Personalidad rural

El Campu, pequeña villa de tradición agraria en proceso de afirmación, asume el desafío de sacar partido a su fórmula para valorar el paisaje como recurso económico

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Campo de Caso (Caso)

Campo de Caso es la guirnalda aleteante en la cola de un cometa que cruzó brillante el firmamento  español durante los dos últimos siglos. El Campu es pola rural, centro de un extenso concejo de alta montaña, enclavado entre sierras y cordales y el frente de la cordillera. Campo de Caso se rodea de bosques, mayaos y roquedo calizo. De actividad ganadera tradicional adaptada al medio y a las estaciones. Es villa en proceso de afirmación mediante la soldadura de sus dos barrios tradicionales. El Barru, con 159 residentes oficiales, asentado en un pequeño rellano sobre las vegas inundables, y El Campu (Campo de Caso), con 166, más reciente en su formación y enhebrado sobre el antiguo eje de la carretera principal del valle, en torno a la curvona del Ayuntamiento. No hay ya discontinuidad entre ambos núcleos, que conforman la pequeña, recoleta y limpia capital de Caso, que agrupa a 325 residentes censados.

El parsimonioso proceso de oficialización de la toponimia tradicional ha hecho desaparecer recientemente el nombre de Campo de Caso, sustituido por El Campu. Habría que reflexionar, allí y en otros concejos, sobre la conveniencia de mantener la doble denominación «Campo de Caso/El Campu», o al menos ponerle el «apellido» del concejo a un topónimo tan abundante y poco diferenciado que induce a la confusión. Y precisar claramente lo que es toponimia en lengua asturiana y lo que es habla coloquial. Porque, si no, todo se nos va en topónimos del tipo La Pola, La Villa, La Vega o El Campu, útiles como denominaciones locales o coloquiales, pero poco adecuados como denominaciones oficiales y para la identificación externa de la localidad.

Campo de Caso aprovecha uno de los ensanchamientos del estrecho valle para dar una vega escueta en la que localizar el poblamiento de la parroquia, que se acerca a los 400 residentes en sus tres localidades, las ya mencionadas, y Veneros, a poca distancia de ellas. Los residentes empadronados han aumentado levemente en la década, signo de que hay gente que quiere mantener los vínculos con su tierra de origen o que la hace suya.

Si el Nalón es el hilo de la cometa, su cabeza humeante se localizaba lejos, aguas abajo, en La Felguera. Arriba, cerrado por muros calizos, que incluso el río no lograba horadar, queda el mundo de los casinos. Gentes arriscadas y emprendedoras al otro lado del Atlántico. En su mundo combatientes de la necesidad. Un mundo al que resultaba más fácil entrar por arriba, ya fuera por la collá d'Arnicio, por Tarna, o por las majadas alleranas, que por abajo, donde ni el río lo conseguía. Desde la primera se percibe claramente la identidad montañosa de esta burbuja cerrada y compartimentada en varios pequeños mundos con idéntica tendencia al aislamiento. Propio de los fondos de saco, ya que la carretera moderna se queda en Veneros y hasta el puerto lo que hay es una vía estrecha, sinuosa y de espectaculares vistas, que hoy no sirve, ni lo pretende, de eje de saturación de flujos interregionales, pero que es una fantástica carretera-parque, de esas que en América integrarían el selecto club de las «park-way» y que,  aunque más allá del puerto, en tierras leonesas, se ha acondicionado con otras miras, tampoco allí se configura como un corredor principal, sino que sirve a una vida provincial cuyo principal sostén es lo agrario y el turismo. Hoy, que por arriba ya no se pasa si no es como aventura montañera, las comunicaciones con el exterior se canalizan a lo largo del hilo de la cometa, el que sigue el Nalón, cuya cabeza se configura ahora como una ciudad lineal extendida desde Frieres hasta El Condado, y en el que los concejos coyán y casín vienen a ser las falanges de ruralidad y naturaleza que la ciudad post industrial asocia hoy más que nunca. Ciudad Astur no es una metrópoli convencional, de esas que tienen un centro y a partir de él aureolas concéntricas, primera, segunda, tercera ... producto de la diseminación de la ciudad. Ciudad Astur es especial, pues tiene mucha historia y mucha geografía, y ésta la determina tanto que, frente al modelo areolar, la hace ser una urbe metropolitana digital. Vamos, que se extiende en forma de dedo. Su figura es parecida a la que resulta de cruzar la palma de una mano sobre el dorso de la otra abriendo bien los dedos. Campo de Caso es el centro de la uña de uno de los dedos. Con el que tuvo una débil relación, pues la cutícula resaltaba mucho y era un aislante perfecto entre el tejido flexible y córneo de la uña y el muy diferente en tamaño, textura, forma y temperatura de las otras falanges del dedo.

A esa diferencia contribuyó una cultura ganadera que casi ha desaparecido en dos décadas, extremadamente exigente en esfuerzo y conocimientos para conseguir que el ganado comiese bien con lo que Caso renuentemente daba. También desaparecieron los mineros campesinos. Campo se reedificó con la ayuda pública y con una nueva dedicación que encontraron jóvenes  emprendedores, selecta minoría y tesoro de los pueblos, como tendremos ocasión de verificar en los próximos años, y que aquí tiene delante lo que hoy es un carbonero, pero mañana puede ser, si se empeñan en seguir «calicatiando», una capa de gran potencia, la llamada parque natural de Redes, situada dentro de una de las  formaciones periféricas a la cuenca hullera central, que, como marca territorial, es compartida por  otros concejos y que supone una nueva forma de valorar y utilizar el entorno y el paisaje, como recurso económico por parte de jóvenes que habitan una veintena de pequeños y bien definidos pueblos, que son el soporte  de la vida local en el increíble paisaje del que  la localidad de Campo de Caso es mínima pola central, de comercio, intercambio y relación entre iguales.

Una burbuja de diferencia

El que configura Campo de Caso en el curso alto del Nalón y entre las montañas del parque natural de Redes aparece como un mundo que a los ojos urbanos se revela idílico, atractivo, diferente. De ello debe extraer esta pequeña capital de concejo de ambiente rural nuevas bases para su actividad y su permanencia como elemento útil, dinámico, del sistema territorial astur, sin perder su impronta, su personalidad, fuertemente anclada en sus actividades tradicionales ganaderas.

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