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El curso de la villa fluvial

Asentada en un cruce de caminos y aguas, Panes ve pasar un intenso flujo turístico que necesita transformar en actividad económica a través de iniciativas singulares

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Panes (Peñamellera Baja)

Panes es crucero de caminos y mixtura de aguas. Ambas confluencias determinaron la vieja pola. Surgida en el ribazo que margina la amplia vega fertilizada por las aguas esmeralda que traen Cares y Deva y con las que ambos atraen al salmón atlántico. Fue también encuentro de dos importantes corredores camineros, el que de Tinamayor llevaba al microcosmos de la Liébana, atravesando el desfiladero de La Hermida, y el que, desde Cangas de Onís, seguía el surco labrado entre el Cuera y los Picos de Europa, aprovechado históricamente como camino interior desde Oviedo a Torrelavega.
Panes es vieja pola, siempre de comercio y servicios y ahora también de actividades turísticas, las que han hecho de su concejo uno de los pioneros del turismo rural en España. Villa vieja y que hoy milita en el grupo de las de menor tamaño, 500 habitantes, un centenar más en Siejo, al otro lado del puente sobre el Deva. Históricamente creció a partir de la plaza, a la que se asoman iglesia, colegios, parque, centro de salud y Museo de los Bolos de Asturias. Alrededor, pequeñas agrupaciones de casas constituyen barrios, que completan una trama urbana irregular: Padruno, La Milera, La Bolera, La Quintana, El Trechoriu, Balcao. El crecimiento moderno se organiza, en cambio, siguiendo la carretera general Santander-León, hoy eje secundario como vía interregional, pero de gran importancia como canal del flujo turístico que atraen los Picos de Europa. A pesar de ser éste un eje turístico principal, en el parque nacional más visitado de la península Ibérica, la villa no crece en residentes y su concejo sigue perdiendo población. La emigración, al igual que en otras partes, hace tiempo que dejó paso a los escasos nacimientos como factor de declive demográfico y de envejecimiento de los residentes.
Desde el impresionante mirador de Alevia, la villa de Panes parece, como otras villas del Oriente, un entorno idílico, soporte urbano para la vida tranquila que lentamente parece deslizarse por el amplio y hermoso valle bajo de Peñamellera, cuyas feraces vegas, antaño llevadoras de pan, ofrecieron el nombre a la villa y hoy acogen praderías de alta producción y fantásticos bosques de ribera. A poca distancia otras localidades completan el rico patrimonio local de palacios, iglesias, casonas, cuevas prehistóricas y bosques, en Abándames (la antigua capital del Real Valle de Peñamellera), Cimiano, El Mazo y Colosía.
Sin embargo, esta riqueza paisajística y patrimonial no logra traducirse en crecimiento. Panes parece estar lejos de los ejes principales de comunicación y de los grandes nodos urbanos de actividad. La diferencia entre situarse en un eje principal de comunicaciones o en uno secundario parece hoy fundamental para explicar la tendencia expansiva o declinante de una localidad. Con la excepción de las villas principales del eje interior (Cangas de Onís y Arriondas), la evolución de Panes, Alles, Arenas o Benia contrasta negativamente con las de la rasa costera: Colombres, Llanes, Posada o Nueva.
Falta saber cómo el atractivo residencial, urbano y paisajístico de las villas puede aumentar su valor en el marco del actual sistema económico, de forma que puedan generar actividad económica y asentar residentes jóvenes que incrementen los nacimientos. Tal vez con pequeños proyectos innovadores. Entre otros, parece posible impulsar un producto turístico-residencial que aúne los valores de las distintas villas, como elementos singulares y atractivos del poblamiento. Para ello habría que trabajar en el campo de la demanda, como se hace en otros países europeos, definiendo el gusto por la calidad, la tranquilidad, la interpretación y el disfrute del paisaje.
La mejor evolución relativa de la demanda del turismo rural en España, en período de crisis, parece que apunta en esta dirección, pero hay que poner más ahínco en ello y mejorar los sistemas de relación con la red de nodos urbanos peninsulares. Esto sólo se puede conseguir con la utilización turística del aeropuerto, con la conexión del país a la red de ferrocarril de Alta Velocidad y con la mejora de los sistemas de transporte público, para mantener un flujo turístico sostenido que alimente productos turísticos regionales con los que superar las rígidas limitaciones técnicas y temporales actuales.
Pero la iniciativa local y comarcal es elemento determinante, los centros de decisión regional están lejos, aunque más en lo mental que en lo físico. Parece que siendo pioneros en la valorización turística de villas y aldeas, actualmente el territorio no encuentra un nuevo proyecto, retorciendo el ya treintañero para extraer las escasas gotas de creatividad que después de una fecunda vida aún le quedan, como si esto fuera un proceso terminal sin más posibilidades de desarrollo. Villas como Panes indican claramente lo contrario. Hay que seguir trabajando, innovando, proyectando e invirtiendo para sostener el territorio, ofreciendo los equipamientos y servicios que aseguren la calidad residencial que atraiga población y revitalice el poblamiento fuera del ámbito metropolitano. Hay paisaje, hay atractivos, hay posibilidades de actividad, hay aun población y capacidad residencial. Es necesario poner todo esto en movimiento, evitando la sensación de espacios anclados en el pasado que se dejan consumir con un ritmo lento y apacible.
Si la nueva economía se caracteriza por la posibilidad de realizar actividades económicas sin fijarse a un puesto, Panes podría apostar por desarrollar nuevas actividades en este marco. La competencia es dura entre villas que ofrecen cosas parecidas. Es necesario desarrollar ideas nuevas, ver de otras formas al territorio que habitamos y a sus posibilidades, sin esperar a que el cine o la televisión nos lo descubran. Y, para empezar, aprovechar en mayor medida las ventajas de la vinculación del concejo al parque nacional, antes de la Montaña de Covadonga y hoy de los Picos de Europa, que a lo que parece nunca debió perder su nombre original.

Una pola vieja con muchos recursos para generar actividad

Panes es pola vieja, formada en el cruce de caminos y ríos.  Centro de un paisaje singular y atractivo. En ella se conectan varios pequeños mundos, el de Liébana con la marina y el surco prelitoral. Panes tiene mucho que ofrecer y recursos que poner en actividad, sacudiéndose la quietud y el ritmo lento y apacible, del que ve pasar la vida por delante. Iniciativa, darse a conocer y vincularse a los vecinos, con los que comparte un gran parque nacional, para hacer cosas en común. Todas estas aparecen como vías de futuro para una villa pequeña que necesita poner fin a su declive.

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