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Renfe, sus ratoneras y sus abusos

6 de Marzo del 2009 - Santiago Fernández González (Avilés)

Un día de la pasada semana tuve que ir a Mieres para hacer unas gestiones, ya que soy de Avilés, y, al tener el coche en el taller, opté por usar el tren, medio de transporte que siempre me encantó por su comodidad. Al llegar a la estación tuve la desagradable sorpresa de que se habían instalado una especie de puertas de apertura eléctrica que impiden el acceso al andén y que para acceder al mismo tienes que fichar el billete que previamente obtuviste de otra maquinita eléctrica. No le di mayor importancia más que la dicha incomodidad de buscar la ranurita para introducir el billete.

Ya en Oviedo, como hay que hacer transbordo para coger el tren que venía de Gijón, viendo que iba a tardar media hora en llegar, opté por lo que siempre hice, ante el frío que hacía, ir a la cafetería de la estación a tomar un cafelito bien calentito, para ello hay que pasar por las puertitas de marras, aunque esta vez sin fichar, ya que se sale.

Tomo el café y vuelvo a entrar en el andén. Vuelta otra vez a introducir el billete.

Y cuál sería mi sorpresa que ya para volver, en la estación de Mieres, la dichosa puertita no se me abre, por mucho que yo metía el billetito en la ranurita. «Sistema agotado», me decía la pantalla. Un operario me explicó que ahora Renfe había puesto esas puertas, transformando las estaciones en ratoneras, donde una vez que estabas dentro, no podías salir, al tipo del metro de Madrid. Bien, como yo le dije, en el metro tú haces los transbordos que quieras, pero como mucho el siguiente transporte tarda unos tres minutos, y no media hora como en Oviedo.

El operario me remitió a la ventanilla de información de la anterior ciudad. Tuvo la amabilidad de abrirme manualmente la puerta de la «ratonera» para acceder al andén.

Ya en Oviedo salgo de nuevo por las malditas puertecitas y después de esperar una cola bien larga, la amable recepcionista de información me remite al interventor. Después de un buen rato de pulular, llego a un despacho donde un amable trabajador me ofrece una carta de reclamaciones. La cumplimento, sabiendo que esas cartas de reclamaciones suelen acabar en la papelera, sin más. Como no quedo satisfecho, me remite a un superior, de nombre José Luis, al que debo agradecer su paciencia ante mi indignación. Me explica que son los nuevos tiempos y que así eran las cosas. Decisiones impuestas desde arriba para conseguir no se qué objetivos. Que ahora no se podía salir de la estación, porque, sino, pierdes la vez ya que el billete sólo acepta un idea y vuelta interno, y que si salías, había que volver a pagar. Como así, efectivamente, tuve que hacer en Oviedo, ya que, como en Mieres se me hizo, nadie tuvo la amabilidad de reabrirme la puerta manualmente.

Señores responsables de Renfe, que desde sus mullidas poltronas deciden crear sólo problemas y no solucionarlos, al tomar decisiones... ¿Ustedes se han parado a pensar que media hora de espera en el andén, en pleno invierno para, por ejemplo, una anciana octogenaria es una burrada digna de poltroneros de despachos calentitos? Les aseguro que ese día hacía un frio que pelaba.

Toda la vida se pudo salir de una estación sin problemas. Y si ustedes tienen un billete de ida y vuelta, en la estación de trasbordo siempre se tiene derecho a salir para hacer lo que uno quiera sin tener que volver a pagar por ello al volver a entrar. Ustedes y sus «ratoneras», que habrán costado millones, lo único que consiguen es insatisfacción e indignación. Y espero que sus señoras madres no cojan un gripazo por no poder salir del andén a tomar un café, ante una espera de media hora como poco.

Piensen las cosas y lo que hacen antes de tomar una decisión. Y ahora, díganme, ¿quién me paga a mí los dos euros y medio que me costó el billete de Oviedo a Avilés?

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