Ojos que hablan

26 de Febrero del 2009 - Rebeca González Corripio (Oviedo)

Nunca olvidaré aquel día 3 de enero de 2009, cuando por primera vez conocí el que sería mi refugio y paraíso sabático a partir de entonces. Aquel, sin lugar a dudas, fue un día para los sentidos y sobre todo para el sentimiento. Recuerdo el sonido de los ladridos emocionados de mis nuevos doscientos amigos, que cada día sin excepción, se emocionan con la visita de todo aquel que se acerca a regalarles y dedicarles un poquito de su tiempo y un mucho de su corazón; el tacto de sus patitas y sus colitas que no cesan de oscilar en una sincera muestra del infinito agradecimiento que sienten, de tener esa visita semanal de cada uno de los voluntarios; el gusto de saborear el placer de un trabajo altruista, que por otra parte es el mejor remunerado de los que he conocido; el olfato para saber que no te has equivocado, y lo más importante, la emocionante e inolvidable visión, de todos aquellos pequeños ojos hablando sin pronunciar una palabra, para suplicar cariño y agradecer como ningún otro lo haría, cada uno de tus gestos.

Una vez sentidos, todos los sentidos, comienzas a entender por qué el perro ha sido y será, desde tiempos inmemorables, el mejor y más fiel amigo del hombre, aunque lamentablemente esto no siempre sea recíproco. Lo primero que esperaba antes de conocer a Rudy, Coco, Set, Lady, Kenya, Pancho, Joe...es que fuesen animales amedrentados, temerosos y desconfiados, puesto que en la mayoría de los casos, la vida y el ser humano, no se han portado muy bien con ellos. Sin embargo y para mi sorpresa, gracias a la inagotable bondad y confianza que los perros depositan en las personas, y sobre todo al loable trabajo que las voluntarias han venido haciendo desde hace años, todos y cada uno de estos pequeños amigos son cariñosos y agradecidos hasta límites insospechados y se entregan, dando incluso lo poco que tienen, con tal de obtener una caricia, una mirada, o solamente una palabra dulce, que es para ellos la mayor de las fortunas.

Los motivos que me han impulsado a escribir estas líneas son varios: primero me gustaría dar a conocer el hecho de que no existen subvenciones de ningún tipo para las Asociaciones Protectoras que no sean las propias del Ayuntamiento, lo que me parece a todas luces deplorable y no hace más que confirmar que para la Administración si no tiene interés económico, no interesa. Lo segundo que quiero, es lanzar un mensaje de esperanza a todos aquellos que como yo, aman a los animales, porque señores y señoras, aún existe gente buena que desinteresadamente dona su tiempo y su dinero para que este mundo sea un poquito mejor, y esas personas son todos aquellos que colaboran con nuestra y con otras protectoras, y a las que envío un fuerte y sincero aplauso, por no haber girado la cabeza y por haber afrontado el problema con un par de manos enfundadas en unos guantes (ellas y ellos lo entenderán).

En tercer lugar desearía convocar a todo el mundo para que no se de por vencido, juntos podemos cambiar muchas cosas, a veces, incluso, el mundo.

Por último quiero dedicar esta carta a todos mis pequeños peluches y decirles lo que cada sábado les digo y demuestro, que pese a que nuestra relación no se remonta muy allá en el tiempo, les quiero y ya no puedo vivir sin ellos. Gracias a todos y especialmente a Set, Solo, Peggy, Duquesa, Angie y a todos aquellos que ahora, para nuestra desgracia, estarán en un lugar mejor.

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