Depredadores
La columna del lector
Depredadores
C. Javier Brandy Linares, Avilés
Sierra de la Culebra, Zamora. Uno de los mejores sitios de la península para observar al lobo en su estado salvaje durante todo el año. Además, en los meses de septiembre y octubre, eso se complementa con el fantástico espectáculo del cortejo de los venados: la berrea.
Ocho de la mañana de un frío domingo. Veinte personas disfrutábamos con la observación en la distancia, sin molestar, de aquel regalo de la naturaleza. El sonido ronco nos llegaba por ambos lados en un alarde de poderío y excitación. Manadas de siete u ocho hembras comiendo y mostrándose indiferentes, pero vigiladas de cerca por el macho dominante. El lobo no se dejaba ver, pero ahí estaba, era su territorio de caza y cría, no podía andar lejos. Depredador y presa juntos en cuatro kilómetros cuadrados.
En el horizonte aparece una nube de polvo. Un vehículo todoterreno interrumpe en el valle por una de sus pistas. Lo perdemos de vista entre los arbustos. Transcurridos unos minutos oímos lo que todos nos temíamos: cuatro disparos. Como por truco de magia, los venados desaparecen de nuestros telescopios, nada de berreos, ni rastro de vida. El mismo vehículo vuelve a hacer su aparición y se bajan cuatro personas; dos van vestidas de verde y se intuye que son cuidadores del parque, las otras dos, con botas, gorra y jersey, son los depredadores. Lo que ocurre después se supone y se sabe, pero verlo en primera fila trasmite emociones contradictorias. Se acercan al venado muerto, fotos en cuclillas, conversación, cuchillo y corte en el cuello. Se alejan con su trofeo del domingo ante la mirada impotente de todos los presentes. Se suben al todoterreno y se pierden tras la sierra. Nosotros hacemos lo mismo. Recogemos y damos por terminado nuestro domingo de ocio, aunque no tan satisfechos como otros, y todo porque no hemos podido ver al depredador que queríamos.
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