El Simancas

31 de Agosto del 2010 - Fermín Alonso Sabada (Oviedo)

El Simancas ha marcado uno de los episodios ejemplares de la Historia de España, en la que, muriendo, vencieron.

El día 20 de agosto de 1936 comienza con un intenso bombardeo sobre el cuartel de Simancas en Gijón. La demolición del cuartel persigue sistemáticamente, desde los cimientos hasta los tejados.

Por todas las partes atacan los rojos. Hay más de diez mil milicianos en torno al cuartel, dentro poco más de doscientos. Un camión blindado acomete contra el portón del patio exterior y lo derrumba.

El cerco es cada vez más estrecho, pero el Simancas desangrado, extenuado, solo, no se apresta todavía a morir, viven horas de máxima exaltación.

El coronel Pinilla, reunido con jefes y oficiales al pie de la columna de La Inmaculada, adopta sin el menor titubeo: «Morir antes de rendirse».

Amanece el día 21 y los sitiados se dan cuenta de los progresos hechos por el enemigo durante la noche.

Todas las piezas de artillería de los rojos disparan sobre el cuartel. Todas dan en el blanco. Las paredes se caen, pero es igual, para defender las ruinas están los héroes. Donde se abre una brecha está un defensor para cerrarla. Hay bajas, muchas bajas, pero el Simancas no se rinde.

Una granada prende fuego en el tejado, las llamas se alzan y se prodiga por las maderas de la techumbre. Un nuevo enemigo tienen los defensores del Simancas. El fuego.

¿Cuántas horas hace ya que se lucha sin respiro? Quién lo sabe. Los atacantes aumentan en número y arrojan bombas de mano y dinamita, pero no bastan el incendio, los cañonazos ni la dinamita para rendirlos.

Los ataques siguen con la misma intensidad. Una gran explosión abre un enorme boquete en una tapia. Un grupo de milicianos penetran por primera vez en la heróica ciudadela. Los defensores logran desalojarlos y le hacen huir.

Nada abate a los defensores del Simancas. Caen muchos pero los que quedan luchan por cien.

Nada abate a los defensores del Simancas. Caen muchos pero los que quedan luchan por cien.

Se combate no se sabe desde dónde porque todo está en ruinas y ardiendo.

De pronto, por dos brechas, entran los asaltantes al cuartel. Avanzan, se desparraman por todas las partes. Los defensores se repliegan al edificio en llamas y allí se aferran y resisten.

El coronel Pinilla envía al Crucero Cervera el siguiente parte: «El enemigo está dentro, disparad sobre nosotros».

El en crucero estas palabras suscitan asombro, pasmo y recelo, y piden al Simancas: «Recibido, despacho, dénnoslo cifrado».

El Simancas contesta: «No hay tiempo de cifrar».

Son las seis y media de la tarde y el último acto de la gloriosa y heróica defensa del cuartel de Simancas empieza a despuntar.

El coronel Pinilla se defiende con un machete. Cosido a balazos cae al suelo y es rematado con bayonetas.

El resto de los defensores del Simancas siguen defendiéndose hasta que la muerte se lo impide.

Poco después, desde un camión, la Bandera del Simancas se exhibe por las calles gijonesas. Valioso trofeo, al desplegarse, muestra los tres colores de sus franjas, la roja, la amarilla y la morada de la repùblica.

Desde el crucero Almirante Cervera se envía al coronel Aranda que está defendiendo Oviedo, el siguiente parte:

«Toda la dotación rinde homenaje, tributo y admiración, gesta heroica guarnición de Gijón, digna continuación histórica verdadera de España, en la que, El Simancas, aparecerá ante nuestras juventudes como digno émulo de Sagunto y Numancia. ¡Viva España!

Indalecio Prieto dijo: «Hoy, al atardecer, ha quedado batida la resistencia que ofrecía el acuartelamiento del regimiento Simancas 40. No digo que se ha rendido porque según mis informes no ha habido tal rendición. Los insurrectos, principalmente oficiales, con el cuartel en llamas desde hacía doce horas, siguieron defendiéndose dentro del patio, detrás de sacos terreros, y murieron matando».

Descubrámanos respetuosamente ante sus cadáveres.

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