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Paco Fernández, pastor evangélico, in memoriam

27 de Marzo del 2017 - José Manuel Feito

Hacía tiempo que no sabía de ti, amigo Paco. Te mandaba saludos de cuando en vez a tu hogar en la ruta que nos lleva a Candás. Primeramente una esquela por debajo de la puerta, luego una visita de tu gente me daban la noticia de tu partida hacia la casa del Padre común. Te debía estas palabras.

Nuestro primer contacto fue con motivo de una boda. Arreglados los papeles, temía el novio que tú pusieras algún impedimento. Le dije que vinieras y charlamos larga y amistosamente. Era mucho más lo que nos unía que lo que nos separaba. Y con respecto a la boda te dije: “Yo digo la misa y tú dices unas palabras”. Así se hizo. Te entusiasmaba el c. 13 a los Corintios, lo recuerdo. Por eso cuando recibí el aviso pensé: Paco no me perdona la encerrona y me pide que asista ahora yo a su funeral. Cuando me indicaron que dirigiera unas palabras, te imaginé diciendo: “Y ya que hablé yo en la boda, habla tú también ahora aquí”. Y así lo hice recordando nuestras charlas.

Tu obsesión, evangélica cien por cien, era la caridad, el amor fraterno, tus fieles se cansaban o no se cansaban, de oírtelo una y otra vez. Raro es tu escrito en el que no salga a colación. Por eso en mis charlas te decía que Lutero no hizo bien en afirmar tan categóricamente que nos justificamos por la fe, “sola fide”, con todo el respaldo que le da San Pablo en sus escritos. Y es que pienso que la fe ha hecho mucho bien pero también hizo tanto mal que no sé si se compensarán.

Porque en nombre de la fe, de todas las creencias, de la mía también, se han hecho verdaderas barbaridades: guerras, crímenes horrendos, se ha torturado a pobre gente, se ha llevado a la hoguera a personas respetables, ¡en nombre de la fe! En nombre de la fe hoy el Islán, porque lo pide Alá, ¿lo pedirá de veras? Se están cometiendo, se siguen perpetrando, crímenes execrables, terrorismo, asesinatos, torturas de todo género, ¡en nombre de su fe...! Santo Dios.

Subtítulo: La caridad, el amor fraterno como obsesión

Destacado: Yo yendo a tu funeral y diciendo unas palabras sé que cumplí al menos en parte con ese tu deseo de siembra de amor entre cristianos

La fe separa, crea divisiones, levanta muros, fomenta el fanatismo con tremendas injusticias, en cambio el amor une, derriba barreras, siembra paz y concordia. No, no es la fe la que nos justificará sino el amor. En nombre de la fe se mata y se tortura a amigos y enemigos, en nombre del amor se da la vida, se muere por amigos y enemigos. La fe crea odio, extremismos sectarios, intolerantes... el amor fomenta unión, igualdad, respeto libertad, fraternidad... Incluso podemos llegar a amar al enemigo. Hablando de todo esto, bien fuera camino de Candás, ya en algún encuentro o en determinadas celebraciones (una en un restaurante chino, ¿recuerdas?), los dos sentíamos y asentíamos de igual modo. En nombre del amor, ¡qué poco es lo que nos separa!; en nombre de la fe, ¡qué abismos y cuántas cosas nos desunen...!

Te debía estas palabras, Paco. Sé con cuánto amor y afecto las recibirías, no así si te hablara de mi fe y de tus creencias. Podría hablar horas y horas, pero sólo quería recordar días después de tu partida algo de lo que dije en tu funeral para con quien tanto hablé. Estamos en vísperas de ese centenario 1518-2018, fecha de separación del mundo de los Evangélicos o protestantes y de la Iglesia católica. Ojalá se hable más de amor que de fe. Sé que tú lo harías, como lo hiciste en aquella Asamblea de Iglesias Evangélicas en Madrid donde después de oír enumerar las diversas que había en España tú te levantaste diciendo que faltaba una: ¿Cómo una? ¿Cuál?, dijo alguien. La católica, dijiste. “Yo estoy más cerca de ella que de algunas otras de las se habló aquí”. Era el amor el que hablaba sin duda...

Te agradezco de nuevo y a los tuyos que me hayáis permitido celebrar esta efeméride centenaria de este modo, hablando en tu adiós más de amor que de fe, con todo el respeto que le tengo a esta palabra, hablando más de lo que nos une que de lo que nos separa, sabiendo que aunque perdí un amigo, su palabra preferida, “amor”, amor... me sigue golpeando. Al fin y al cabo, cuando nuestro Señor nos juzgue al final de los tiempos no va a ser un examen de fe, sino sobre si tuve hambre y me diste de comer, si tuve sed y me diste de beber, si estuve en la cárcel, triste, enfermo... y me visitaste. Yo yendo a tu funeral y diciendo unas palabras sé que cumplí al menos en parte con ese tu deseo de siembra de amor entre cristianos.

Paco Fernández, amigo hasta sabe Dios dónde,

de momento hasta la eternidad...

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