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El disgusto de hacerse mayor

22 de Noviembre del 2017 - José Antonio GUTIÉRREZ GLEZ. (Piedras Blancas)

Saber envejecer es el arte de saber vivir.

Envejecer es un proceso del desarrollo humano al que es necesario adaptarse. La vejez supone para la persona mayor desafíos, logros y frustraciones, dificultades, debilitamiento físico progresivo, la pérdida de seres queridos y la muerte. Hay, pues, alegrías y penas, conflictos y soluciones, conquistas y derrotas, sufrimiento.

No se puede mirar a las personas sólo por su edad. La juventud es una ilusión que se debe mantener a pesar de los acontecimientos temporales que nos llegan. Cuando se renuncia a ser joven, es cuando la vejez se presenta y borra las ilusiones; hay que estar en el tiempo y en el espacio que correspondan. La juventud reside también en el corazón y en la voluntad, no solamente en las arterias.

Con la edad perdemos memoria y agilidad física, pero nuestra visión del mundo es más amplia y eso proporciona mayor dicha. Hay un estudio de la Universidad de Harvard que afirma que las personas, cuando pasan de los 65 años, no sólo mejoran en inteligencia sino también en felicidad. Lo peor es que los gobernantes deciden declarar viejos a quienes todavía no lo son, enviándolos a casa por decreto. Jubilar a los 65 años puede ser un error para según quién: catedráticos, abogados, notarios, médicos... lo importante es ser útil. Sí, con la vejez también se pierde fuerza y vitalidad, pero se gana reflexión y buen juicio. Es lamentable el menosprecio que la sociedad moderna exterioriza por las personas mayores porque cree que no se necesita de la experiencia de personas de edad avanzada.

La población senil de España aumenta de modo exponencial, y al mismo tiempo alarmante; al menos eso dicen las estadísticas. Sin embargo, la esperanza de vida no siempre describe una realidad y es, por tanto, cuestionable. Por esperanza de vida se entiende una sensación ilusionada, una proyección hacia un futuro que mejora el pasado y el presente. Por desgracia, las condiciones de vida de muchos de nuestros mayores invitan más a la esperanza de muerte, a causa de las numerosas insuficiencias que presenta nuestro sistema asistencial. Y, no obstante, los mecanismos de ayuda a la vejez y las posibilidades de asistencia social nunca habían estado tan presentes y extendidos como ahora.

Por último, de la vejez se han dichos muchas cosas. Recuerdo haber leído no hace mucho tiempo que el escritor italiano Alberto Moravia escribió que la vejez “es una enfermedad, y quien la padece, de hecho, acaba por morirse”. Este sarcástico comentario de Moravia podría escandalizarnos si no tuviésemos en cuenta que el escritor lo pronunció siendo muy mayor, y perfectamente consciente de lo que decía. Conozco, asimismo, a una persona, con más de 80 años, que cuando le preguntan cómo se encuentra, responde: “Muy bien, dentro de la gravedad”.

Así es la vida y, por tanto, debemos tomarla con mucha filosofía.

José Antonio Gutiérrez González

Piedras Blancas (Castrillón)

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