Brecha social
Parece que fumar mata, al menos, eso pone en el exterior de la cajetilla que acabo de comprar, acompañada de fotos explícitas, de las que apartas la vista, que da pena mirar, pero la precariedad laboral mata cada día a más gente. Ignoramos el daño que puede ocasionar trabajar, ya que no nos muestran las fotografías del siniestro, pero parece demostrado que perjudica seriamente a la salud de los asalariados. Aumentan las muertes en el trabajo y el número de accidentes laborales desde 2013. Según datos del Ministerio de Empleo, en los primeros seis meses de 2017 han muerto 300 trabajadores en accidentes laborales, 19 más que en el mismo periodo del año pasado. ¿Tendrá en esta tendencia al alza algo que ver la entrada en vigor de la reforma laboral del PP? Pues sí, ya que el aumento se viene produciendo un año después de su entrada en vigor en 2013. No duden de las estadísticas, nunca engañan, pero hay quien no aparece porque carece de contrato, cobra en negro y no cotiza a Seguridad Social.
Los ricos también lloran o se tienen que morir lo mismo que nosotros, son las dos frases de consuelo que les queda a los que caminan a dos velas, mirando de no malgastar la cera, que les alumbra en la penumbra, pero todo es oscuridad. La brecha social crece con 58.000 nuevos ricos y 1,4 millones de pobres en cuatro años. ¿Alguien da más? Al calor de la crisis, que creímos que en mayor o menor medida, había afectado a casi todos por igual fue desigual, algunos han hecho caja. El patrimonio del 0,4% de la población supera en valor el 50% del PIB, mientras las rentas bajas se desploman y 5,4 millones de contribuyentes ingresan ya menos de 6.000 euros al año. Los datos del Impuesto de Patrimonio, entre los años 2011 y 2015, son como la prueba del algodón, o un descosido en el bolsillo del pantalón, no engañan.
A cualquier acontecimiento digamos trascendente (y si no, lo mismo) enseguida le bautizamos con un nombre. El reconocimiento de lo diferente, que va implícito en nuestra naturaleza, nos quita el miedo a las cosas que no nos resultan cotidianas. ¿Es en realidad un golpe de Estado lo que se está dando en Cataluña como afirman algunos buscando incluso más protagonismo que los independentistas? Para nada, pues donde no hay nación, no puede haber golpe, en todo caso un golpe de Gobierno autonómico (en parte) a las instituciones españolas en una región española. Todo esto qué parecido guarda con el sensiblero mundillo de las revistas del corazón. El sensacionalismo, en política, también da titulares.
Los aficionados del Sporting de Gijón, que mostraron muy poca educación en el derbi asturiano, atacaron con piedras los autobuses donde viajaban sus ídolos y el gol del empate del ovetense Toché, a escasos minutos del final del partido, fue celebrado con el lanzamiento al terreno de juego de una botella de cristal vacía y otros objetos contundentes. Los violentos eran pocos, pero hicieron mucho ruido, además de dar un espectáculo deplorable. ¿Están mejor educados los jóvenes de Oviedo, a los que llaman 'carbayones', que los de Gijon, a los que denominan en tono despectivo los del 'culo moyao'? Los antidisturbios, que tuvieron que actuar de suplentes del árbitro fuera del campo y de padres eventuales de las criaturas, dieron el pitido final: educación del Oviedo, 10; poca vergüenza del Sporting, 11.
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