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El otro muro de Trump

3 de Diciembre del 2016 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

El pasado día 8 de noviembre el pueblo norteamericano, fiel a su tradición democrática desde 1789, acudió a las urnas para elegir a su presidente. Esta vez tenían que elegir entre la representante del "establishment" y de los lobbies que controlan el poder y el dinero y un descerebrado misógino, xenófobo, homófobo y analfabeto político, cuya trayectoria personal había que buscarla en los "reality show" y sus turbios negocios.

Los norteamericanos eligieron a éste último y al minuto siguiente de conocer los resultados, por primera vez en su historia, rezaron para que no cumpliera el programa electoral (algo nunca visto, porque todo el mundo queremos que se cumplan los programas electorales) o al menos aquellas amenazas de trazo grueso (expulsión masiva de inmigrantes, encarcelar a Hillary Clinton, renunciar al acuerdo de Paris sobre cambio climático, renunciar al acuerdo nuclear con Iran... construir un muro en la frontera con México).

Lo que no sabía el pueblo norteamericano y el resto del mundo, salvo los pocos habitantes de Doonbeg (Irlanda) es que la afición por construir muros por parte de éste personaje se remonta a 2014, cuando sólo era uno de los candidatos a las primarias del partido republicano en los Estados Unidos y nadie vaticinaba su triunfo. A Donald Trump, cuando algo no le gusta o le estorba, corta por lo sano, construye un muro para que los desarrapados de éste mundo no le fastidien el disfrute de su privilegiada vida y de sus negocios.

Trump compró el Doonbeg Hotel, un establecimiento cinco estrellas de lujo con campo de golf en Doonbeg, un pueblecito del condado de Clare en Irlanda. El pueblo, dentro de sus atractivos cuenta con una hermosa playa llamada Carrowmore Bay, a la que acuden, entre otros, surfistas irlandeses y del resto de Europa a disfrutar de sus inmensas olas. Las dunas que se confunden con la playa son de una especial belleza ecológica, razón por la cual han sido declaradas bien de protección especial. Los vecinos de Doonbeg y alrededores han disfrutado durante siglos de éste especial paraje...hasta que llegó él, el de la tortilla francesa en la cabeza (como muy acertadamente lo ha descrito el periodista Iñaki Gabilondo) amenazando a sus habitantes con condenar al paro a los trabajadores de su hotel y del campo de golf, si no le dejan construir el muro junto a las dunas protegidas, en terrenos públicos. El monumento a la estupidez tendría 2.8 kilómetros de largo y de 5.5 a 6.5 metros de altura!!!.

Expertos de medio ambiente están, por supuesto, como mi hija indignados http://www.savethewaves.org/naturetrumpswalls-2/ y han lanzado una campaña para impedir el destrozo de las olas naturales, de sus dunas protegidas y de su hermosa playa. De momento, el alcalde de la localidad procedió a denegarle el permiso el pasado mes de Marzo. La incógnita es si éste humilde alcalde de ésta pequeña localidad podrá aguantar la presión política del nuevo inquilino de la Casa Blanca. De lo que si estoy convencido es que mi hija, si aguantará la presión, una vez que se ha comprometido con el movimiento, pues tiene la cabeza más dura que su padre,ganarán al grito de Mr. Trump, this is not América

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