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Las prestaciones económicas y sociales que concede la caza

11 de Marzo del 2012 - Eduardo Bros Martínez (Oviedo)

Son contradictorias las versiones que se están ofreciendo sobre el monto total del flujo económico y ocupacional que la caza genera. No se conoce con exactitud y rigor el contenido real, ni por aproximación, que permita cualificar la influencia de su actividad a efectos de nuestra economía nacional. Lo certifica la disparidad informativa sobre las cifras que se vierten en torno a los datos globales, estimativos por necesidad, que evidencian una carencia pragmática sobre el dinero que la caza origina en nuestro país. La caza en España es un sector fiscalmente poco reglamentado, de escasa intervención tributaria, con un elevado componente de opacidad en el desarrollo de su ejercicio, aspecto que hace inviable, dado su complejidad y su ocultación, producir los ajustes necesarios que permitan conocer definitivamente su trascendencia.

La caza, como recurso natural renovable, carece en nuestro país de datos estadísticos cualitativos y cuantitativos que certifiquen con rigor el valor que su actividad debiera de tener en nuestro PIB (producto interior bruto) y, por lo tanto, para el conjunto de nuestra sociedad civil, de forma especial y con eficiencia en el empleo, tanto directo como inducido. Los datos que barajan a nivel oficial desde el Gobierno central nos hablan de cifras ciertamente importantes, que no son absolutas, alejadas de aproximaciones reales, más en consonancia con la objetividad del dinamismo que la actividad cinegética ejerce.

En el territorio español la caza origina, según nos dicen desde la Dirección General del Medio Rural del Ministerio del ramo, como datos oficiales y generalistas de la influencia de su práctica, la cantidad de unos 3.000 millones de euros y cerca de 30.000 empleos, detallados específicamente, y que obedecen estos últimos a los existentes en granjas cinegéticas, fábricas de piensos, vigilancia, armerías, seguros y veterinaria. Evidentemente, esta información debiéramos catalogarla como insuficiente; el sector cinegético en su dinamismo es más amplio. Fuera de ese contexto, la caza tiene otra dimensión más cuantitativa que las simples cifras que el Ministerio difunde. La proyección que la caza despliega en diversas industrias no sólo se circunscribe únicamente a los detallados con anterioridad; la caza es más extensiva en las prestaciones que concede a la sociedad en general; de su actividad también se benefician oficios varios indeterminados, como valor añadido, pero que no cotizan, formando parte de una economía subyacente.

Es por eso que, conocidos los antecedentes que mueven la caza, alejados de las tesis gubernamentales, pegados al terreno como fuente intuitiva que permita opinar de forma más objetiva y emitir conceptos variantes como segundas opiniones, mucho más opuestos que aquellos que se nos ha dado en conocer, acercan y encajan en la medida de lo posible sus criterios, basados en evaluaciones cercanas a la realidad.

En algunos medios de difusión con programaciones temáticas del caso que ocupa y también por particulares, que es de suponer que sepan de qué van estas cosas, se cita la contribución de la caza a la sostenibilidad de la renta nacional con argumentos más sólidos que los oficiales. No son coincidentes en todos los casos. Hay diferencias sustanciales en las opiniones, con unas variantes en varios miles de millones de euros anuales. La caza tiene una importancia básica para un sinfín de salarios y de acción compensatoria como una alternativa en forma de ingresos complementarios para muchas economías familiares (es imposible determinar su número) residentes en zonas rurales con un desarrollo sostenible menos favorecido, en lo que pudiera ser la consolidación de un movimiento económico oscilante que abarque una horquilla en la senda de los 5.000 y los 6.000 millones de euros, como hecho que pudiera tener visos de ser verosímil, próximo a la concreción definitiva.

Por tanto, difícil contrastar y centrar con exactitud la impronta de las bondades que la caza ha puesto al servicio de la sociedad a través de su pródigo y generoso movimiento, y ello a pesar de las tendencias que gravitan en sectores del conservacionismo radical, muy activo en su carácter reivindicativo y propagandístico contrario a la caza, proclives a no beneficiar en nada una actividad legitima cuya función y cuya utilidad se ven injustamente valoradas. No es la caza hoy, a diferencia de tiempos pasados, un deber de subsistencia para el hombre, pero sí es un elemento muy válido en el cómputo global de las cuentas del reino, para el ocio y el tiempo libre.

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