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No me cerró la marea sino la maleza

26 de Agosto del 2016 - Pedro Fardos Rodríguez (Oviedo)

El pasado lunes 22 de agosto del corriente 2016, aprovechando las bajamares del plenilunio, salí a reconocer los misterios que abundan en la playa de Sienra, en la Ballota de Cudillero. En la planificación previa comprobé que un camino en zig-zag recorre su ladera Sur y así lo representan cartografías como IberPix y SigPac. Unos lugareños me confirmaron que podía entrar por Río Cabo y salir por Sienra, si bien la vegetación estaría crecida pues ya nadie mantiene los viejos accesos. Un pescador avilesino me dijo que él mismo, hace un mes, venció el camino con ayuda de su caña. No sería la primera vez que yo también me abro paso a bastonazos y emprendí camino.

Alcanzada la punta Los Castros, veo a lo lejos el camino que asciende en zig-zag a mitad de Sienra. Compruebo con los prismáticos que hay instaladas unas cuerdas para vencer los metros basales. Me despreocupo pues y sigo con mi expedición.

En la propia punta de Los Castros veo la fabulosa pirámide cuarcítica de La Furada, atravesada por tres túneles. La pirámide monolítica se alza cual enigma geomorfológico. Veamos: si está ahí por mor de su dureza, ¿qué hacen esos tres túneles perforando sus entrañas?. La Furada parece haber sido alidada de una extraordinaria planificación topográfica. Perfectamente alineadas con ella hay otras dos pirámides talladas en la vieja roca ordovícica. Luego viene la playa de Sienra, que añade más misterio a la Furada. En su pedrero oriental se abren tres bocas en transversal, dejando pilares intermedios donde cualquier ingeniero actual los hubiera diseñado. En el acantilado opuesto, el ataque cuenta también con tres bocas pero en dirección de los estratos ("guías" en términos mineros). Penetro por dos de las guías ("mina" y "contramina") durante casi medio centenar de metros y compruebo por el complejo fito-faunístico que en pleamar ambas cuevas quedan totalmente inundadas. Pero es fácil ver que no es el mar quien las ha "furado" sino tan sólo quien las está puliendo, y no por mucho tiempo más, pues abundan las señales de que en estas milenarias galerías se ha terminado el ciclo abrasivo (¡ojo!: sólo abrasivo). La perfecta planificación, la abundante piroclastia, las muchas mineralizaciones, etc., añaden pruebas y evidencias de que NO estamos dentro de cavernas talladas por la naturaleza sino de minas talladas por mano humana. Imposible tanta repetición de eventos y semejante focalización de avances por parte de ningún agente erosivo (agua, aire, hielo, etc), que no sea el agente antrópico. Es lo que vengo exponiendo desde hace 10 años en los congresos donde me dejan hablar de mi teoría de las "Caverminas". Especial gratitud debo a la tolerancia intelectual de la Sociedad Española de Defensa del Patrimonio Geológico y Minero (SEDPGYM) y a Industria, Cultura y Naturaleza (INCUNA) .

La colmatación con cantos rodados es uno de los capítulos determinantes. A lo largo de la costa son centenares los ejemplos de cómo el balance del mar es de inyección, no de extracción (cuello de botella de la minería). La extracción la hicieron en su día hombres muy anteriores a los romanos. ¡Estas son las obras de los "Gigantes" que admiraba Plinio!. Imposible aceptar que es capricho de Natura como tampoco que es obra de Dios, aunque sí, quizá, de Dioses-ingenieros. La explicación académica de fallas, diaclasas, contrastes de competencias, etc., sólo es válida para espíritus crédulos y conformistas con verdades oficiales que gratuitamente llaman "ciencia", sin atender a los principios básicos de la misma. Algún día las "caverminas" (fenómeno global del cual Asturias es paradigma y paraíso), obligarán a revisar todas nuestras ciencias y creencias para bien de la juventud de mente abierta que está llegando.

Andando, en fin, entre estos gigantes y molinos de Castros, Furadas y Sienras (¡qué evocadores topónimos!), topéme con la maroma antes atisbada con los prismáticos. Aupeme por ella y adentréme en el viejo camino que hollaron huellas prehistóricas. Más hete aquí, amigo Sancho, que las autoridades de este viejo país están haciendo que las sendas sean las que ellos quieren y así fuime adentrando por una maleza que superaba mi cabeza y enredaba mis pies. A media ladera, tras más de una hora de lucha y bajo un sol plomizo empecé a sentir debilidad y mareo. Hice un sombrajo, me hidraté y relejé un fuerte calambre de la pierna izquierda. Cuando reemprendí la lucha observé que el descenso era ya imposible pues el mar me había cortado la retirada. Sabedor de que la siguiente bajamar sería a las dos de la madrugada, llamé a mi mujer para que no se alarmara pues iba bien pertrechado con linterna, ropa, comida y bebida, además del martillo que hace al geólogo invencible.

Ella hizo lo que tenía que hacer, que es no hacerme caso y llamar al 112. Media hora después unos extraordinarios profesionales del rescate volaban sobre mi cabeza. Al día siguiente un recuadro de prensa decía que "un bañista de 60 años, atrapado por la marea, fue rescatado por el helicóptero de Protección Civil". Nunca les estaré suficientemente agradecido, como también a los amigos Antonio y Antonia Corona, de Cadavedo; pero quiero dejar constancia de que no fue el mar sino la maleza la que me impidió el paso; la misma maleza que por una mal entendida ecología está llenando de "fanas" los acantilados del Paraíso (el mecanismo es muy evidente: la radiclastia ayuda a la infiltración de las aguas y éstas al deslizamiento). Este Paraíso, ahogado en la maleza del intervencionismo, está creando falsas sendas culturales y dejando morir muchas pistas que llevarían a una verdad que conmocionaría nuestra historia hasta el estremecimiento (y no exagero).

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