La tradición musical de Oviedo
Deseo felicitar a doña Dolores Navarro Lorenzana por su escrito "Oviedo, música y cultura", en el que, además de cariñoso recuerdo que guarda de sus padres, poniendo como ejemplo el cuidado con que la iniciaron en el gusto por la música, manifiesta el deseo de que no se politice el arte, porque, en Oviedo, la cultura musical o, lo que es lo mismo, el hábito de escuchar buena música tiene un asiento en el tiempo que se puede medir por siglos. En una palabra, que es una tradición. Este mismo razonamiento lo explicaba siempre que tenía ocasión el añorado canónigo y archivero catedralicio, donde Raúl Arias del Valle, que tanto trabajó para ordenar la documentación del Archivo catedralicio, además de ser el autor de valiosos escritos, en especial sobre la música sacra.
Don Raúl decía que tantas generaciones escuchando, año tras año, la orquesta de nuestra basílica, una de las mejores de España en su tiempo, tuvo que repercutir, sin duda, en el sentimiento y educación del oído del pueblo ovetense. Sólo así se puede explicar que a finales del siglo XIX las humildes amas de casa, cuando ejercían de lavanderas en el pilón anexo a la fuente de Regla, entonasen, con más voluntad que virtuosismo, todo hay que decirlo, fragmentos de la más populares óperas y zarzuelas de entonces:
"Todas estas operaciones de limpieza las acompañan las lavanderas con canciones de varios géneros, desde las más vulgares hasta las más clásicas, y si bien no agradan mucho a los vecinos, sirven, en cambio, para demostrar el decidido empeño que tienen en destrozar la música de las zarzuelas y aun de las óperas más conocidas".
"Peguen o no peguen, en Regla se oyen arias, dúos, tercetos y hasta coros que nunca existieron en las partituras a que las cantantes se refieren; dúos y coros que a veces se interrumpen con peloteras mayúsculas, armadas, nunca se sabe por quién, pero en las que figuran todas las mujeres que en el lavadero están con su lengua, sus uñas y sus puños".
Si no se admite la teoría de don Raúl, resultará complicado explicar, de manera convincente, cómo este pueblo, entonces sencillo e inculto en su mayoría, era capaz de cantar arias de las ya entonces populares óperas como "Rigoletto", "El Trovador" o "El elixir de amor”.
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