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Del celo catalán a la dejadez asturiana

31 de Octubre del 2017 - Higinio del Río Pérez

Frente al celo del nacionalismo catalán en el tratamiento de su historia identitaria, construida a menudo sobre tergiversaciones y falsedades, y utilizada luego en las escuelas como herramienta de adoctrinamiento, está la dejadez de los asturianos en el cuidado de nuestra memoria. Tan censurable es una cosa como otra. Si hiciésemos una encuesta en cualquier punto del Principado, comprobaríamos el desconocimiento que existe (no sólo entre los estudiantes) acerca de los hechos históricos más destacados, los perfiles de los lugareños más notables, los monumentos y el patrimonio urbanístico y la geografía del territorio en el que habitan.

En la mayoría de los casos, probablemente, esta pérdida de las señas de identidad no se debe a la falta de libros y publicaciones de todo tipo, sino al hecho de que aún no se ha encontrado (quizás ni siquiera buscado) el modo de aprovechar la bibliografía existente como recurso educativo en las escuelas e institutos. Estamos huérfanos, en este sentido, de iniciativas como las del maestro Francisco Mijares Mijares (1850-1936), autor de la “Monografía geográfico-histórica del concejo de Llanes”, un texto paradigmático y de gran eficacia docente del que se publicaron dos ediciones (1902 y 1904), utilizado en las aulas llaniscas durante décadas. El sentido común de Mijares es una pauta a seguir. O debería serlo.

SUMARIO: Lorenzo Laviades y la literatura para saber de dónde venimos

Aun cuando se careciera de libros históricos de referencia, siempre encontraríamos a mano, en todo caso, obras literarias que tienen la virtud de enseñar, de ilustrar, de aportar claves sobre la historia y la vida de los distintos territorios. La utilidad, por ejemplo, del poema “¡Ni con muchu!”, de Ángel de la Moría, para explicar en una clase de Ciencias Naturales la variedad de la fauna y la flora que se localiza en el concejo de Llanes está fuera de toda duda.

Uno de esos libros cargados de elocuencia e información sobre la idiosincrasia de una villa costera de Asturias es la breve novela “Blas el pescador”, de Lorenzo Laviades, dolorosamente recluida en el olvido desde su publicación en 1986 (una obra que Ignacio Gracia Noriega situó en la línea de “José”, de Armando Palacio Valdés, o “Sotileza”, de José María de Pereda). Hay en sus páginas una minuciosa descripción de lo que era el puerto de la villa en los años veinte, una crónica novelada que discurre por la calle Mayor, el Sablón, Cimadevilla, la Callejina de las Brujas, la plaza de Santa Ana, el Campu del Gatu y el barrio Bustillo. Un relato en prosa costumbrista en el que salen a relucir los indianos, las fábricas de conservas y salazón (como la de Conde y Teresa), el colegio de La Arquera y buena parte de la iconografía del microcosmos llanisco. Está reflejada en el libro la vida cotidiana de los pescadores, sus adversidades, el instinto de supervivencia, las costeras del bocarte, del bonito, de la sardina y del besugo, los golpes de mar, la venta de las pescaderas por las casas de la gente adinerada y la densa atmósfera de lucha de clases, escenificada en la visión del edificio del Casino. Hay ahí, en apenas noventa páginas sencillamente escritas, todo un compendio de modos de vida, de tradiciones y de identidad. De historia, en suma.

Lorenzo Laviades trabajó muchos años en Madrid, en una oficina bancaria, y fue fiel colaborador del semanario “El Oriente de Asturias”. Cuando se jubiló, regresó a su Llanes natal, y era fácil verle de tertulia en el Puente, oteando el presente y, sobre todo, el pasado. Dentro de poco se cumplirán veintisiete años de su muerte, y aquí ya muy poca gente se acuerda de él… Nos haría falta una pizca del celo catalán.

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