Los refugiados y el intenso frío
El invierno está alargando su manto y casi tapa todo el horizonte.
Las espeluznantes imágenes de pequeñas tiendas de campaña medio sepultadas bajo la nieve en las que cientos de seres humanos están soportando temperaturas polares en un campamento de la isla griega de Lesbos, independientemente de sacudir la conciencia de toda persona de bien, tiene que servir a la vez para revisar las insolidarias respuestas que Europa está dando a una crisis humana de extraordinarias dimensiones.
Miles de refugiados que escapan de la guerra y el dolor se encuentran en territorio europeo, la supuesta organización civilizada, a las puertas de una crisis humanitaria similar a la que sufrirían en sus países, debida a la inclemencia de una ola de frío que están padeciendo. La Unión Europea, que debería estar arbitrando rápidas soluciones, está obligada.
Sin embargo, los primeros síntomas no invitan al optimismo. La Comisión Europea no tardó en admitir lo que es evidente, que el rigor de las bajas temperaturas ha hecho "insostenible" la situación de los refugiados en Grecia, pero se limitó de inmediato a señalar que es "responsabilidad" del Gobierno de Alexis Psipras ofrecer soluciones. De nuevo una temerosa respuesta administrativa frente al drama de familias enteras amenazadas por una ola de frío que, aunque no fuera con el rigor que está mostrando, debiera haber sido prevista. El invierno nunca suele ser generoso con quien solo dispone de una simple lona para cobijarse.
Incapaz de gestionar de forma global la crisis de los refugiados --disimulada con un vergonzoso pacto de compraventa con Turquía--, Europa actúa cada vez más a la defensiva movida por el temor al ascenso en su propia casa de los partidos xenófobos y el recelo que la llegada de refugiados de cultura islámica provoca tras los últimos atentados yihadistas. Alemania, que inicialmente fue ejemplo de solidaridad, ya retrocede, sobre todo tras el zarpazo terrorista de Berlín, que, frente al sensato equilibrio de Ángela Merkel , ha dado alas al deseo de los terroristas de avivar odio entre la población.
Deplorable pues está resultando el fracaso del acuerdo sobre reparto de refugiados. Con estricto cuentagotas se cumple el compromiso del 2015 de repartir en dos años a 160.000 refugiados asentados en Grecia e Italia. Otra muestra más de la negligencia política con la que se gestiona una emergencia humanitaria. El frío más intenso volverá en los próximos días y de nuevo situará a los refugiados en la primera línea de la actualidad, pero cuando suba el termómetro todo indica que retornará esa vergonzosa globalización de la indiferencia europea ante el destino de quienes vagan huyendo de la guerra, el hambre y los conflictos buscando una vida mejor.
Con estas líneas no pretendo cambiar el sistema, solo intento
que quienes las lean dediquen unos minutos a reflexionar y recordar que allí siguen muriendo seres humanos inocentes. Y necesitan nuestro incondicional apoyo.
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