don Gustavo durante los últimos doce años. Desde que le conocí en 2004 (aunque era lector suyo desde antes), he asistido prácticamente siempre (solo causas de fuerza mayor me lo han impedido muy puntualmente) a cuantas conferencias, charlas, mesas redondas, presentaciones de libros, &c., en las que el profesor Bueno participaba. Me parecía que era un auténtico lujo y no entraba en mi cabeza desaprovechar aquellas lecciones magistrales (como curiosidad, puedo confesar que no realicé algún examen de la carrera por no perderme la lección pertinente del maestro, que la estimaba más jugosa -era la época en la que no se subían a la red las conferencias-). Eran formidables momentos de filosofía, de trabajo con las ideas, con el máximo rigor y seriedad. Por eso nunca he entendido cómo los estudiantes de filosofía de la facultad de Oviedo apenas han acudido a las charlas que ofrecía un verdadero filósofo a pocos minutos de su domicilio (con los dedos de una mano se podrían contar los casos de alumnos interesados en las numerosas charlas y actividades en las que ha participado Bueno). Además, nuestro filósofo, al contrario que otras personas, estaba siempre plenamente accesible para cualquiera que quisiese preguntarle o comentarle cualquier asunto que le acuciase. Con don Gustavo sólo había que escuchar y aprender. Tenía, además, un fino, irónico y socrático sentido del humor, como otras veces se ha señalado.

Bueno ha tenido contacto con decenas de personajes relevantes en la vida española y global del último siglo, tales como Tierno Galván, Lázaro Carreter, Camilo José Cela, García Calvo, Barbado Viejo, Santiago Ramírez, Eugenio Frutos, Zaragüeta, Tovar, Alvar, Montero Díaz, José María Valverde, Emilio Alarcos, Ruiz Giménez, Manuel Sacristán (es central -a la par que actual- su polémica con él acerca del papel de la filosofía en la educación en 1968-1970), Juan Cueto, Peces-Barba, Saramago, Carlos París, Gabriel Albiac, Enrique Dussel, Ignacio Ellacuría, Severo Ochoa, Pike, Marvin Harris, Mario Bunge, Laso Prieto, Santiago Carrillo, Sánchez Dragó, Otero Novas, Aznar, &c.

Bueno recibió numerosos homenajes en vida. Entre los últimos que se pueden citar están el libro colectivo Gustavo Bueno: sesenta visiones sobre su obra (Pentalfa 2014, coordinado por Raúl Angulo, Rubén Franco e Iván Vélez), cuatro entrevistas en prensa, entre los meses de septiembre y diciembre del pasado año 2015, y que pueden considerarse como tales (en ABC, La Gaceta, El Español y El Mundo), y la emisión de la película documental de Héctor Muniente Gustavo Bueno: La vuelta a la caverna (2015), en La 2 de TVE el viernes 12 febrero 2016. Le pregunté a don Gustavo qué le parecía la versión televisiva, casi 20 minutos más corta que la proyectada en cines en Santo Domingo de la Calzada y en Madrid, en julio y septiembre de 2015. Me dijo que daba igual, ya que quien lo viese no iba a entender nada, o lo haría de modo erróneo, y, en cualquier caso, no le prestaría atención. Un realismo lúcido, como siempre en el maestro, y no una mera actitud pesimista.

Gustavo Bueno ya es uno de los nombres con mayúsculas que engrosan la Historia de la Filosofía. Por una parte me invade la misma sensación que tuvo Julián Marías al enterarse del fallecimiento de Unamuno en 1937 en plena guerra en un tren camino de Valencia (!Qué extraña orfandad recuerdo haber sentido, en un tren, una fría madrugada de guerra, al leer la noticia de la muerte de Unamuno! 'Ya no hay Unamuno'; ésta era la impresión desoladora, la tremenda soledad irreparable). Pero, por otro lado, la obra de Bueno siempre estará ahí, acompañándonos. Sucede igual que con las estrellas de cine, que es poner una película y ahí están de nuevo vivas, en tiempo presente. Así, por ejemplo, Marilyn Monroe siempre está igual de viva y siempre podemos contar con ella (sobre Marilyn tiene Bueno un artículo de 2002, al cumplirse los cuarenta años de su muerte -para él, como para Terencio, nada de lo humano le era ajeno-). Y lo mismo nos sucederá con la obra del profesor Bueno. Nos deja 35 libros (el último, El Ego Trascendental, de hace tan solo tres meses, con algunos añadidos y correcciones del famoso y controvertido artículo monográfico de un "Basilisco" de 2009, clave para la ontología materialista y que sirve para demarcarse de otros quehaceres filosóficos), más centenares de enjundiosos artículos y múltiples participaciones en libros colectivos, así como horas y horas de vídeo donde le podremos ver en activo, con toda su vehemencia, defendiendo sus posiciones (en muchas ocasiones, polémicas, como no puede ser de otro modo) contra tirios y troyanos (cualquier interesado no tiene más que buscarlo en internet), en un permanente ejercicio de filosofía académica materialista (acordémonos de la faja de los Ensayos materialistas de 1972). Fundó la revista "El Basilisco" en 1978, que sigue publicándose, y hemos podido disfrutar de un artículo suyo mensual en la revista electrónica "El Catoblepas" desde marzo 2002, cuando echó a andar. Y ahora que estamos en plenos Juegos Olímpicos, es muy pertinente recomendar su libro de 2014 Ensayo de una definición filosófica de la idea de Deporte, donde se habla largo y tendido del olimpismo y de las nematologías asociadas al mismo. Así como la letra de la canción Soltando lastre (2001) de Loquillo y Gabriel Sopeña afirmaba que ya no somos inmortales, ahora somos eternos, se lo podemos aplicar a nuestro inolvidable autor. Don Gustavo ya es eterno.

Desafíamos al lector a que cavile en cualquier pensador o filósofo de nuestro presente y compare la envergadura de su obra con la de Bueno. Aquí somos muy dados a no valorar lo que tenemos (uno se queda sin palabras para adjetivar el hecho de que no se le diese el Premio Príncipe o Princesa de Asturias -aunque a él le diese realmente igual- o de que aún no tenga una calle o una estatua en Oviedo). A que uno no sea profeta en su tierra. Pero, díganme, ¿quién hay de la misma talla intelectual y con la magnitud de una obra como la de don Gustavo en el mundo? ¿Noam Chomsky? ¿Mario Bunge? ¿Edgar Morín? ¿Badiou? ¿Cohn-Bendit? ¿Luc Ferry? ¿Fukuyama? ¿Onfray? ¿Zizek? ¿Sloterdijk? ¿Agamben? ¿Habermas? ¿Peter Singer? ¿Michael Sandel? ¿Saskia Sassen? ¿Safranski? ¿Finkielkraut? ¿Bauman? ¿Todorov? ¿Chantal Mouffe? ¿Martha Nussbaum? ¿Paul Krugman? ¿Sartori? ¿Steven Pinker? ¿Richard Dawkins? ¿Edward O. Wilson? ¿Comte-Sponville? ¿Antonio Damasio? ¿Jodorowski? ¿Amartya Sen? ¿Puente Ojea? ¿Thomas Piketty? ¿Hans Küng? ¿Roger Scruton? ¿Vargas Llosa? ¿Acaso algún español (y ya sé que alguno se molestará por ello)? ¿Javier Gomá (a quien hace días El Mundo dedicó !siete páginas! a un adelanto de su próxima obra de 2017)? ¿Emilio Lledó? ¿Manuel Cruz? ¿Gómez Pin? ¿Savater? ¿Javier Sádaba? ¿Subirats? ¿Mosterín? ¿Tomás Pollán? ¿Enrique Rojas? ¿Aurelio Arteta? ¿Acero? ¿José Antonio Marina? ¿Victoria Camps? ¿Adela Cortina? ¿Escohotado? ¿Salvador Paniker? ¿Eduardo Punset? ¿Juan Manuel de Prada? ¿Francisco Mora? ¿Carlos Taibo? ¿Tamames? ¿García-Trevijano? ¿Jorge Verstrynge?

El éxito (potencial filosófico -definido apagógicamente frente a terceras opciones-) del materialismo filosófico no es que consiga brillantes análisis aislados, en terrenos éticos, políticos u ontológicos, como puedan hacer otros autores o escuelas de pensamiento sino el hecho de coordinarlos entre sí, sistemáticamente (como se ha encargado de señalar recientemente Javier Pérez Jara en el número 2 de la revista mexicana "El Obstinado Rigor"), en genuino ejercicio de filosofía académica, de estirpe platónico (y donde el principio de discontinuidad y de symploké son esenciales).

Por poner sólo un ejemplo del ninguneo (o sencillamente ignorancia) de la obra de Bueno en muchos ambientes filosóficos: ¿cómo es posible que una revista mensual como Filosofía Hoy, que lleva cincuenta y seis números publicados, no haya dedicado un especial o reportaje a Gustavo Bueno? ¿No han encontrado tiempo o espacio para hacerlo? Ha debido ser eso ...

Decir que el porvenir de la filosofía de Bueno y el sistema filosófico por él creado (el materialismo filosófico) se verá con el tiempo, puede parecer una redundancia o un pleonasmo. Pero lo cierto es que se le ha traducido al inglés, alemán o chino, y el número creciente de conocedores de su obra y cultivadores del materialismo filosófico en todo el mundo pueden augurar un futuro prometedor (lo que se denomina Escuela de Oviedo). Ahora bien, no será fácil, ya que habrá que enfrentarse dialécticamente a numerosas ideologías que cautivan a la población, por su simplismo, su irenismo, su sectarismo o su fundamentalismo (político, científico o religioso). Vamos, características propias del Pensamiento Alicia, que Bueno certeramente diagnosticó en un artículo de 2005 (luego ampliado en libro al año siguiente). Uno de los temas que siempre ha defendido nuestro filósofo es un asunto plenamente de actualidad: el de la unidad de España. Su libro España frente a Europa de 1999 (y luego España no es un mito de 2005) supuso un atragantamiento para muchos desde entonces. Y antes, por ejemplo, de ponerse a hablar de estado plurinacional deberían de saber algo de ontología y de teorías holóticas (y de Historia de España, claro), y conocer que la parte no puede decidir por el todo. Pero como decía Hegel (y que Bueno se encargaba, a menudo, de recordar), inútil es insuflar el espíritu a un perro a base de darle de comer libros.

Quedaría mucho por decir. Pero ya habrá tiempo en otra ocasión, con más calma y sin límites de espacio, de hablar largo y tendido sobre otros aspectos de la obra de Bueno (una vez que la muerte ha 'totalizado' su obra es ya posible comenzar a re-flexionar sobre ella, escribía el propio Bueno en LA NUEVA ESPAÑA el 4 diciembre 2003, a propósito del fallecimiento de Santiago González Noriega). Éste es tan solo un escrito de urgencia, de agradecimiento, recuerdo y homenaje de su persona. Larga vida al profesor. Muchas gracias, maestro. Muchas gracias, don Gustavo.

Cartas

Número de cartas: 45057

Número de cartas en Abril: 73

Tribunas

Número de tribunas: 2033

Número de tribunas en Abril: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador