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El victimismo y la realidad

20 de Octubre del 2017 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Erich Fromm trató el tema en "Miedo a la libertad", pero hay otros libros sobre ese ánimo que grita independencia y conduce a la esclavitud. Desde aquel primer acto de rebeldía que rompió la armonía con la naturaleza, hemos creado un entramado social con la ley y el orden para ser. Romper con la ley y el orden es quedar fuera del sentido moral, de la propia comunidad y de ser.

El victimismo establece diferencias, pero no para integrarlas luego en la unidad, sino para decretar que el otro es diferente, culpable y agresor. Podría verse como maniqueísmo, y de suyo lo es, porque exige radicalizarse sobre el tema para así no tener que dudar o reflexionar sobre que el otro puede llegar a tener razón. Desde esa radical violencia argumental de que todo lo malo es del otro, es imposible dialogar. Porque de intentarlo, acabaría siendo uno víctima del rechazo y de ese trastrocarlo todo. El victimismo sólo busca dominar al otro usando su desprecio, porque su esencia es apreciarse a sí mismo en cuanto contrario del otro. El victimismo es, por tanto, una manifestación de falta de autoestima convertida en arrogancia. No es porque el victimista quiera ser víctima (que eso es masoquismo), sino que lo que quiere es poder justificar una especie de sadismo camuflado de víctimismo contra el otro. Al final siempre acaba haciéndose daño a sí mismo y a todos los demás. A eso, el historiador de la economía Carlo M. Cipolla, lo clasificaba como estúpido.

El nacionalismo, desde su victimismo, siempre trastrueca toda argumentación en contra, para volverla contra su interlocutor. Si le acusas de nacionalismo te dirá que tú eres el nacionalista. No querrá ver la diferencia de que tú integras y aglutinas y él intenta separar. Es como un frontón en el que rebotan las argumentaciones sin posibilidad alguna de que se traspase su dura pared. Nunca concibe trastrocar la esencia de sí mismo como victima, pues él, cuando arremete, nunca es el agresor, y te dirá que el agresor eres tú. En el victimismo no ocurre como cuando los roles de victima y agresor son fruto de una trágica equivocación (como en la película "Enfrentados" de David Von Ancken) cuando los serafines caen en el infierno de una relación trastrocada por la tragedia, con la victima convertida en agresora que busca venganza. Pero al victimismo no le asiste realidad alguna de haber sido agredido, salvo su sentimiento victimista. Sentimiento que le esclaviza haciéndole sentirse agredido, al no concedérsele sus caprichos infundados. Es ahí, en ese galimatías y trastrocamiento de argumentaciones (que no de roles), donde reside su incongruencia que, sin embargo, es real para ellos. El nacionalista no percibe la realidad externa, sino su realidad interna: sentirse víctima es la esencia de su ser real.

Si ha habido alguna equivocación, fue haber educado para esa realidad de un nacionalismo excluyente secesionista desde el victimismo. Capaz de replicar con expresiones como: ¿quién ha dicho que la integración es un valor moral "per se" mayor que la secesión? Un galimatías. Pero en fin, de galimatías va esto. El victimista busca más victimismo trastrocando conceptos y alimentando rencor. Dirá que somos nosotros los que le odiamos porque no les dejamos ser. Pura mentira, pues su bloque solidario margina a los otros catalanes que, siendo catalanes, sí que podrían ser, si los nacionalistas les dejasen ser (de nuevo el galimatías). ¡Cuántos sacrificios más exigirán a sus víctimas los nacionalismos!

Carlos Muñiz Cueto, Gijón

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