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¿La vida es breve?

19 de Junio del 2017 - José Antonio Coppen

La vida es suficientemente larga y se nos ha dado con tiempo suficiente para la realización de las más grandes empresas, siempre y cuando toda ella se emplee bien. Se nos ocurre poner como ejemplo la vida y la obra de Amancio Ortega, como uno de los muchos casos que podríamos señalar, aunque quizá no con trayectorias tan fulgurantes y florecientes como la de este gallego. O sea, no recibimos una vida corta, sino que somos nosotros quienes la acortamos. Tal como las riquezas cuando fueron a parar a un mal dueño, pronto se desvanecen; en cambio, aunque sean escasas, si son confiadas a un buen administrador, se acrecientan con su mismo uso; así también nuestra vida resulta muy dilatada para quien se la organiza bien.

¿Y dónde encontramos el virus de nuestro principal enemigo?, pues dentro de nosotros mismos, cual es la pereza. Es más, en ocasiones nos escudamos en la dificultad de la empresa cuando es la pereza la que nos impide acometerla. Hagamos examen de conciencia y comprobaremos que muchos objetivos se nos han quedado en el camino por no afrontarlos con determinación y empuje. Otro rasgo del perezoso es llamar suerte al éxito del trabajador. En este sentido permítasenos un aperitivo cuya autoría corresponde a Miguel de Cervantes: “Por la calle del Ya Voy, se va a la Plaza del Nunca”. De lo que se deduce que la acción y buena actitud es la mejor manera de combatir la pereza que está constantemente tentando al ser humano.

No es corta la vida, salvo que nos sorprenda prematuramente la muerte. Está dicho que la pereza es un vicio capital, ya que engendra otros pecados, y porque es la hija directa de la desocupación, que acaba arrastrando al vacío existencial. Hay que vencerla por nuestra propia estima. Los psicólogos están de acuerdo en considerar muy importante el apreciarnos a nosotros mismos. Históricamente, un método infalible para romper con la ociosidad fue la convivencia en la vida monástica. En cualquier convento, la disciplina ocupacional se impone a rajatabla, desde el alba al ocaso, con el desarrollo de diferentes labores y actividades. En su justa medida y salvo que la salud lo impida, también todos deberíamos aplicarnos a diseñar nuestra propia terapia ocupacional.

Por último, dicho ya que en nosotros anida uno de nuestros principales enemigos, y sabido que nadie sirve para todo, no es menos cierto que todos servimos para algo; es precisamente ahí donde debemos orientar la superación personal. No en vano, la mayor felicidad es gozar de aquello que nosotros mismos procuramos. En la vida cada uno es responsable y él único capaz de dotarla de sentido, por eso debemos restaurar cotidianamente la propia voluntad. Al final, como nos advirtió Abraham Lincoln, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.

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