Si este Niño fuera mi amigo
Yo le pediría que los hombres no sigan a la defensiva de algo que parece excesivo en la Navidad: que Dios se haya hecho un bebé en un portal. Como no nos lo creemos, apostamos por la incredulidad para seguir en nuestro egoísmo, o la falsificamos con el consumismo de los regalos, las comidas o las fiestas. Pero la Navidad sigue ahí, recordando que ¡este Dios que no se conforma con disfraces ni apariencias y que se ha hecho hombre con todas sus consecuencias!
También le pediría que se repitieran aquellas locuras que nos cuenta el Evangelio: una Virgen que da a luz, una vieja que deja de ser estéril, un mudo que profetiza, los pastores que se hacen amigos de los ángeles, los Reyes Magos que abandonan sus reinos y sus coronas, y los ángeles que no sabían si estaban en el cielo o en la tierra. Y a los listos de este mundo que se hagan niños, porque con esa arrogancia que tienen no se enteran de nada.
Y, finalmente, le pediría que los creyentes crean en la Navidad. Sólo eso. Porque si se atrevieran a creer serían felices. Y empezarían las locuras en su corazón: la de estrechar entre los brazos a este Niño que es Dios, la de las lágrimas de alegría por ser tan ciegos y la de cambiar el aburrimiento del consumismo por la esperanza de un mundo más vividero.
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