El personaje

13 de Enero del 2018 - marino iglesias pidal (Gijon)

Cuando me enteré de que Belén Esteban había escrito un libro, por cuya publicación suspiró más de una editorial, y que obtuvo un verdadero éxito de ventas, se enfrió por completo mi deseo de ser escritor.

Pero, en un tiempo anterior, entendiendo que resultaba más reveladora, y más fácil de manejar, una imagen real que una imaginaria, buscaba, en la cola del banco, en la parada de autobús, etc., donde estaban a mi disposición el tiempo necesario para darles un buen repaso, tipos peculiares que pudieran encarnar personajes interesantes de mis novelas.

Éste, en cuanto le puse la vista encima, me pareció un tipo de lo más singular. Me resultó algo como de diseño alfabético, una ele de frente, una ese de perfil.

Hombre entre cincuenta y sesenta años. La fuerza de gravedad, excesiva para él por lo visto, le dio a su silueta forma de curva y contracurva en, al carecer de adiposidad alguna que la desvirtúe, carretera estrecha. La línea de las cervicales, como si no pudieran soportar el peso de la cabeza inclinada hacia delante, determina la intrincada topografía de su frente, obligada a encogerse, empujada hacia arriba por las cejas para permitir que sus ojos puedan mirar en horizontal. Conserva abundante pelo gris cuya longitud está determinada por el borde de las orejas, las toca sin sobrepasarlas. Su fisonomía pasaría desapercibida por común, de no ser por la permanente sonrisa, más enigmática que la de Mona Lisa, y más inquietante, quizá porque la línea de sus labios se estira buscando únicamente la oreja izquierda.

Es el hombre que me ha mandado el seguro de hogar. Albañil. Cuando, muy protocolario él, me tiende la diestra, tengo la impresión de estrechar una prótesis de hormigón.

Busca un poro en el desagüe del lavamanos como si buscara la veta de mineral en una explotación minera, sólo le falta la dinamita.

Se llama Manolo. Le he preguntado su nombre para ponerlo, bien grande, en la pestaña de la carpeta, contentiva de sus maneras exploratorias, que pasará a formar parte de mi archivo. No tanto porque me parezca un personaje interesante para una novela, sino para tenerlo bien presente y no permitir que vuelva a entrar en mi casa. A no ser que haya decidido derruirla.

Marino Iglesias Pidal, Gijón

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