Fraternidad a fondo perdido
Comentar el Evangelio del perdón se hace difícil en este mundo que respira violencia continua; el odio y la sangre están envenenando pueblos, razas y naciones enteras, y la espiral de la violencia sube cada vez más alto hasta amenazarnos a todos; así las palabras de Jesús suenan como venidas de otro mundo: “No os digo que perdonéis siete veces, sino 70 veces 7”; o sea, “la fraternidad es la meta del cristiano”. Como cristianos hemos de adoptar la actitud del Señor: “Perdonar a fondo perdido”.Todos los hombres y mujeres deseamos ser felices, no basta tener mucho dinero o mucho poder, ¡es necesario amar y ser amados y aceptados, ya que nuestra felicidad necesita perfecta armonía con los demás, incluso mucho humildad y amor fuerte para gozar en la familia, en nuestros trabajos de oficina, fábrica, escuela, estudios superiores... Para construir esa paz y fraternidad tenemos dos fuertes valores: el amor y el perdón a flor de piel; creo que como cristiano debo ser pronto para perdonar y recordar que muchos santos y nosotros también somos pecadores a quienes Dios perdonó antes. A todos: debemos estar cercanos a unos y otros, que sepan y vean que nuestros brazos están abiertos para acoger a quienes nos han ofendido. Así obró Dios continuamente con nosotros, tenazmente y amándonos cuando nos habla en el Evangelio, cuando se abraza a la cruz y desde ella nos perdona y nos espera oteando los cuatro caminos que nos llevan a Él. La conclusión es clara: ¡hemos de perdonar siempre!
Jesús contrasta la grandeza del alma del rey que perdona 10.000 talentos, o sea, hoy unos 18 millones de euros, y la mezquindad del empleado que no perdona a su compañero ni siquiera 32 euros; nosotros nos indignamos ante semejante miserable, pero no caemos en la cuenta que Jesús nos retrata en su parábola. Uno de nosotros o cualquier nacido reciente es millonario sin que lo hayamos pedido: tenemos ojos, oídos, manos, piernas y muy dentro inteligencia y voluntad; o sea, alma y cuerpo y donde vivir, pero siendo ciego, ¿cuánto pagarías tú por un ojo?, ¿o por las manos o piernas? Y además, Dios nos dio el sol, la brisa, el agua; multitud de colores en las flores; animales que nos alimentan o acompañan, como mi gato “Missino”, que me seguía hasta en mis visitas a los feligreses, ¡por encima de todos ellos están nuestros padres, hermanos y buenos amigos! ¡Cómo nos quieren!; según crecemos saboreamos la familia y la pandilla de amigos; con ellos hemos jugado, rezado, cantado, comido, subido a montañas y picos difíciles, nos bañamos en mares y ríos –nadando a velocidad los “5 amigos”; ¡cuánta sabiduría recibimos acumulada en libros y profesores! Agradezco a Dios haber hecho la “mili” y la prácticas de alférez en África, donde aprendí a montar a caballo, que me valió siendo párroco para atravesar montañas y riachuelos con la yegua “Cuca” entre Villaviciosa y Colunga. Amigos, también, “siempre unidos” hemos experimentado que Dios es como una buena madre que se conmueve cuando el hijo le dice “quiero ser mejor, ayúdame” y notamos que el Señor sonríe, porque perdonar es más que olvidar: es abrazar con más fuerza al que nos ofendió y entonces viviremos de nuevo nuestra amistad; que Jesucristo nos siga infundiendo fuerte voluntad para seguir perdonando a los de casa, a los del trabajo, en la calle o en el autobús. Y al dar la paz en la misa recordamos a los que conocimos desde niños o niñas; y luego todos a la mesa del Señor... ¡qué cantos fundida la luz de Dios con la luz del alma, qué claridad de pronto, qué silencio! ¡Gracias!
José Fuentes y García-Borja, canónigo de la Catedral de Oviedo
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