Esencia en frasco pequeño

La capital del segundo concejo menos extenso del Principado se debate entre el vértigo del desarrollo inmobiliario que propicia su privilegiado emplazamiento y la conservación de su identidad urbana

FRANCISCO L. JIMÉNEZ / Muros de Nalón (Muros de Nalón)

 Una pareja de la Guardia Civil de Tráfico da la bienvenida al forastero a la entrada de Muros de Nalón. Los agentes de la Benemérita se mantienen a la expectativa en la rotonda donde confluyen el viejo trazado de la carretera nacional 632, los accesos a Muros de Nalón y Somao (Pravia) y el ramal que conduce a la inacabada Autovía del Cantábrico, uno de cuyos tramos construidos muere precisamente a los pies de la capital del concejo murense. Es mediodía y el tráfico aún es lo bastante fluido como para que los vehículos pasen con agilidad por la rotonda de marras, heredera del Semáforo del Cantábrico de tan infausto recuerdo en Soto del Barco; pero según avance el día los guardias civiles sudarán la gota gorda para evitar las retenciones kilométricas que se forman en este punto, a veces de más de siete kilómetros.

Algún que otro murense, en un alarde de paciencia, quita hierro a la lentitud con la que se desarrollan los trabajos para abrir el tramo de la autovía (Muros de Nalón-Las Dueñas) que evitará los follones a las puertas de la localidad. «Bueno, lo cierto es que estando cerca del núcleo urbano -que lo está-, la autovía pasa desapercibida porque discurre por las afueras. O sea, que estando ahí mismo, a tiro de piedra, apenas interfiere en la vida del pueblo», explica Nieves Marqués, presidenta de la asociación cultural Veneiro. Lo mismo opina el hostelero Fermín García: «Con el trazado de la autovía hemos tenido suerte; está ahí mismo, a doscientos metros, pero no molesta, ni te enteras de su existencia».

La autovía es uno de los temas de conversación más socorridos en Muros de Nalón de un tiempo a esta parte, un reflejo de lo mucho y bueno que se espera de ella. Además, el avance a trompicones de esa quimera de alquitrán llamada a revolucionar las comunicaciones costeras de Asturias permite establecer un cierto paralelismo con los grandes acontecimientos ocurridos en Muros de Nalón en los últimos años.

El aletargamiento que sufrió el mercado inmobiliario murense en la década comprendida entre los años 1985 y 2004 -una apatía que se contagió al tejido asociativo y, por extensión, a casi todas las iniciativas de la localidad- llegó a su fin justo cuando los cuatro carriles de la autovía asomaron cuesta arriba por los prados del Palomar. El termómetro de la construcción dejó de marcar cifras cercanas al cero; el ladrillo se animó al punto de que se construyeron más de tres centenares de viviendas en poco más de un quinquenio. Lo nunca visto. Pero fue ralentizarse el avance de la autovía y, como por simpatía, frenarse también el incipiente boom inmobiliario que había generado entre la vecindad tanto razonables expectativas de desarrollo como crecientes temores a una «marbellización» de Muros de Nalón.

Y ahí siguen las espadas, en todo lo alto; los murenses aún discuten si churras o merinas, si conviene darle carrete a los constructores o limitar con severidad el avance del ladrillo para preservar la identidad urbanística local. El debate está servido y divide a Muros de Nalón como nunca otro antes.

Los hay que ven con buenos ojos las iniciativas para construir más viviendas, como el economista y agente inmobiliario Joaquín Mastache, con oficina en Muros: «La gente quiere vivir aquí, y buena prueba de ello es que en estos momentos no habrá más de 50 viviendas en stock, una cifra de lo más razonable para una localidad de este tamaño. Y no menos relevante es que, pese a la crisis, han seguido produciéndose ventas, menos que hace años por supuesto, pero no hemos tenido una caída tan drástica como la que sufrieron las localidades mediterráneas, por poner un ejemplo».

Y no falta quien reclama mesura en los planes residenciales en marcha, plasmados en un plan general de ordenación urbana que lleva seis años en gestación y prevé suelo para levantar dos mil viviendas. «Es una auténtica barbaridad», protesta Faustino Garrido, vicepresidente de la Asociación de Vecinos y Amigos de Muros de Nalón (AVAM). Este colectivo, ahora con 150 socios, surgió como respuesta social a la alarma surgida en Muros de Nalón por las previsiones edificatorias del plan urbano que promueve el gobierno local.

«Existe un temor claro y palpable entre los vecinos a perder calidad de vida y a que resulte dañada hasta la idiosincrasia local si el plan urbano sale adelante en los términos previstos. El parón constructivo que provocó la crisis ha sido una bendición para Muros, porque el rumbo que llevábamos era suicida: casas y más casas para ser ocupadas como segundas residencias por familias que no contribuyen a fijar población y precios inasequibles para la inmensa mayoría de la gente. Lo que pedimos desde AVAM es todo lo contrario: moderación a la hora de construir y viviendas a costes asumibles», expone Garrido.

El calentón inmobiliario ha llegado incluso a los puntos más alejados del centro urbano de Muros de Nalón. Al fondo del Villar, donde el camino ya desciende para la playa de Aguilar y el paisaje predominante son las praderías, tiene su hacienda Emilio Mata Bilbao, el penúltimo ganadero en activo de un concejo que en tiempos gozó de bien merecida fama por su cabaña lechera. «Hasta 200 millones de las antiguas pesetas llegaron a ofrecerme hace unos años por estos prados», asevera mientras extiende los brazos señalando los pastos en los que se alimentan sus 160 vacas. Él no cedió a la tentación inmobiliaria, mal que le pese: «Más adelante, ¡quién sabe! Pero ahora, después de cuatro generaciones dedicadas al campo, si vendo el ganado, ¿qué hago después? Y mira que la cosa está mal, porque a los precios que nos pagan la leche y la carne no hay manera de sacar rendimiento».

Las cavilaciones del ganadero reflejan un estado de ánimo. El de la pesadumbre por la caída en picado de una actividad que en tiempos proporcionó mucha riqueza a Muros de Nalón. «Dos. Quedamos dos ganaderías en todo Muros de Nalón y mira que hace años había bastantes más vacas que vecinos, además de una feria, la de San Antonio, que tenía un tirón tremendo. Ahora parece que las vacas estorban a todo el mundo: que si huele a cucho, que si mugen por la noche... A los nuevos vecinos del pueblo y a los turistas sólo les hace ilusión sacarse fotos con ellas, no se dan cuenta de que las vacas estaban aquí bastante antes que ellos», refunfuña el ganadero.

Lo que no admite duda es que Muros de Nalón resulta un lugar apetecible para tener una casa, ya sea esta primera o segunda residencia. Lo confirma el buen ritmo de ventas -ahora ralentizado por la crisis- de las últimas promociones construidas. El promotor Pedro Rodríguez ha levantado veinte adosados en La Pumariega -se venden a precios comprendidos entre 142.000 y 170.00 euros- y ya planifica el inicio durante el año que viene de una segunda fase. «Estaba cantado que la segunda vivienda tenía posibilidades en Muros de Nalón y en cuanto se dieron las condiciones planteamos el proyecto. Es un lugar muy bien comunicado, cercano a playas, con el aeropuerto al lado, con un paisaje privilegiado y tranquilo. Tiene futuro, sin duda», afirma este constructor gijonés, ligado a la localidad por lazos familiares.

Antes que Pedro Rodríguez otras empresas vieron también el filón residencial de Muros de Nalón y se animaron a construir. Esos proyectos son hoy realidades habitadas en las inmediaciones de la estación de Feve, El Pedroso, Reborio, el entorno del cementerio, Villar e incluso la plaza del Marqués, en el mismo corazón urbano de Muros. «Más que dónde se ha construido durante estos últimos años, la pregunta es dónde no se han hecho casas», apuntilla una vecina al preguntarle por el desarrollo urbanístico de la localidad.

Pero, ¿quiénes compran viviendas en Muros de Nalón? ¿Quiénes alimentan el fuego del calentón inmobiliario? «En mi caso, siete de cada diez viviendas las vendo a madrileños. El tirón de Muros en la capital es extraordinario», asegura Joaquín Mastache. Cualquier vecino de la localidad confirma este extremo: «El peso de la población foránea en Muros de Nalón es enorme. Por el verano, cuando se llenan todas las casas, se dobla el número de vecinos. Esto, que da vida al pueblo, entraña un problema: tan bien considerado está tener casa en Muros que los precios se disparan y acaba resultando bastante caro vivir aquí. Por no hablar de que lo que la localidad necesita, además de veraneantes, es fijar población porque luego llega el invierno y las calles son un desierto», opina Nieves Marqués.


Atalaya costera

La compra del palacio de Valdecarzana, uno de los edificios más notables de la localidad, figura subrayada en rojo en la agenda municipal y si no se ha llevado a cabo fue porque la prórroga presupuestaria del Principado de 2008 frustró la operación. Se trata de un caserón original del siglo XV al que se le añadió una singular portada plateresca en el XVI. El palacio fue cuartel durante la Guerra de la Independencia del mariscal francés Ney, quien ordenó el saqueo e incendio de Muros por la resistencia que opusieron los vecinos. El objetivo de la compra es dedicar el inmueble a algún tipo de actividad económica aún no definida -se piensa en un uso turístico- que genera riqueza para la zona.

Muros de Nalón quiere crecer en términos demográficos y no sólo con la llegada de los jubilados que hacen de la localidad su sitio de su retiro, sino que se aspira a atraer población joven. En este sentido existen proyectos para construir viviendas sociales cerca de la estación de Feve y una decena de viviendas públicas para jóvenes en el barrio de Era.

La perla litoral que es la playa de Aguilar aún tiene margen de mejora, según el convencimiento de la mayoría de los murenses. La Administración pública ha incluido el arenal en la lista de espacios costeros susceptibles de albergar un parque playa, una idea ahora paralizada por falta de recursos económicos y que, a juicio de la alcaldesa, Carmen Arango, debería de incluir en el área de actuación una campa arqueológica en el castro del Campón.

Pese a su reducido tamaño (Muros de Nalón es el segundo concejo más pequeño de Asturias), la gran dispersión poblacional ha tejido una tupida red de caminos, carreteras y sendas cuyo estado trae de cabeza a las autoridades locales, empeñadas en equiparar el estado de los barrios de Muros de Nalón al del cogollo urbano de la localidad. Las próximas intervenciones se desarrollarán en el barrio de Era, El Rabeiro y Villar. Asimismo se quiere mejorar la comunicación con la localidad praviana de Los Cabos, como ya se hizo con la de San Esteban.

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