León, la gran despensa cantábrica
León y su provincia tienen mucho de cantábricos y, con esa configuración geográfica de una parte de su territorio, ofrecen infinidad de recursos naturales que convierten estos entornos en un patrimonio dinámico y vivo. Y su estructura agraria en todo el perímetro regional tiene el marchamo de la calidad y la labor bien hecha. En los últimos años, León es todo un ejemplo de capacidad productiva con interesantes propuestas surgidas de sus explotaciones agropecuarias. Campos cuidados, praderías imposibles, ganado con fortaleza genética, acciones mancomunadas y una industria manufacturera de altura comercial. Aquí el dinero público llegó con cuentagotas y su PIB (Producto Interior Bruto) ha sido fruto del esfuerzo personal y de una labor callada que fue consolidándose sin prisa, pero sin pausa, todo muy distinto a su comunidad vecina, Asturias, que en los años de furor industrial dejó el campo un tanto abandonado a su suerte, olvidando el valor añadido de frutos tan importantes como las castañas, las avellanas, los higos, los arándanos y esos huertos animados de estupendas hortalizas y leguminosas, salvo las judías astures o fabes de la granja.
León vive actualmente un momento espléndido referido a esa despensa culinaria que tanta fama nacional le está dando. Las carnes vacunas, ovinas, cabrías y porcinas, junto a su volatería abundante y su cinegética primigenia, son realidades presentes. La cecina, ese salazón internacional de gran valor organoléptico, pone todos los días a León en el mapa de la suculencia y la calidad. Vegacervera y Astorga son los santuarios donde la cecina, en sus variedades, se erige en total patrimonio gastronómico. Lo mismo que sus frutas, como la manzana reineta y las cerezas de El Bierzo, los pimientos de Fresno de la Vega, las carnes de buey de las tierras de Lillo y Riosol y esos embutidos como el botillo berciano y excelsos chorizos y salchichones de los altos del Curueño y de Valencia de Don Juan, así como su variedad quesera de los Picos de Europa y de los espacios del Páramo, sin olvidar las nobles truchas del universo fluvial leonés y la portentosa dulcería.
Y con esa alacena tan rica y abundante, León puede presumir de su fuerza patrimonial envuelta en naturaleza, en ricos pastos, en terreno cultivado, en bosques impresionantes y en un vergel dominado por la mano de sagaces agricultores y de regadío organizado que, a la postre, le dan resultados óptimos y preñados de feliz economía.
Y con esas pequeñas industrias agroalimentarias al estilo de El Sendero de Coladilla, entre otras, esta provincia cantábrica y paramera va paulatinamente sembrando ideas y novedades en el campo de las manufacturas gastronómicas con el éxito por montera y la proyección como arma mediática... Y si hablamos de los estupendos vinos de las variedades Prieto Picudo y Mencía, la manufactura agroalimentaria adquiere visos de excelencia. Desde El Bierzo y los Ancares hasta las montañas del Teleno y La Cepeda, pasando por los Picos de Europa, Laciana y el Curueño hasta la Ribera y el Páramo, León es un crisol lleno de potencialidades y aventuras hortícolas donde el saber hacer de sus moradores desde épocas inmemoriales han dado identidad, tradición, estilo y casta a unos sabores surgidos de una tierra agraciada y feraz donde la naturaleza en todo su vértigo geográfico es toda una madre animosa que ama con deseo a su enclave. Y así León vive esos sabores terrenos con fervor y pasión. Una manera más de hacer turismo del bueno y una forma eficaz de complementar la economía regional.
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