El salvavidas contra el olvido

Miguel Trevín, precursor del turismo en los Oscos, evoca la Santalla «sorprendentemente viva» que recuperó su lugar en el mapa gracias al arrojo de sus jóvenes emprendedores

Marcos Palicio / Santa Eulalia de Oscos (Santa Eulalia de Oscos)

«¿Qué son Oscos, osos en asturiano?». El día que Miguel Trevín Lombán tuvo que responder varias veces a esta pregunta en una feria nacional de turismo supo que tenía mucho que hacer. Hacía tiempo que «tenía metido en la cabeza que algo de aquello tenía que funcionar en Santalla», y había decidido intentarlo en la vieja vivienda de Toñín del Tombo, el abuelo materno, transformada en la primera casa de aldea para turistas en Santa Eulalia y la segunda de los Oscos, después de la de Sofía Caraduje, en San Martín. Terminaban los años ochenta, balbuceaban los planes de desarrollo rural y la aventura del turismo era un salto al vacío de desenlace incierto que obligaba a los empresarios a echar a andar con varios cuerpos de desventaja, a empezar por hacer saber a la clientela en qué parte del mapa tenía que buscar los paisajes intactos de aquella comarca prendida al pasado y arrinconada por la historia.

Trevín, no tan lejos del soñador bohemio capacitado para poner aquello en práctica, era entonces un diplomado en Magisterio que en el Madrid de la Movida había renunciado a Periodismo y había sido actor de doblaje, trabajador en la hostelería y responsable en una empresa de juegos en la provincia de Alicante. Con ese equipaje de experiencias distintas, su decisión de retornar a la casilla de salida recordó de inmediato que existía El Tombo, aquella casa que construyó su bisabuelo, ferreiro, a la salida de Santa Eulalia por el sur, en dirección a Ferreirela y la provincia de Lugo, precisamente aquí porque necesitaba estar cerca del camino por el que sacaba la mercancía del mazo para venderla en las ferias de Fonsagrada y el norte de León. La casa sigue en su sitio, pero tiene el salón en lo que fue la tienda y ya no está aquella fragua que eran más bien «unos altos hornos, donde se fabricaba prácticamente todo» lo imaginable que se pudiera hacer de hierro.

La memoria difusa de todo aquello tomó la decisión a medias con el sólido vínculo sentimental de la familia: era posible hacer de la necesidad virtud y rentabilizar turísticamente el atraso histórico de los Oscos. Trevín volvió, dio otra vida a la casa y se hizo empresario, hasta hoy, con el propósito incierto de cambiar la vieja Santalla por otra más aseada y accesible, con otras oportunidades, distinta.Y así, sin saber «nada de nada», sin ejemplos que seguir y al calor de las ayudas que prestaba el plan «Leader 1», arrancó a tientas la transformación de la comarca en un destino turístico diferente. Poco a poco. Antes de lanzarse, recuerda Trevín, «yo ya llevaba unos años aquí, trabajando como monitor y guía y haciéndome al invierno de los Oscos, porque siempre se lo digo a los jóvenes, aquí una vez que pasas un invierno puedes quedarte». Él ya lo sabía. Había visto la antigua Santalla de antes del turismo, conocía aquella villa que era la de la familia paterna –la materna venía deA Pontenova, al otro lado de la frontera con Lugo– y la aldea perdida de las vacaciones de la infancia donde vivía un abuelo «etnógrafo» a sumanera, ferreiro hijo de ferreiro, republicano convencido y varias veces precursor en su pueblo. Fue él quien «trajo el fútbol a Santa Eulalia y uno de los primeros del pueblo que condujo, que viajó a París...». Un abuelo así era muy sugerente para los dos niños «que éramos entonces mi hermano –el delegado del Gobierno en Asturias,Antonio Trevín– y yo».
Los primeros pasos se improvisaron, pero Santalla se salvó porque ya era entonces una villa «muy viva, muy sorprendentemente viva», enlaza Miguel Trevín, y el proyecto agradeció la coincidencia de «mucha gente joven con muchas ganas de hacer cosas» en esta zona «muy atrasada» donde no se veía la segunda cadena de televisión y la luz se iba frecuentemente. «Empezamos ayudándonos unos a otros», sigue el empresario, «sin saber nada de lo que sabemos hoy de rehabilitaciones, ni qué hacer con los muebles, ni con la piedra...». Resolvieron los problemas experimentando a ciegas, tirando, por ejemplo, de la imaginación de «un señor que trabajaba en la construcción y nos prestó una máquina de chorro de arena que se usaba para limpiar metal y nosotros comenzamos a utilizar para la piedra». «Las rehabilitaciones se hicieron a mano, acaso también por eso fue divertido» y, visto con la perspectiva que da el paso del tiempo, eficaz. La Santalla turística salió adelante, valora Trevín, entre otros motivos, porque «nadie pensó en promocionar sólo su establecimiento, que es lo que plantea todo el mundo ahora, sino en vender todo el turismo rural y, sobre todo, los Oscos».
Atinaron con la estrategia, con el camino para empezar a venderse en aquel primer momento de duda cuando, recuerda Trevín, ex presidente de la Asociación de Turismo Rural Oscos-Eo, aquel camino incierto llegó una bifurcación fundamental. El turismo «ya funcionaba en Taramundi cuando arrancamos nosotros», relata, «y se plantearon dos opciones, asociarnos con ellos y subirnos al carro o enfrentarnos a una promoción nueva. Optamos por ir en solitario, y acertamos». Los Oscos difundieron su imagen de «grandes desconocidos, del rincón antiguo y aislado de Asturias» y con el senderismo y la naturaleza autóctona intacta encontraron su sitio jugándosela a «un recurso por el que no apostaba nadie». Ganaron: «En 2007 Zapatero dijo que quería ir a un sitio a caminar y le dijeron que a los Oscos». La primera victoria es haber reubicado la comarca en el mapa de Asturias, por lo menos, que ya sea difícil repetir aquella escena de 1996, «no hace tanto», en la que a Miguel Trevín el Ministerio de Comercio le concede la medalla de plata al mérito turístico, pero no llegaba la notificación. Llamó a la empresa de mensajería y respondieron «que no sabían dónde estaba Santa Eulalia de Oscos, que creían que era Galicia». Con ese panorama, la batalla de los emprendedores del turismo era casi a muerte, y hoy Trevín puede decir «con orgullo» que esta comarca es hoy «conocida y reconocida gracias fundamentalmente a la gente y los empresarios de turismo rural de los Oscos». Sobre todo, a ellos, insiste, porque hace tiempo que «políticamente no somos interesantes para el Principado, que ha sido muy injusto con nosotros. En diez años, ni un solo recurso turístico ha venido al Occidente, y a cambio nos han utilizado como el gran basurero de Asturias.
Casi siempre acababa aquí lo que no podían meter en otro sitio, como los eólicos». Así sigue. De vuelta a la Santalla del siglo XXI, el impulso de aquella sociedad inquieta va a seguir haciendo falta, porque no hay tregua en la batalla contra el olvido. El vaciado rural envejece la población en leve progreso de la villa, desluce el paisaje humano alrededor de Santalla y destruye alternativas de futuro, valora Trevín, por las consecuencias de uno de los «grandes errores del Principado, de los “leaders” y de nosotros mismos», el desinterés por la versión agroalimentaria del aprovechamiento de lo que proporciona el territorio: «Hay castañas, moras, higos...Yo hago mermeladas y licor de arándanos para los huéspedes de mi casa y me sale todo gratis...».

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