La venganza

17 de Septiembre del 2017 - José Antonio Coppen Fernández

De entrada, el mejor modo de vengarse de un enemigo es no parecerse a él. Añadamos que la forma más sutil de la venganza es el desdén, o sea, la indiferencia, el desprecio. Cuando alguien nos causa un daño, a menudo pensamos más en tomarnos la revancha que en aplicar a la herida la curación más adecuada, que pocas veces consiste en vengarse. Convengamos que, con el paso del tiempo, la reacción suele apaciguarse y, aunque no todo el mundo consigue perdonar a sus agresores, es la distancia, la resignación o la inteligencia las que ponen de su parte tierra para enterrar el asunto. De todos modos, en homenaje a Jacinto Benavente, invocamos su aseveración: “Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes”.

Ahora bien, cuando nos encontramos con un ser vengativo, hemos de tener en cuenta que no olvida, son muy dañinos. Las ofensas ocupan a todas horas su pensamiento: “Ésta se la guardo” es una de las expresiones que más se emplean. Reconozcamos que la venganza es una palabra inhumana. Francis Bacon advirtió: “La venganza es una justicia salvaje”. Pero no lo es sólo por las tragedias que provoca, sino por el efecto destructivo que causa en sus agentes. Persigue un objetivo injurioso antes que reparador. Consiste en forzar al que haya hecho algo malo en sufrir el mismo dolor que él infligió o asegurarse de que esta persona o grupo no volverá a cometer dicho daño otra vez. No vamos a entrar en la versión de la vendetta, que es la venganza entre familias rivales o clanes mafiosos, pues es harina de otro costal.

Claro que la venganza es una justicia salvaje. No se puede vivir pendiente de los desquites porque tiene un alto precio psicológico, además del envilecimiento moral. Y es que al ejercer simultáneamente las condiciones de víctima, de juez y verdugo, que no son otras las condiciones que adquiere el vengador, pierde el rumbo, se autoaniquila. Por eso, sin lugar a dudas, sería mucho más noble, juicioso y rentable invertir todas esas energías en el cultivo del perdón o de ese eficaz sucedáneo suyo que es el olvido. Y nada de pensar en ese proverbio que dice: “La venganza es un plato que se sirve frío”, que proviene de una novela del siglo XVIII titulada “Las amistades peligrosas”, escrita por el oficial francés y general del Ejército Pierre Choderlos de Laclos.

Digamos, por último, que la venganza ha formado parte del comportamiento humano desde sus orígenes. La literatura la ha usado a lo largo de su historia, de las tragedias griegas al “Hamlet” de Shakespeare.

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