Sabores y emociones fuertes

El núcleo central de Teverga, recrecido en su momento gracias a la minería, necesita hacerse ver en el exterior aprovechando sus nuevos símbolos turísticos y sin perder de vista los tradicionales

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / La Plaza / San Martín (Teverga)

La Plaza y San Martín conforman el núcleo central de población del gran concejo de Teverga. Están sobre el vértice de la escuadra que forman sus dos valles altos y que aquí confluyen para formar el río principal del concejo, al que le cuesta salir de Teverga, pues tiene que forzar el círculo calizo que, como una blanca muralla, encierra otro de esos complejos mundos interiores asturianos, ensimismado entre las altas montañas de la cordillera y los escobios que taja el río en su búsqueda del mar del Norte. Como en otras partes de la montaña asturiana los caminos tradicionales, aquí bien representados por el Camín Real de La Mesa, fueron arrinconados por la construcción de la red moderna de carreteras que sigue los fondos de valle y asciende hacia Teverga a través de los impresionantes desfiladeros de los ríos Trubia y Teverga, hasta la divisoria de puerto Ventana.

Paisaje bellísimo y muy agreste el de un territorio marcado, a lo largo del siglo XX, por la minería del carbón, actividad que fue modo y razón y de la que, sorprendentemente para el viajero, hoy quedan pocas huellas, mostrando así esa capacidad del paisaje asturiano y de su vegetación por envolver rápidamente el pasado, lo que no está activo, lo que ya no se usa. El «tocote» y, en general, el hábitat minero, el estilo urbano que caracteriza a San Martín, delata esos tiempos que dieron origen a la concentración de población y servicios en concejos de alta montaña en los que la villa era poco más que el Ayuntamiento, la plaza del mercado y algunos edificios señalados, y cuyo poblamiento se repartía en parroquias y aldeas, con las casas señoriales de la nobleza rural, las caserías y la característica ordenación tradicional del espacio agrario.

La Plaza rememora, en su topónimo, su antigua función, a la sombra del histórico monasterio, símbolo, a su pesar, de la inmensa dejadez, abandono e ignorancia de los tiempos, las gentes y las administraciones, ocupadas en no se sabe bien qué cosas, mientras lo importante, lo que distingue, lo que personaliza, se cae de viejo y de olvido. Tal vez un buen indicador de lo que los liderazgos urbanos esperan de los territorios de alta montaña. Pero éstos resisten, contumazmente, como debe ser. Y reclaman su sitio para sus vidas, su cultura y su forma de ocupar el territorio. Asturias es más que Oviedo y Gijón, afortunadamente.

Iniciativas y proyectos han ido incorporándose a la vida local, como el Parque de la Prehistoria, como indicio de un futuro posible, en un territorio complejo, poco dado a los refinamientos, que ofrece paisaje, patrimonio y actividades tradicionales, de trabajo y ocio. Sabores fuertes de bosques y montañas, de fauna y ganadería, de saberes de otros tiempos, que sorprenden gratamente a los que habitan en el mundo artificioso de la ciudad.

Mercado y hábitat minero han conformado el núcleo central de población de Teverga. La Plaza y San Martín, sus 600 residentes de los 2.000 del concejo, han seguido una preocupante tendencia declinante en las últimas décadas, tras el ocaso de la minería, desde los 5.000 que había en 1960. Fue la minería la que permitió el crecimiento de esta protovilla central y un nivel de población que, sin esta actividad, sería hoy sustancialmente menor. Por tanto, permitió la supervivencia del territorio hasta finales del siglo XX y que éste, además, hoy pueda enfrentar el cambio hacia una mayor diversidad de actividades e iniciativas, pues cuenta con dotación demográfica suficiente para que lo pueda llevar a buen puerto; aunque lastrado, como todo el país, por los pocos nacimientos y el envejecimiento de sus residentes.

Tierra de sabores fuertes, de ganadería y tradición rural, de caza y pesca, de dilatada historia minera, hoy encara nuevos retos con esperanza, la que se traduce en numerosas iniciativas. Necesita hacerse ver en el exterior y para ello no perder nunca de vista los símbolos ni los valores fundamentales. Mucho han cambiado las cosas en Teverga desde la resistencia arriscada de los mineros en los últimos conflictos de Hullasa, cuando copaban las pantallas de la televisión, bloqueando la Vuelta Ciclista a los Valles Mineros mediante la ancestral técnica pelagiana, consistente en empericotarse en derribaeros imposibles y desde allí lanzar piedras de escollera museliana, esperando a que Florín, el sufrido director de la carrera, subiera a negociar. Mientras tanto guardias civiles, ciclistas y Luis Ocaña, entre otros, se afanaban, vanamente, en apartar morrillos de la carretera. Hoy la resistencia es activa, pero de otra manera, pues toma como armas el patrimonio, material e inmaterial, la historia, el saber adquirido, el paisaje, la gastronomía, otros tipos de deportes con los cuales interesar y atraer el futuro. Mientras tanto, la colegiata de San Pedro no puede seguir en el lamentable estado en que se encuentra. Por desgracia para Asturias no es un asunto aislado. Todo el Prerrománico asturiano, con el que tan vinculada está la colegiata, el patrimonio más original, lo que más distingue a Asturias de otros territorios, está en un estado lamentable de conservación y de uso, incluso podríamos apuntar que de afecto. Situación que refleja además la ausencia de ideas y proyectos de los asturianos. Mal asunto para una región con problemas de desarrollo y de marginalidad que no se tome en serio a sí misma. Y el desprecio a su patrimonio es una prueba irrefutable de ello. Bien están los nuevos proyectos, los intentos de recrear actividad en torno al patrimonio, pero siempre que se atienda como se debe a lo original, lo esencial.

Teverga tiene mucha personalidad. Se la da en primer lugar su geografía, que define un concejo cerrado sobre sí en el corazón alto de la cordillera, que ha conocido diferentes civilizaciones, que lo han marcado a fuego con sus actividades dominantes hasta hace muy poco. Hoy aún puede y debe encarar el futuro con energía, la que da el convencimiento de sus posibilidades y el desarrollo de un proyecto propio.

Una villa por recrear

La Plaza y San Martín forman el núcleo central de población de un gran concejo de la montaña asturiana. Ganadería, mercado y minería han sido sus razones de ser a lo largo del siglo pasado. En el actual, buscan sus oportunidades en las nuevas actividades vinculadas a un patrimonio que requiere de mucha mayor atención y cuidado que los que está recibiendo, porque, entre otras cosas fundamentales, es un recurso de futuro.

El concejo de Teverga necesita de una villa con todos sus atributos y servicios y ése es precisamente el reto inmediato que hay que abordar.

Artículos relacionados

De apellido Teverga

Marcos Palicio

José Álvarez, Pepe Teverga, atleta, directivo y entrenador durante 49 años, revive su conexión ...

La mina es el turismo

Marcos Palicio

La villa lineal que aúna la capital y el núcleo más poblado de Teverga se recupera lentamente de ...