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No hagáis hostil al bable

22 de Noviembre del 2017 - Enrique Portilla (Oviedo)

Nuevamente me permito plasmar unos pensamientos sobre el ya debatido asunto de la oficialidad del bable, cuestión que actualmente vuelve con virulencia en el escenario político.

Soy un asturiano más, que nació y desarrolló su actividad profesional durante medio siglo en la cuenca minera del Caudal. Conozco esos valles y casi todos los de la geografía asturiana, y tengo el oído perfectamente acostumbrado a percibir y almacenar palabras, giros, expresiones, inflexiones, tonos, soniquetes, etcétera en un continuo diálogo con las personas. Me seduce y disfruto de la autenticidad de estas situaciones y soy, en definitiva, un enamorado de mi tierra asturiana, de todo su entorno, de su gente y sus expresiones e idiosincrasia.

Por estas razones me duele, me irrita, me cabrea y me entristece el uso que se está intentando hacer del bable por un sector del espectro político con unas tendencias perfectamente definidas y nada integradoras.

Sorprende con la irresponsabilidad que se lanzan afirmaciones, discursillos y se inventan falsas estadísticas sobre lo que ellos denominan que “el pueblo lo demanda”. Eso no es cierto. El “pueblo” demanda otras cosas que nos hagan salir del letargo en el que estamos inmersos y en el trasfondo de estas campañas subyace un interés personal, por otra parte legítimo, en el que cada uno busca su “curro” donde puede. Y en este sentido, el número de “nuevas plazas” sería muy extenso y su coste también. Calculen los puestos que se necesitarían en la enseñanza primaria, secundaria, universitaria así como en la administración con los correspondientes inspectores, traductores, etcétera.

Otros sectores de la política han mantenido unas posturas coherentes donde han rechazado esa oficialidad, si bien ya aparece alguna debilidad existiendo algunas manifestaciones admitiendo que hay “que buscar solución a esta situación”. La estrategia es sencilla; creamos un problema y luego le buscamos un arreglo que nos favorezca a nuestros intereses.

Aún me apena más el ridículo y mofa que se hace del bable cuando los pretendidos valedores salen muy ufanos en la TV asturiana. Balbucean su bable, que consiste en repetir insistentemente el “ye”. Quitar la O sustituyéndola por la U, y corre la misma suerte la pobre J, que la envía al exilio la X. De vez en cuando aparece una palabra en auténtico bable, o bien inventada, para exhibir que “falamos el bable”. La U de Oviedo, Uviéu, como otras muchas, es artificial.

Vean las entrevistas que se hacen en la TV, no todas, y verán la disarmonía entre el entrevistador/ra y el entrevistado/da. Uno pregunta en su bable forzado, alambicado, y la respuesta que es sencilla, entrañable, auténtica, en su bable.

¿Qué me dicen de las retransmisiones de un partido de fútbol en “asturiano”? Por favor, seriedad.

Esos promotores, en sus diferentes versiones, son absolutamente incapaces de mantener un diálogo, un discurso, porque carecen de vocabulario, como no sea leer unas cuartillas previamente conformadas donde en ocasiones se busca la palabra en asturiano y luego colocamos el contexto.

Busco algo “positivo” en esa ansia de hacer al bable oficial y obligatorio. ¿Quizás acorazarnos e impedir que en los concursos de méritos para cualquier plaza aparezca este requisito del conocimiento lingüístico? Cometeremos la misma injusticia que en otras autonomías donde ese “mérito” se superpone y prevalece puntuando más que otros puramente profesionales, eliminando de esta forma posibles competidores. Si así ocurriese por imposición legislativa está claro que sería legal pero no justo, como ya ocurre en otras regiones de España.

Defiendo el asturiano auténtico. No es necesario “bablelizar” palabras castellanas, españolas, para enriquecer la “llingua”. Defiendo la permanencia y desarrollo de la Academia de la Llingua con la importante misión de mantener y trasmitir todo lo concerniente a la riqueza cultural del asturiano, pero que se desvincule de todo color político. Actualmente va de la mano de quien va. No hay más que fijarse en los estandartes y banderas que aparecen en cualquier manifestación reivindicativa.

Hagamos del bable algo que quien lo desee, lo conozca y practique pero que no sea motivo de discordia, que no está entre las prioridades de los asturianos. Que es y debe ser un lenguaje coloquial y nunca una norma impuesta. No hay que buscar e inventar otro idioma. Ya tenemos uno universal: los resultados catastróficos para la convivencia derivados de las inmersiones lingüísticas son de todos conocidos. No añadamos uno más y convirtamos al bable en algo hostil. Todo lo que no sea otra cosa, será motivo de enfrentamientos, división, empobrecimiento, y más parcelaciones. Mal rollo!

Enrique Portilla, Oviedo

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