A qué esperamos
Se han levantado los vientos reaccionarios en contra de los trabajadores del aeropuerto de Barcelona por ponerse en huelga en pleno agosto, perjudicando así a los viajeros - muchos trabajadores supongo - en búsqueda de sus vacaciones soñadas.
Como ocurre siempre, las culpas y las maldiciones van dirigidas al eslabón más débil de la cadena sin pedir responsabilidades al gobierno que privatiza un servicio imprescindible, a la concesionaria AENA que subcontrata a la baja y a EULEN en este caso, que trata de obtener beneficios a costa de las condiciones salariales de sus empleados.
Este conflicto es el ejemplo claro de lo que está ocurriendo en este país. Salida técnica de la crisis según las estadísticas que pregona el gobierno, pero que se ve reflejada en los beneficios empresariales de las grandes corporaciones y empresas del IBEX con pensiones escandalosas de sus directivos, crecimiento brutal de las remuneraciones de los consejeros y por contra una negociación colectiva donde arrancar más allá del 1% de subida en los convenios es aceptable o aplicar a las pensiones el 0,25 % supone no congelarlas, en palabras de la ministra del ramo.
La situación social es insostenible porque no se puede seguir apretando más las economías familiares, donde se soporta las mordeduras de la crisis a través de la solidaridad generacional de los abuelos y los padres que mantienen unos ingresos fijos, aún a costa de renunciar -porque así fueron criados- a niveles de bienestar y calidad de vida que son habituales en nuestro entorno europeo.
También se condenan las manifestaciones en contra de la masificación del turismo que produce carestía de productos básicos y dificultades con la vivienda, aparte de comportamientos poco cívicos en algunas zonas; pero resulta que al escarbar aparece efectivamente un descontento vecinal que hay que resolver.
¿Pero cuanto reciben los trabajadores en los meses de verano de esta "bendita invasión" que llena muchos bolsillos de empresarios de hostelería, hotelería, empresas de ocio, etc.? Muy poco; salir del paro maldito a costa de trabajar muchas horas, mal retribuidas y ser cifra estadística en las encuestas de la EPA o el INEM. Pero futuro ninguno.
Claro que no todos los colectivos tienen la fuerza por su proyección mediática, como los empleados de aeropuertos, donde se anuncian más paros, para forzar una negociación seria sobre sus condiciones laborales, aunque se vea distorsionada por la aplicación de medidas ilegales como un laudo. Pero esto es imparable. La clase política, los empresarios, los sindicatos, la ciudadanía con sus votos, debe plantearse de inmediato sacar a este país de las estadísticas de pobreza, salarios ridículos, pensiones insuficientes, estado de bienestar tocado para dejar de ser un estado fallido en una Unión Europea que a pesar de la crisis, sigue estando en sus quince países donde nos integramos, muy por encima de nuestro nivel de vida.
A qué esperamos.
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