Jóvenes que dan ejemplo
Con más frecuencia de la que sería deseable, solemos ver y oír comportamientos de nuestros jóvenes que nos hacen, a bote pronto, decir y pensar de ellos cosas que no se ajustan a la realidad. A los mayores -en mi caso, ochentón- la juventud nos queda tan lejos que la memoria deficiente propia de esta edad ya nos distorsiona la realidad y nos hace creer eso tan manido de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
LA NUEVA ESPAÑA del sábado 17 de junio dedicaba espacio en portada a dos jóvenes gijonesas que habían sacado nota máxima en el examen de selectividad para poder cursar estudios universitarios; luego en páginas interiores comentaban el caso de otras y algún otro que, junto con las anteriores, completaban el grupo de los diez mejores en el Principado. La mujer, que en nuestro país durante tantos años estaba relegada a conformarse a llevar el papel de “sus labores”, como se decía en la época de la educación que nos tocó a los y las de mi edad, de Enciclopedia de Dalmau o Álvarez, “Cara al sol”, a diario, y “Flores a María”, en el mes de mayo, hoy nos hacen a los hombres quedar en el lugar del animal de carga; se lo llevan de calle cuando de estudiar y sacar nota se trata.
Lástima que luego tengamos que ver que tantos otros muchos y muchas, una vez terminados sus estudios universitarios, se tengan que ver obligados a hacerse las maletas e ir en busca de un puesto de trabajo al extranjero, incluso para dedicarse a labores distintas e inferiores a las que su nivel de estudios merece. Este país nuestro por desgracia está derrochando un potosí en formar jóvenes que luego deja tirados como objetos de trastero y que en muchos casos, aquellos que se deciden a salir, rendirán un servicio a países que se aprovechan de su formación sin haber invertido un solo euro en formarles. Triste destino el nuestro. Los abuelos fuimos carne de cañón como peones en la emigración masiva del pasado siglo y ahora tenemos que ver cómo nuestros jóvenes bien formados y con título universitario en sus maletas se van, en muchos casos, a servir copas a alemanes, suecos, ingleses y otros hijos de la Gran Bretaña, por no decir algo mal sonante y feo. Parece que aquello de que “España es diferente” sigue siendo cierto, pero cada vez más diferente y hasta peor.
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