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Mitomanía y astucia

8 de Agosto del 2017 - José Antonio Coppen Fernández

Mitomanía. De entrada, señalar que detestamos a las personas mentirosas. La verdad es que una cosa es decir una mentira piadosa y otra muy distinta convertirse en mitómano. La mitomanía es la tendencia a ejercitar la mentira de manera compulsiva. Es decir, tendencia o inclinación patológica a fabular o transformar la realidad al explicar o narrar un hecho. En realidad, el mentiroso patológico falsea la realidad como vía de escape, y para hacerla más soportable incluso puede tener una imagen distorsionada de sí mismo, generalmente con delirio de grandeza, para obtener atención e incluso admiración. Y en muchos casos entran en un círculo vicioso que les acaba dejando solos en el laberinto de sus mentiras. Eso sí, tienen un miedo constante a ser descubiertos de sus mentiras. Ya se sabe, por otra parte, que ser mentiroso conlleva disponer de una buena memoria para poder urdir la urdimbre de la fabulación con éxito. Podemos añadir que si bien todavía existe escasa investigación al respecto, parece que la mitomanía es más frecuente en los hombres, encontrándose sus orígenes en determinadas características de la personalidad que irá conformando el hábito de mentir. El mitómano suele ser narcisista, tener baja autoestima y deficiencia en habilidades sociales. Podríamos añadir que el mitómano miente para ganar prestigio, manipular a los demás y también para hacer daño.

Astucia. Digamos ya que el hombre astuto sabe aprovecharse bien de las ocasiones favorables a sus propósitos y eludir las que le son adversas, y no sólo eso, hasta sabe prescindir de su astucia cuando ésta no le sea necesaria o pueda ocasionarle efectos contrarios a sus deseos. No hará falta decir que la astucia no actúa de frente, sino que se trata de ocultar todo lo posible para no ser descubierta, porque una vez descubierta deja de ser astucia. Por lo general, al astuto no se le vence con fuerza, porque la astucia sabe burlar los ataques y hacer que los golpes den en el vacío. Y es que en realidad al astuto sólo se le vence bien con otra astucia mayor. Hay que decir que es difícil prevenirse contra la astucia, ya que se desconoce la manera como ha de actuar. Tiene un gran inconveniente, si llega a vislumbrarse algo de su modo de obrar, quien la emplea acaba cayendo víctima de su propia astucia. No debemos ser tan cándidos que por nuestra propia iniciativa cerremos voluntariamente los ojos para no ver el mal; tengamos por nuestra parte la suficiente astucia para desenmascararlo cuando se nos presente disfrazado de bien.

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