Humildad

29 de Julio del 2017 - José Antonio Coppen

En el “Coloquio de los perros”, de Miguel de Cervantes, dice: “La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea”. La vida debiera de ser una larga lección de humildad. No hará falta recordar que el término humildad tiene varias acepciones, en este caso debe aplicarse a la persona que tiene la capacidad de restar importancia a los propios logros y virtudes y de reconocer sus defectos y errores. Y nos apresuramos a añadir que su enemigo frontal es la soberbia, que es la vanidad y el orgullo llevados a su máxima expresión. El soberbio no sólo se considera superior a todos, sino que no puede admitir que haya alguien que lo pueda superar, ni tan siquiera que lo iguale.

Subtítulo: Mantener los pies en la tierra

La causa principal de la insatisfacción interior es el egoísmo, quien se jacta de su valía ante el prójimo presenta las credenciales de su inferioridad. Y es una gran verdad que la soberbia es un intento de convencer a los otros de que somos lo que nunca fuimos. Por eso resulta muy beneficioso implantar en nuestros comportamientos rasgos de humildad, si no queremos ganarnos la antipatía de los demás.

Y es que la modestia y la discreción mejoran las demás virtudes y enriquece la personalidad; desde el punto de vista virtuoso, no es otra cosa que aceptarnos con nuestras debilidades y defectos, sin vanagloriarnos por ellos. Es verdaderamente cierto que del mismo modo que aparece algún atisbo de la soberbia como enemigo público número uno en nuestras relaciones sociales, de pronto se descomponen las cualidades de la humildad. Por eso una persona humilde no es pretenciosa, interesada, ni egoísta como lo es una persona soberbia, quien se siente autosuficiente y generalmente hace las cosas por conveniencia.

En resumen, la palabra humildad proviene del latín “humilitas”, que significa “pegado a la tierra”. Como ya hemos indicado, es una virtud moral contraria a la soberbia, que posee el ser humano en reconocer sus debilidades, cualidades y capacidades, y aprovecharlas para obrar en bien de los demás, sin decirlo; que no es otra cosa que mantener los pies en la tierra, sin vanidosas evasiones a las quimeras del orgullo. Escrito está que sólo la contemplación de nuestros límites y de nuestra miseria puede elevarnos: el que se humilla, se eleva.

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