Villa y puerto

Gijón, que pasó la prueba de transformarse en ciudad de servicios tras la crisis de la industria, debe optar por la reinvención innovadora e investigadora y por ensanchar su mirada metropolitana

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Gijón (Gijón)

Gijón asumió el papel protagonista en el ciclo industrial asturiano y con ello dio el paso definitivo de villa costera y portuaria a ciudad industrial de referencia, con el puerto de El Musel como nodo fundamental de salida de la producción carbonera y de abastecimiento a su industria sidero-metalúrgica.

Participó activamente en cada uno de los momentos clave del crecimiento industrial asturiano, el de fines del siglo XIX y el de las primeras décadas del siglo XX. Con puerto, suelo industrial e incluso minería de carbón, consiguió afianzarse como referencia urbana fundamental de la industria y de la economía asturiana. En la segunda mitad del siglo XX el crecimiento industrial y, sobre todo, la relocalización costera de la producción siderúrgica en Uninsa, luego absorbida por Ensidesa, le permitió constituirse, además, en la ciudad más poblada de la región, superando el umbral de los 200.000 habitantes y beneficiándose del basculamiento hacia la costa central de la población y la actividad regional. Basculamiento que colocó en situación desfavorable a unas comarcas mineras que aún no han conseguido recuperarse de aquello.

Ha moderado su crecimiento demográfico en el presente siglo, pasando en la década actual de 269.000 a 277.000 habitantes en el concejo y de 257.000 a 264.000 en un núcleo urbano conveniente actualizado, un ejemplo que seguir para el resto de ciudades y villas asturianas. El crecimiento se ve lastrado, como el del conjunto de la población asturiana, por la reducida tasa de natalidad, compensada por llegada de nueva población, de procedencia diversa: otras áreas de la región, otras regiones españolas y, sobre todo, del extranjero.

La crisis industrial de la década de los 80 del pasado siglo puso a la villa ante el reto de reinventarse como ciudad terciaria, de servicios y turismo, sobre la base de la continuidad de una más que apreciable base industrial, que, reajustada, sobrevivió a la crisis. Gijón pasó la prueba con nota y la ciudad se transformó en profundidad, abriendo nuevas posibilidades de desarrollo a través de la diversificación de apuestas. La situación actual abre, sin embargo, nuevas incertidumbres que habrán de ser respondidas por la sociedad local, definiendo una nueva estrategia de desarrollo para las próximas décadas. La ciudad necesita, para mantener su entidad, la continuidad de una actividad industrial renovada y vinculada a las estructuras de investigación e innovación creadas, y aprovechar más intensamente el gran esfuerzo realizado en la construcción y ampliación de infraestructuras y de áreas empresariales y logísticas de gran dimensión. Para ello debe meditar bien los pasos que dar para la culminación de los grandes proyectos inacabados, en un época de recursos escasos.

¿Qué más necesita Gijón? Ensanchar su mirada metropolitana, ver más allá de sus cortos límites municipales. Una ciudad de su categoría, componente de un área metropolitana en crecimiento, debe vencer la tentación cantonalista, ir más allá de los planteamientos localistas y cooperar con los vecinos y los diferentes niveles de la Administración para aprovechar todos los recursos. La competencia entre ciudades existe, y es fuerte, por la función residencial, por la atracción de empresas, por la localización de equipamientos, pero también deja campo a la cooperación, la finalidad más humana, en asuntos como la ordenación del territorio, en compartir el alto coste de equipamientos que son metropolitanos o regionales y en la fijación de estrategias comunes para el impulso de sectores económicos clave. Es necesario avanzar en la cooperación efectiva entre la Administración regional y la local en el ámbito metropolitano, sin necesidad de agregar nuevos organismos ni costes burocráticos, pero sí a través de foros de cooperación en asuntos clave para el desarrollo de Asturias. Sólo desde la mirada metropolitana puede Gijón afrontar una continuidad sólida de su crecimiento urbano. Ha finalizado una etapa, que probablemente se ha alargado demasiado, la de la reestructuración interna. Hoy Gijón es una bella ciudad, ordenada, pulcra. Desafío conseguido. Pero ahora toca descubrir dónde está el siguiente para seguir manteniendo el ritmo. Y el siguiente está en la coordinación metropolitana entre los polos urbanos principales de Asturias.

Internamente la mirada debe apuntar a la consolidación, mejora y rehabilitación de un casco urbano muy denso que empieza a dar síntomas de vejez, incluso en áreas muy sensibles de la ciudad, caso del barrio de La Arena, pero también, en general, en las grandes actuaciones urbanísticas de los años sesenta y setenta, dominantes en el plano de la villa. La rehabilitación debe suponer, además, una apuesta estratégica para la ciudad, abriendo posibilidades de futuro inmediato en el sector más afectado por la crisis.

La villa necesita apoyar las posibilidades reales de emprendimiento de la población joven, a través del desarrollo de los polos tecnológicos, en colaboración con la Universidad, pero también suprimiendo controles y barreras que tanto han limitado hasta ahora las iniciativas. Pasar de los planteamientos burocráticos a los de facilitación de la puesta en marcha de proyectos e iniciativas innovadores. El papel de la Administración, en sus diferentes niveles, va a estar cada vez más sometido a crítica y va a tener que dar respuesta mucho más ajustada a las necesidades reales de la población.

Gijón destaca también por el magnífico entorno del casco urbano, especialmente en el Sur y Este. Es un recurso de primer orden para la imagen y la percepción que de la ciudad se tiene, en el interior y en el exterior. Las actuaciones de expansión urbana deben maximizar el respeto a este sector sureste, quizá lo más atractivo que hoy posee una ciudad en exceso densa y que debe superar los planeamientos urbanísticos continuistas. Se necesitan nuevas ideas y mucha atención con lo que hay. Se acabó la época del urbanismo especulativo e impersonal, que ha venido marcando episodios poco edificantes en el conjunto de las ciudades españolas. Hay que dar paso a una nueva época en el urbanismo de unas ciudades que crecen poco en población pero consumen suelo en exceso. Y apostar por mantener un entorno urbano vivo, de mucha relación social, algo que perciben pronto los visitantes y es un recurso que tener muy en cuenta. Una ciudad viva, con gente dinámica y con recuperación de los espacios centrales como elemento identitario de la villa.

Ciudad abierta

Si algo ha caracterizado a Gijón es su mayor capacidad de adaptación a los rápidos cambios sociales y económicos. Gijón encaró la incertidumbre con talante marino, y ese espíritu atlántico abrió el horizonte de ensimismamiento de la agreste isla astur. Caleyar per Xixón representó el aprovechamiento de otro componente de la identidad astur. La apuesta de futuro debe seguir la línea de sostener la actividad, la vitalidad y el clima social contra las amenazas del envejecimiento demográfico y del parque inmobiliario y las incertidumbres abiertas en el sector industrial tradicional y en el empleo juvenil. Apostar por una ciudad viva, social, emprendedora, innovadora, componente imprescindible de la idea de país, al que aporta capacidades fundamentales que van más allá de sus límites municipales para convertirse en un pilar esencial de la fuerza metropolitana de Asturias.

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