Donde dije digo...
Una vez más, queda demostrado que las promesas electorales de los políticos se hacen para no cumplirlas y con la única intención de llevarse al electorado a su urna y hacerse con el poder; después, ahí está el refranero con su "donde dije digo digo Diego" y tantos otros refranes que vendrían muy bien para demostrar lo que está a la vista de todos.
El nuevo Gobierno del señor Rajoy, y en este caso -según parece- con el visto bueno de PSOE y Ciudadanos, acaba de aprobar la subida de ciertos impuestos y cuotas sociales -que, a fin de cuentas, impuestos son-, que con la disculpa de que necesitan recaudar más para hacer frente al déficit y a las exigencias de Bruselas, nos vuelven a meter la mano en el bolsillo. Ya sé que, por ahora, no han tocado el IVA ni el IRPF, pero aunque nos dicen que las medidas tomadas apenas van a afectar al ciudadano en general, en mi opinión, en la práctica es volver a mentir.
Sabido es que en cualquier subida de impuestos, tasas o cuotas que se apliquen a las empresas, grandes, medianas o pequeñas al final la repercusión siempre acaba soportándola el último eslabón de la cadena, que es, en definitiva, el consumidor, es decir: usted, yo y el vecino de al lado. Podrán disfrazarnos la medida de lo que les apetezca, pero los ciudadanos ya estamos de vuelta de todos estos juegos florales y sabemos que, por mucho que recurran a la semántica para disfrazar lo que dicen, la medida aprobada y publicada en el BOE no significa otra cosa sino meternos nuevamente mano en el bolsillo.
El empresario que fabrica tal o cual producto dirá que ahora le cuesta más fabricarlo, y lógicamente lo va a repercutir en su precio. El autónomo que pasa a tener una cuota a la Seguridad Social con una subida de un ocho por ciento pues tampoco se va a conformar con tener que pagarla él y nos la cargará en factura a los clientes. Los del bar de la esquina, la cafetería o el restaurante, que ahora ven que soportan un precio más alto por las bebidas que ellos compran para poner en venta, tampoco lo van a perder de su bolsillo y, por tanto, será repercutido sobre el precio de venta, con la más que probable bajada de las mismas y repercusión sobre el empleo.
Conclusión, que aunque todos sabemos que la balanza de la economía tiene dos platillos, los políticos son los únicos que parecen ignorarlo y siempre que tienen desequilibrios -en este caso, déficit- pues resulta que en lugar de reducir y suprimir tanto gasto superfluo como vemos que hacen en todo el país, nada, ellos a lo fácil: se suben los ingresos vía impuestos y a seguir despilfarrando, chiringuito va y chiringuito viene, por todas partes, y al currante, que le den; seguro que piensan en Groucho Marx y dicen: si no les gustan estas medidas, no se preocupen, tenemos otras, pero son peores.
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