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Guillermo Brown en la ciudad recuperada

El cineasta Gonzalo Suárez repasa el vínculo discontinuo con el lugar donde nació: «No ha habido matrimonio, pero sí relación de amantes»

Marcos Palicio / Oviedo (Oviedo)

El director de cine ha entrado en Oviedo por el portal número treinta de la calle Fray Ceferino. Arriba, el piso de los abuelos maternos tenía una terracita, ideal para volver a ver, como si fuera la primera vez, esta ciudad donde nació y que tuvo que abandonar casi nada más conocerla. Gonzalo Suárez, ovetense del 34, «nacido aquí en el epicentro de la revolución minera», podía tener diez años cuando regresó a la capital del Principado. Podían haber pasado ocho desde que se había marchado porque su padre, un catedrático de Francés represaliado, «perdió la cátedra» con el estallido de la Guerra Civil, «pero a diferencia del rector Alas, el hijo de Clarín, preservó la vida». Pasadas las balas y las primeras letras en Madrid, el niño que será cineasta y literato recuperó su ciudad natal. La memoria dice que pudo haber sido durante un paseo de la mano de su abuelo, Constante Morilla, camino de la primera cita fortuita con un héroe literario juvenil de la época en un quiosco del Campo San Francisco. Allí se parará el abuelo, le comprará su primer libro de Guillermo Brown y, «cosas de la vida», el adolescente inglés de familia bien, el líder travieso de la banda de «Los proscritos», va a quedar prendido para siempre al primer recuerdo de la ciudad natal. Por los recovecos de la memoria, la Inglaterra de los años veinte se ha mezclado con el Oviedo oscuro de los cuarenta y aquel niño travieso nacido en la imaginación de Richmal Crompton se ha incorporado al elenco de la secuencia que abre la relación fija discontinua entre Gonzalo Suárez y su ciudad recuperada. Recuperada porque la vida le trajo a ella tarde, «porque no tuve la oportunidad de vivirla en mi infancia», pero después sí, después puso escenario entrecortado a algunos recuerdos «entrañables». En el flashback, sin embargo, vuelven una y otra vez aquel libro, el quiosco en el parque y el Oviedo oscuro de posguerra, condimentos esenciales en el plano inicial de esta historia sobre la reconquista sentimental de una ciudad. «Curiosa esta sensación territorial», define ahora el cineasta y escritor, «que de repente me lleva a descubrir Oviedo a través de Guillermo Brown y de mi abuelo».

Antes, Asturias ya le había deslumbrado con la luz de Puñil, «un pueblecito de Navia, al lado de Anleo, un lugar mágico que me parecía lo más parecido a las novelas de aventuras que había leído». Mucho después también vino Llanes a poner el decorado a las películas, a nombrarle hijo adoptivo y a darle refugio. Con Oviedo, vivido fugazmente en la infancia en casa de la familia de la madre, que era de Sama de Langreo y vivía en la capital, el adulto tuvo después otros muchos momentos de intermitente intimidad. Cuando pudo. Gonzalo Suárez es director de cine y escritor, fue actor y pintor, periodista y ojeador del Inter de Milán, Premio Nacional de Cinematografía, medalla de oro de las Bellas Artes, Caballero de las Artes y las Letras en Francia o medalla de plata de Asturias. Entre medias, recuerda haber tenido también algún rato para paladear el punto de partida en aquella pequeña «acogedora» ciudad de provincias: «Oviedo también se incorporó a mi vida a través de momentos espléndidos en compañía de amigos entrañables, como el decorador Chus Quirós, el escritor y periodista Juan Cueto, cuando aún vivía aquí, incluso Víctor Manuel». Los artistas y los demás, y entre éstos «Benjamín, no recuerdo el apellido, que era director del Banco de Langreo y fue decisivo en un momento de mis inicios cinematográficos en el que necesité ayuda».

La lectura infantil del libro comprado en el Campo «influyó mucho en mi vida». La capital, a su manera, también. A sorbos cortos, de manera intermitente pero agradable. Mejor así, porque lo suyo con su ciudad natal «no ha sido matrimonio, pero sí relación de amantes». Hoy, Gonzalo Suárez dice de sí mismo que es en Oviedo «un extranjero bienvenido, o "bienllegado", bien acogido cuando estoy y alguien que añora realmente Oviedo cuando no está allí», aunque, jugando con las palabras, puede que «esto mismo pueda aplicarlo casi a cualquier sitio, porque en realidad me siento siempre como alguien que está fuera del lugar donde, cuando está, también está fuera».

Al volver, retrocediendo a la búsqueda del Campo San Francisco, del abuelo Constante y de Guillermo Brown, el cineasta intuye que su ciudad «ha mejorado en el sentido de que ha sabido preservar cosas. En mi memoria, he de confesar que el Oviedo de antaño me parecía más tristón, más oscuro, asociado quizás a mis recuerdos personales. Puede que sea porque el ex alcalde arregló las calles, pero creo que hoy ésta es una ciudad que tiene más encanto, aunque siempre vayamos a añorar el Oviedo de la infancia. Se ha preservado bien, tengo esa sensación. Otra cosa es lo que opinen los que viven aquí, porque para conocer una ciudad hay que vivir en ella al menos diez años y aunque yo no he tenido tanto margen de tiempo, nuestra relación está perfecta tal cual».

De las últimas visitas rescata la de 2006 para rodar «Oviedo Express», aquella «Regenta» retorcida y traída a su terreno que a los ojos del cineasta es hoy la constatación de que «quizá mi ciudad natal todavía me reservaba un hueco». Era el tercer rodaje en la capital del Principado, lo recuerda «irrepetible» y dio lugar a «una de mis películas preferidas». Allí Oviedo es «el personaje» y quién sabe si el catalejo del Magistral mirando la capital desde la torre de la Catedral un lejanísimo trasunto del niño que descubrió la ciudad desde la terracita de Fray Ceferino 30. Era la segunda aproximación cinematográfica entre Suárez y «La Regenta» después de aquella primera adaptación, menos heterodoxa, de la novela de Clarín, que también rodó aquí pero en 1974. Aquella y ésta son «muy distintas»; aquella más fiel al texto «inabarcable» de la novela; ésta con más libertad narrativa, pero con «todas las reminiscencias de "La Regenta", que indudablemente sigue siendo el referente histórico y creo que inamovible y emblemático de la ciudad».

Pasa también ahora, con Oviedo  en proceso de actualización, empeñada en ser más moderna que vetusta. «El futuro está tan vinculado al desarrollo de la crisis», afirma el cineasta, «que no acierto a verlo y mucho menos a concretarlo en una ciudad específica, aunque sea donde nací. Estará sujeto al vaivén de las mareas». El título más reciente en la filmografía de Gonzalo Suárez se iba a llamar «la ciudad dormida» por influjo de la primera frase de la novela que reinterpreta, pero al Ayuntamiento, que pagaba la película, le pareció peyorativo. El director entiende hoy que «Oviedo no es una ciudad muerta» y le gusta «Oviedo Express». «Resulta estimulante».

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