Una villa en formación

La pequeña capital saregana ha encontrado una salida contra el despoblamiento en los nuevos usos residenciales del medio rural

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Vega de Sariego (Sariego)

En el hermoso y amplio valle de Sariego, cabecera del río Nora, protegido del Norte por el cordal de La Campa, Vega ocupa una posición central que tiende a ordenar la constelación de cuarenta pequeños pueblos en los que se organiza el poblamiento rural tradicional de sus tres parroquias. Es territorio de poblamiento antiguo, con orígenes que se vinculan al Medievo, como atestiguan los restos prerrománicos y su posición sobre el camino de Santiago, advocación de la parroquia central, a la que pertenece Vega. Ésta es hoy una pequeñísima villa desestructurada entre el emplazamiento original y la atracción de la carretera de Villaviciosa. A la vez, está en proceso de conformación a partir de un poblamiento rural repartido en una decena de pequeñísimas agrupaciones situadas en la parte central del valle de Sariego. Sólo unos pocos pueblos mayores sobrepasaban el centenar de habitantes. Vega, la capital, ni siquiera llegaba a esa cifra hasta fecha reciente y no es aún la mayor población del concejo, posición que cede a San Román.

La habilitación de equipamientos e infraestructuras, la radical mejora de la accesibilidad y, sobre todo, su contigüidad al mundo urbano metropolitano han convertido Vega en un núcleo en el que se va conformando una pequeña villa a partir del mínimo poblamiento anterior, de los edificios públicos, de los equipamientos y del incipiente impulso que proporcionan las nuevas residencias para nueva población, proveniente, hasta ahora, de otros núcleos del concejo que ve cómo su población tiende a estabilizarse sobre los 1.300 habitantes. Una decena de pueblos de la parroquia de Santiago completan los casi 700 habitantes de la parte central de Sariego: Berros, Carcavá, La Cuesta, Moral, Lamasanti, Ñora, Pedrosa, El Rebollal, Santianes, además de Vega. La capital centraliza así los servicios en un concejo de tipología y funciones rurales hasta hace poco, que se abre a nuevas funciones residenciales y terciarias de la mano de la mejora de sus comunicaciones metropolitanas.

Vega y Sariego sirven de partida para analizar algunos aspectos que están de actualidad. Por un lado, la conveniencia o no de mantener ayuntamientos como éste. Por otro, una revisión de los modos residenciales metropolitanos y rurales en Asturias para mantener vivo su sistema de poblamiento.

Sariego se presenta como un buen argumento de la conveniencia de mantener el actual mapa municipal asturiano, incluidos los hermanos pequeños. ¿Qué beneficios traería la desaparición de municipios como Sariego? Económicos, no parece, los servicios a la población y la financiación por habitante seguirán ahí. En cambio, la centralización de servicios y equipamientos en núcleos urbanos de mayor tamaño daría al traste con los procesos que hoy permiten el crecimiento de Vega, dejando a Sariego expuesto a la continuidad del ritmo de envejecimiento y despoblamiento que han caracterizado buena parte del último medio siglo.

De otro lado, los modelos residenciales en el ámbito metropolitano asturiano se han centrado en la habilitación de suelo urbano para vivienda colectiva en operaciones de tamaño medio en las afueras de las ciudades principales. Operaciones que también alcanzan a las ciudades secundarias metropolitanas, como Pola de Siero. La demanda también se ha orientado, con fuerza, hacia la vivienda unifamiliar, que ha conocido una importante extensión en áreas periurbanas e instersticiales entre centros urbanos y que ha propiciado, además, una importante labor de rehabilitación del patrimonio edificado de los núcleos rurales, como primera o segunda residencia. Aquí parece haber un sitio para el crecimiento ordenado, integrado en el paisaje, sostenible y con todos los adjetivos que deseemos; pero crecimiento -no muerte lenta- de núcleos como Vega, capital mínima de un pequeño concejo, que con sólo unas escuetas iniciativas ha vuelto a recuperar un cierto dinamismo y a encarar su futuro con mayor optimismo, dejando de lado condenas irreversibles y escenarios poco halagüeños de envejecimiento y despoblamiento progresivo.

La sostenibilidad del crecimiento metropolitano pasa, entre otros aspectos, por aprovechar para la expansión residencial aquellos núcleos que ya disponen de equipamientos y servicios, antes que, como prefiere la tendencia dominante y las malas prácticas urbanísticas, crear nuevas áreas urbanas que posteriormente hay que equipar de todo lo que demanda la nueva población residente. Núcleos como Vega y, en general, la mayoría de las capitales concejiles juegan con ventaja en este aspecto y por ello deberían ser objeto de tratamiento especial en los planes de ordenación, que parecen seguir entendiendo los núcleos rurales como meros depositarios de la función de localizar el declive de las actividades primarias y acompasar su ritmo a ellas. Esto también es policentrismo, práctica recomendada por la Estrategia Territorial Europea.

Vega, como otras pequeñas localidades, tiene futuro, y ese futuro debe ser de crecimiento o no será. Y el crecimiento hay que apoyarlo, darle cauces, vías de integración en el paisaje y en el sistema de poblamiento; no ponerle cortapisas inútiles que parten del desconocimiento profundo de la realidad del mundo rural asturiano, que es muy distinta de la de hace veinte años, afortunadamente.

Comunicaciones y suelo para un porvenir de viviendas y empresas

Vega es la pequeñísima capital de un pequeño concejo asentado en el atractivo valle de Sariego, en el surco prelitoral asturiano. Pequeñas iniciativas hacen grandes y viables pequeñas polas y territorios, y éste parece el caso de Vega, que acoge equipamientos y servicios y ensaya la atracción residencial sobre el área metropolitana como vía de futuro, unida al mantenimiento de las actividades tradicionales y a su actualización con vistas a las demandas de los mercados urbanos. Para hacer frente a estos procesos de crecimiento, la pequeña capital saregana dispone de comunicaciones y suelo habilitable para las funciones residenciales y empresariales dentro de un ambiente apacible, confortable y muy cuidado.

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