No en nombre de la Iglesia católica
Cuando el mensaje evangélico queda postergado para poner en primer lugar el de la política y la ideología personal, se cae en la "mundanidad" convirtiendo a ésta en un diosecillo al que se sirve entusiastamente sin tan siquiera percatarse de ello.
Tristemente es el caso de casi trescientos sacerdotes y veintiuno diáconos de las diócesis catalanas, subyugados por el separatismo catalán. Han emitido una declaración manifestando que "conviene ser escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán". Dicen basarse en "valores evangélicos y humanísticos" para defender la celebración del referéndum ilegal del uno de octubre, que consideran legítima y necesaria. Y se encargan de asegurar que sus ideas están en sintonía con sus obispos.
Inmediatamente la repercusión de esta declaración ha venido a atraer a doce entidades religiosas catalanas, que se han sumado rápidamente para defender el separatismo, rechazando las actuaciones del Estado español y haciendo una llamada a las movilizaciones en defensa de las instituciones catalanas.
Por otro lado, los obispos catalanes que tienen claro, y así lo declaran, que "la Iglesia quiere ser fermento de justicia, fraternidad y comunión" suplican a los católicos que pidamos "la bendición de Dios sobre Cataluña", sin que hasta el momento hayan rectificado o corregido el comunicado de sus casi 300 sacerdotes, 21 diáconos y 12 entidades religiosas.
Unos y otros defienden a ultranza, como se ve, a una parte de la sociedad catalana despreciando a la otra que parece ser más mayoritaria, y olvidándose también del conjunto de los españoles, desdeñando el buscar y defender el bien general en aras de la justicia, la fraternidad y la comunión.
La fraternidad y la comunión de las que hablan, así como la justicia, no pueden desarrollarse ni establecerse en una sociedad mientras un grupo de ella al que defienden venga a imponer al resto de los ciudadanos -la mayoría- sus intereses mediante la coacción, la confrontación, la división, el enfrentamiento, el miedo, la rebelión, el delito continuado, la ilegalidad y hasta el odio. No es propio de sacerdotes, diáconos y entidades religiosas católicas tomar partido por quienes vienen a desestabilizar la convivencia pacífica creando discordia y preocupación.
Los católicos pedimos por Cataluña, ¿cómo no?, pero en primer lugar pedimos por España y sus ciudadanos, a los que les asisten unos derechos que no pueden minimizarse ni anularse.
En nombre de la Iglesia, por favor, no. No creen separatismos y partidismos dentro de ella, ni tampoco en la sociedad. Mal favor le hacen utilizando su nombre para amparar y dar crédito a sus ideologías personales que resultan, por cierto, muy discutibles.
Inés Morán Álvarez, Oviedo
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