Los rostros de la monarquía asturiana

Asistí a la inauguración de esta sobria y muy lograda exposición que el Ayuntamiento de Oviedo ha promovido para dar a conocer los doce magníficos retratos de los monarcas asturianos, que la Corporación municipal exhibe en su salón de plenos.

La exposición ha sido cometida a la profesora universitaria Raquel Alonso y a la doctoranda Begoña Torre, que han conseguido frutos verdaderamente óptimos en la realización de su tarea. En ella han querido las dos comisarias que fuera estrella destacada la réplica de la lauda de Ithacio, que preside el Panteón Real de la catedral de Oviedo, en la capilla de Nuestra Señora del Rey Casto, y que ha sido cedida para enriquecer la exposición por el Cabildo Catedralicio.

La fotografía ha estado encomendada a Sandra Sánchez y el diseño expositivo a Luis Antonio Suárez. A todos ellos habrá de felicitárseles por los logros obtenidos. El marco de la exposición es el edificio de la antigua plaza del pescado, sita en Trascorrales, que tan mimada estuvo por el alcalde don Gabino de Lorenzo.

El programa expositivo resultaba obvio: seguir el orden cronológico de los monarcas cuyos retratos se presentan al público: Pelayo, Favila, Alfonso I, Fruela I, Aurelio, Silo, Mauregato, Bermudo I, Alfonso II el Casto, Ramiro I, Ordoño I y Alfonso III, en total, los doce de la fama, para repartirse la cronología astur desde el año 718 hasta el de 910.

La finalidad ideológica subyacente podría resumirse en un afianzamiento para la monarquía asturiana y para vindicar la importancia de la diócesis ovetense, conseguida, sobre todo, con la confección del Liber Testamentorum, en el “scriptorium” del obispo Don Pelayo, así como un enaltecimiento de la monarquía española de todas las épocas.

Los retratos de los monarcas asturianos fueron pintados por el pintor sevillano José Luis Rodríguez de Losada, entre los años 1890-92, que tomó como apoyatura para su obra las líneas de la “Pintura de Historia”, tan en boga en el siglo XIX, que buscaba ser “espejo de la conciencia nacional”, llevada a plena exaltación desde la lejana Edad Media, realzando las ideas de independencia, unidad y predestinación histórica de la nación española. Los cuadros fueron adquiridos en 1942 por el Ayuntamiento de Oviedo al duque del Infantado, por un precio de mil pesetas cada uno.

Como apoyaturas del desarrollo ideológico, las comisarias de la exposición han recurrido a la ilustración paralela de cada uno de los rostros de los monarcas asturianos a tres fuentes que, con idénticas pretensiones de exaltación patriótica, tuvieron el respaldo de un mecenazgo eficaz de la monarquía hispana.

Recurren, en consecuencia, a las representaciones en escultura pétrea del que ha venido en llamarse el Jardín de los Reyes Caudillos. Nueve de las esculturas o retratos son obra del escultor Gerardo Zaragoza, la de Alfonso III fue obra de Manuel Álvarez Laviada y la magna escultura de Alfonso II el Casto fue realizada por Víctor Hevia.

Se recurre asimismo a otras series de retratos de los monarcas asturianos: la colección, ordenada por el católico rey Felipe II a don Hernando de Ávila, para el Salón de los Reyes del Alcázar de Segovia, serie que se inicia con los doce monarcas asturianos, que constituyen una auténtica base para la soberanía real, expresada en las espadas y los cetros.

Aparece también en la exposición la serie publicada por Manuel Rodríguez en su obra “Retratos de los Reyes de España desde Atanarico hasta nuestro Católico Monarca Don Carlos III”, obra en seis volúmenes publicada en Madrid entre los años 1782 y 1797, insertando en los principios de la monarquía “la raíz originaria” de los reyes visigodos y de la monarquía asturiana.

La culminación o cénit de la exposición se logra con la inclusión de la espléndida reproducción de la lauda de Itacio, cubierta de sarcófago, fechada en el siglo V y construida con mármoles extraídos de las canteras de Estremoz, en las cercanías de Mérida. Una hermosa inscripción en un dístico elegíaco latino resume ideas sobre la inmortalidad y la eucaristía, como elemento alimentador de esperanzas de resurrección y de vida eterna.

Te la recojo transcrita y en una personal traducción: “Inclusi praetioso marmore tenerum corpus/aeternam in sedem nominis Ithacii”. (“Tuve encerrado en mi precioso mármol el tierno cuerpo del personaje Itacio, destinado a las moradas eternas”).

Si deseas empaparte de espíritu del pasado medieval de nuestra monarquía asturiana, no dejes de visitar en Trascorrales la sumamente pedagógica exposición, que te refleja, a través de “Los rostros de la monarquía asturiana”, vivencias de un pasado glorioso para nuestra Asturias. Mucho has de disfrutar de los frutos conseguidos por sus realizadores.

Si también te mueve el ansia de visitar el original de la “Lauda de Ithacio”, en el Panteón Real de la capilla de Nuestra Señora del Rey Casto, en la ovetense catedral, podrás contemplarlo, para tu pleno disfrute y satisfacción. La monarquía asturiana resultará para ti mucho más familiar cuando visites sus “rostros” en la exposición, que el Ayuntamiento de Oviedo ha impulsado para que se conozca mejor el patrimonio, que es prenda lograda de los significativos esfuerzos de los que en Asturias nos han antecedido.