Imagen contrapicada de una bellota en el momento, simulado, de caer de la encina (Quercus ilex) bajo la luz de las estrellas. Todo comenzó cuando una noche de noviembre estaba realizando una imagen nocturna en un encinar y comencé a oír un ruido repetitivo cuando el viento soplaba. Aquí y allí oía cosas cayendo. Eran bellotas que caían en la época de la montanera (desde noviembre a principios de enero cae la bellota con la que se alimenta a los cerdos) con la luz de las estrellas como único testigo. Necesitaba captar ese viaje privado, hermoso y único en la vida de las encinas. Tuve que enfrentarme a bastantes desafíos para conseguir lo que tenía en mente, y para ello monté un pequeño estudio al aire libre. Esta imagen es, posiblemente, la imagen técnicamente más difícil que haya intentado.
Realizada en una sola toma, mezclando luz natural con luz artificial, tanto flash como luz continua. Todas las luces artificiales se filtraron para conseguir las dominantes de color que buscaba. La luz continua artificial viene de la derecha de la imagen, de una linterna led de alta potencia, a la que tuve que diseñar una capucha especial para conseguir una iluminación alta y muy estrecha. Con esta luz conseguiría la estela de la bellota al caer. Debido al gran angular usado (15mm), fue muy compleja la ubicación de la linterna para que no iluminase las ramas de las encinas circundantes. Pero, para poder distinguir qué era lo que caía, tenía que congelar la imagen de la bellota tras rebotar en el suelo (en realidad en las raíces de la encina), y conseguí esto con dos flashes con snoot y filtros cálidos de gelatina. Los flashes estaban dispuestos uno en contra y otro a 45 grados a la derecha. Los flashes no fueron disparados por la cámara, sino directamente desde una barrera infrarroja unida a un disparador por radio. Para hacer esto, la estela de la bellota debía cortarse justo antes de congelar la bellota, de manera que la luz continua y la de flash no se mezclaran en el sujeto (la bellota). Esto implicaba, además, sincronizar la barrera infrarroja con la velocidad de salida tras el rebote de la bellota y el lugar exacto donde la luz continua dejaba de iluminarla. El problema era que la superficie donde rebotaba la bellota, la raíz de la encina, era irregular, y por tanto los rebotes raramente se parecían unos a otros. Además, la bellota debía estar congelada en sitio adecuado, en dirección, altura y profundidad, de manera que saliese a foco, dentro de la profundidad de campo del diafragma utilizado, f/2.8, necesario para que se apreciaran bien las estrellas. Las bellotas, por otra parte, caen desde un dispensador especial creado para esta imagen. El dispensador debía tener una buena precisión y repetitividad para los lanzamientos, de forma que disparase el fino haz infrarrojo. Esto no es fácil si tenemos en cuenta que la bellota debía caer desde una altura de 2 metros, ni siquiera en condiciones ideales sin viento. El obturador de la cámara se activaba previamente, con una exposición de 45 segundos, de forma que se viesen las estrellas como puntos y, tras la caída de la bellota, el dispensador debía retirarse para que no afectara a la exposición de las estrellas. De esta forma se percibía como que la bellota caía desde la encina.
Finalmente, también use la técnica de doble foco para conseguir que tanto las estrellas como la bellota quedaran a foco.
Canon 5D III + Tamron SP 15-30mm; 45s a f2.8; ISO 3200. Sin filtros en cámara. Trípode. 2 Flashes en modo Manual Canon 580 II y Canon 430 II, con filtros de gelatina CTO Full y snoot. Linterna LED CREE Ultrafire con filtro de gelatina CTO Full y capucha específica casera. Barrera IR Fotocap USB. Adaptador de ángulo ultrabajo para trípode. Dispensador bellotas. Disparador Radio Yongnuo YN622C. Intervalómetro Phottix TC-501. Trípodes y soporte varios.
Esta aguja se llama «Epée du Tacul», que significa «la espada». La fotografía fue realizada a finales de julio en el macizo del Mont Blanc, Alpes franceses.
Se ha ascendido con frecuencia desde el siglo pasado, pero actualmente el acceso ha cambiado mucho debido a las variaciones del clima y al retroceso de los glaciares, por lo que fue difícil llegar a la zona. Tenía este lugar en mente desde hacía un tiempo para una sesión nightscape, así que he pedido a dos amigos que formaran parte de la aventura.
En invierno se puede llegar al lugar con esquís desde el Aiguille du Midi, pero en julio se convierte en un largo paseo desde Montenvers, con pesadas mochilas. Hemos empleado 7h 20m para cubrir la distancia y el ascenso de 1.400m con 18 a 23 kg en los hombros. El terreno es difícil porque no hay camino y hay que navegar en las morenas.
Al poco de llegar nos pusimos a equipar la aguja, porque la lluvia y las nubes estaban casi encima. Mientras mis amigos Florent y Julien estaban trabajando en ello comencé a tomar algunas fotos. Este es uno de los primeros disparos cuando Flo, que parece un vaquero, está a punto de coger la aguja con una honda para reforzar las viejas cuerdas y asegurar nuestra próxima subida durante la noche.
Tras el descenso decidimos preparar la cena y esperar a que la lluvia permitiera subir nuevamente y jugar un poco con los disparos nocturnos.
Nos fuimos a la cama después de la medianoche, en el único lugar plano existente, pero felices de dormir allí, a 3.000 m, y poder escuchar el ruido de piedras y seracs caídas durante toda la noche alrededor nuestro.
Nikon D4S + 28-300mm 3.5-5.6, focal a 28mm; 1/400s a f20; -1/3 EV; ISO 160
Las banderas de oración tibetanas se encuentran en los pasos y en las cumbres de las montañas del Himalaya. Además de ser un símbolo religioso, promueven la paz, la compasión, la fuerza y la sabiduría. Los tibetanos creen que los mantras son movidos por el viento para difundir la buena voluntad y la compasión en todo el espacio penetrante. Por eso consideran que las banderas de oración traen beneficios a todos y las cuelgan en lugares altos donde el viento puede llegar fácilmente. Tradicionalmente, las banderas de oración siguen un estricto orden de color en grupos de cinco, cada una de las cuales se asemeja a un elemento: azul (cielo, espacio), blanco (aire, viento), rojo (fuego), verde (agua) y amarillo (tierra). Según los tibetanos, el equilibrio de estos cinco colores produce salud y armonía. En nuestro proyecto realizamos una bandera de oración humana siguiendo la idea original de crear armonía como tributo a los deportes de montaña. El proyecto se realizó con el esfuerzo de los Slackliners de Viena, para lo que diseñamos un conjunto especial y reforzado que pudiera hacer frente al peso de todos los atletas involucrados.
Canon EOS 5D Mark III + EF 16-35mm f/4L IS USM, focal a 22mm; 1/200s a f4.5; ISO 100
La más alta torre de faro en tierra (2.046 m sobre el nivel del mar) se encuentra en el Oberalppass en Suiza. La contrapartida de la misma está en Holanda, donde el Rin flota en el mar. Yo estaba en Andermatt con el equipo alemán Salomon Freeski para fotografiar sus descensos. Debido al mal tiempo y al elevado riesgo de avalanchas no pudimos hacer nada. Como entretenimiento cogimos un tren y miramos alrededor…
Tan pronto como llegamos al Oberalppass y vimos el faro todos en el equipo tuvimos la misma loca idea. Se necesitaron 6 personas y un día entero para construir un salto, el aterrizaje y los preparativos para esta foto. Se utilizaron tres flashes Profoto B1, dos dentro del faro y uno en la parte posterior del mismo. El salto era realmente peligroso por el fuerte viento y la mala visibilidad.
Canon EOS-1DX + EF 16-35mm f/2.8L II USM, focal a 16mm; 1/1250s a f6.5; ISO 800. Esquiador: Sebastin Scheck.
Durante el mes más frío del año, mi novia Marion y yo viajamos a Mongolia para fotografiar a los cazadores con águilas. Fue un proyecto que estuvo en mi lista de deseos durante un par de años. El mayor desafío fue encontrar a la persona idónea para guiarnos en la enorme área y ponernos en contacto con las familias adecuadas.
Los cazadores con águilas son en realidad kazajos que huyeron para Mongolia durante el período comunista en Kazajstán. Hay unos 250 cazadores de águilas en la provincia occidental de Mongolia y entrenan a las águilas de oro para cazar principalmente zorros y liebres.
Tanto nuestro guía como las familias que visitamos eran personas de corazón cálido, que vivían de la tierra y criaban enormes rebaños de ganado que les proporcionaban carne y leche.
A menudo fotografiábamos a temperaturas alrededor de -35oC, a veces cayendo incluso a -50oC, por lo que había que mantener la cámara protegida de la condensación al entrar en las casas de los cazadores.
Aunque había bastante luz ambiental, elegí un ajuste ISO alto, de 400, para congelar los movimientos del águila y una abertura pequeña, f /16, para asegurar que el caballo, el cazador y el águila resultasen nítidos.
Canon EOS 5D Mark III + Zeiss Otus 1.4 / 28 ZE; 1/320s a f16, 1/3 EV; ISO 400
Saliendo de un safari al atardecer, en Masai Mara (Kenia), un grupo de jirafas se asomó al camino a modo de despedida. Busqué la posición en la que el arco iris quedaba enmarcando a la jirafa y disparé desde el vehículo.
Nikon D7100 + Sigma 150-500mm f/5-6.3, focal a 150mm; 1/1250 a f5.6; ISO 1250. Sin procesado ni recorte posterior, tan solo algo de contraste.
Las imágenes fascinantes se pueden crear con los temas más simples, siempre que haya condiciones de luz emocionantes.
Los abejarucos blancos fueron iluminados con una linterna, durante una larga exposición, para hacer sus colores visibles y agudos. Al mismo tiempo, su movimiento creó un interesante efecto fantasmal en la luz continua del fondo. Cuando la luz brilla a través de una tela de araña, una gota de agua o, como en este caso, el ala de un pájaro, mirando desde un ángulo particular, puede apreciarse que se desvía en sus colores y los colores del arco iris pueden verse en el . Debido a la rapidez de las escenas no aprecié ninguno de ellos a simple vista. La imagen se hizo con un ajuste preestablecido, de modo que no miré por la cámara, pero al seguir el movimiento de los pájaros traté de exponer en el momento en que se acercaban a la dirección del recorte. Tuve algunas ideas sobre las formas, pero la composición final fue creada por la propia naturaleza.
Nikon D810 + 70-200mm f/2.8, focal a 195mm; 0,5s a f10, -1/3EV; ISO 400
Durante un día de navegación por el mar Mediterráneo en compañía de mis amigos, vimos en el horizonte varias grandes aletas dorsales flotando en la superficie, por lo que cambiamos de dirección para dirigirnos al grupo y, cuando nos acercamos, vinieron hacia nosotros. Detuvimos el barco y se alojaron a nuestro alrededor. Me puse la máscara y las aletas, agarré mi cámara, salté lentamente al agua azul cristalina y tuve uno de mis mejores encuentros submarinos con un grupo de Pilot Whales. Dieron vueltas alrededor mío durante cinco largos minutos, por lo que resultó ser una muy buena oportunidad para fotografiar a estas ballenas.
Nikon D7000 + Tokina 10-17mm f/3.5-4.5, focal a 17mm; 1/160s a f9; ISO 320. Cubierta subacuática Nauticam. Luz natural.
Fotografía realizada en Svalbard, Noruega, el 28 de julio de 2014, a las 7.45 horas. Un oso polar descansa sobre el hielo al lado del agua después de una comida.
Nikon D4s + Nikkor 600 f/4 VR; 1/2500s a f5.6; ISO 1.400. Disparada cámara en mano desde una Zodiak.
Hay pocos lugares en el mundo tan extraordinarios como el Delta del Okavango, un río que desemboca en pleno desierto sin alcanzar la orilla oceánica. La estación lluviosa hace que el río convierta su desembocadura en un mar interior y en un territorio fértil donde acude la gran fauna de sabana africana en busca de agua y del abundante alimento que ésta provee.
Los islotes que el río deja a su paso son un paraíso para quien hasta allí llega, como este grupo de elefantes que encuentran un festín en las hierbas crecidas en tan reducido terreno, gracias a la temporal presencia hídrica.
Dada la escasez de relieve en la llanura de Botsuana, donde el Okavango desemboca, la mejor manera de contemplar un fenómeno natural tan espectacular es mediante una perspectiva aérea. Desde una avioneta, no solo es abarcable la magnitud del delta, sino que se dispone de momentos únicos, en los que el disparo fotográfico tiene que ser ágil, para captar escenas también únicas de la fauna africana dentro un laberinto de vegetación y agua.
Canon EOS 5D Mark III + EF 24-70mm f/4L IS USM, focal a 38mm; 1/100s a f4, -1 EV, ISO 400
Parque Nacional de Yosemite, USA. Fue como si la Madre Naturaleza hubiera apretado un botón y la lluvia se detuvo. Estaba tan ocupado removiendo las bolsas de protección de mi cámara contra el agua, que casi me lo perdí. Por un breve momento las nubes se separaron, dejando que los rayos de sol iluminaran el fondo del valle y parte de El Capitán. Miré con asombro, casi olvidándome por un momento de hacer clic en el obturador de la cámara. Después del primer y único chasquido del obturador, el valle volvió a sumergirse en nubes oscuras y la Madre Naturaleza abrió nuevamente el tapón del agua, reanudándose la lluvia.
ALPA 12TC, con lente Rodenstock HR Alpar de 35mm; 0,5s a f11; filtro ND 1.2
Estratos rojos, naranjas y blancos se pliegan y retuercen en tempestuosas formas, proporcionando un relieve fantástico a esta duna fosilizada hace millones de años. Sin embargo, a pesar de haberla visitado en numerosas ocasiones durante mis últimos viajes al Sudoeste de USA, no había conseguido realizar una imagen que cumpliese mis expectativas.
Fue al final de una calurosa tarde de verano, con el sol ya escondido bajo un horizonte nocturno, cuando una incipiente tormenta comenzó a gestarse en el cielo. Me tomé mi tiempo para estudiar su evolución, valorando si su trayectoria podría sobrevolar la formación que llevaba resistiéndoseme años. Corrí con mi trípode a la posición que ya tenía estudiada de antemano y esperé mientras los rayos iluminaban el cielo cada vez con más intensidad. Finalmente, en un sorprendente golpe de suerte, un rayo con forma humanoide surgió de un remolino de nubes, cayendo justo en el punto que estaba esperando. Simplemente no me lo podía creer...
Nikon D810 + Nikon 14-24mm f/2,8, focal a 14mm; 30s a f11; ISO 400; Trípode Gitzo Mountaineer con rótula RRS BH-55
Cuando las gotas de lluvia refractan la luz del sol, un arco iris aparece en el cielo, pero si la precipitación es menor de 0,05mm -o si hay niebla en lugar de lluvia- el arco puede llegar a ser casi completamente blanco. Durante una jornada de campo, después del amanecer, encontré una capa de niebla sobre este prado florido y un precioso arco blanco apareció, sólo durante unos pocos minutos.
Foto tomada en Pian Grande, una meseta situada en el Parque Nacional de Sibillini, centro de Italia, que en julio se ve afectada por una intensa floración durante aproximadamente dos semanas. Es un fenómeno efímero y espectacular donde las flores silvestres de diferentes colores invaden toda la meseta.
Nikon D-810 + Zeiss ZF2 21mm f/2.8; 1/80s a f11; ISO 64. Polarizador LEE Paisaje, trípode Gitzo Mountaneer2 con cabeza Manfrotto Junior.
La bioluminiscencia es una de las características más interesantes del mundo animal. Para mí es una especie de magia: estos diminutos animales son capaces de producir luz sin esfuerzo. Sin embargo, es sólo una ventaja evolutiva para ayudarles a cazar insectos pequeños como los pulgones.
Caminando una noche por el bosque de nubes tropicales, me atrajo el movimiento de dos luces constantes y brillantes. Me acerqué sigilosamente y lo que vi me dejó abrumado: había un escarabajo de faro o Carbunco, Pyrophorus, con sus dos puntos luminiscentes en la parte posterior de su cabeza.
Hipnotizado por las dos luces amarillas brillantes, tomé esta imagen mientras el insecto se movía alrededor de la hoja, usando un disparo en larga exposición sincronizada con un flash al final.
Estas técnicas fotográficas utilizadas de manera creativa nos dan una visión de los asombrosos aspectos de la conducta animal, que de otro modo permanecerían sin ser observados.
Canon EOS 1D X + Canon EF 24-70mm f/2.8L II USM, focal a 70mm; 30s a f5.6; ISO 1600; Canon Speedlite 600 EX-RT. Alajuela, Costa Rica.
Tomé esta imagen en el parque nacional de Wapusk, Manitoba, Canadá. Este lugar de la Bahía de Hudson, cerca de la ciudad Churchill, es bien conocido por sus osos polares.
Cuando una osa sale de su madriguera con los cachorros recién nacidos, después del invierno, se traslada al hielo que queda, antes de que desaparezca, para cazar y alimentarse a sí misma y a los cachorros.
Cuando los cachorros están cansados, la madre espera unas horas a que descansen. Ella los alimenta y los deja dormir. Cada vez que se despiertan, los cachorros juegan hasta que el hambre les llega, después comen y vuelven a dormir. Esto se repite varias veces, antes de que los cachorros sean lo suficientemente fuertes para seguir avanzando otra vez.
El de la fotografía es el momento en que los cachorros se han despertado y están jugando activamente. Siempre es lo mismo, un cachorro siempre está cerca de la madre y muy dependiente de ella, mientras que el otro cachorro es audaz y pasea. Ella comienza a demoler un arbusto pequeño. Los cachorros parece que entienden eso como un ejercicio. A los cachorros no les molesta que las temperaturas bajen hasta menos de 50º Celsius, incluso sin viento frío.
Nikon D4S + Nikkor 600mm f/4,+ TC 1,4, focal 850mm; 1/1600s a f11, + 1,33 EV; ISO 2500. Trípode Gitzo.
La costa oriental de Asturias es predominantemente caliza y por ello la erosión hace mella de forma muy particular en la franja costera, creando fenómenos como cuevas, dolinas, travesías interiores..., que cuajan los acantilados de rincones tan increíbles como este.
Nos estamos desplazando en tablas hinchables de Paddle Surf o Stand Up Paddle, con la cámara en una carcasa acuática de fabricación artesanal, con la consiguiente pérdida de agilidad en el manejo de la misma y de los posibles cambios de parámetros.
Ya habíamos estado en la cueva varias veces y yo había encontrado este punto de vista, pero la grandísima diferencia entre la luz exterior y la interior hacia que la fotografía, esos días, fuera imposible, por lo que busqué otro momento en el que, sin quedarnos sin luz, el atardecer hiciera que la intensidad -en el exterior- bajara, los colores empezaran a acompañar y esa diferencia insalvable de luz se minimizara. Y, por supuesto, todo esto coordinarlo con un día en que el mar no estuviera fuerte, cosa que en esta zona se da muy pocas veces al año. Su orografía, con acantilados que bajan prácticamente verticales hasta el fondo, hace que por poco mar de fondo que se de, se refleje de una manera, si no intensa, bien palpable.
Se espera hasta que la serie de olas que entra pare, se acuerda con los compañeros que a mi señal se posicionen y levanten las palas y se dispara. Se dispara intentando llevar las luces lo más arriba que se pueda, pero sin quemarlas, para derechear el histograma y así en la posterior edición poder mitigar esa imposibilidad técnica y el humilde equipo utilizado.
Ya que, como se puede intuir, pensar en bracketings o HDR o cualquier sistema de aumentar el rango dinámico sobre una tabla movida por el mar, es imposible, como lo es también tomar tierra, que no la hay, o fijar nada a una pared llena de rocas cortantes y mojadas, además de estar siendo batido por las olas. La única solución es escoger el mejor momento posible y compensar diferencia entre luces y sombras.
Haber elegido el momento atardecer tampoco fue casual, ya que el sol sale justo por detrás de las cuevas y, en esta época del año, cae por una localización que, sin ser justo por delante, sí que aporta algo de luz al interior. Al ir acercándose al horizonte el sol, la luz va esquivando diferentes salientes que se interponen y va consiguiendo llegar de forma residual.
Canon EOS 7D + 50mm; 1/160s, ISO 640
Un detalle del vuelo de unos estorninos invernantes en Asturias hacia el dormidero. Llegan siempre al atardecer y normalmente suele haber una pareja de halcones que aprovecha su llegada para cazar alguno de ellos, lo cual siempre causa un gran revuelo en el bando y, como se observa en la foto, se desconciertan y vuelan en todas direcciones.
Quería crear un efecto artístico de la llegada, pues en las observaciones que realicé previas a la tarde de la foto, vi que la situación tenía muchas posibilidades fotográficas. Para ello, utilicé una doble exposición en cámara, de dos tomas en un único RAW. En la primera toma, desenfoqué las hojas otoñales que rodeaban la escena con un rápido movimiento de cámara a la vez que aplicaba una baja velocidad de obturación de 1/8s. A su vez, subí en la cámara el balance de blancos o temperatura de color a lo máximo que me admitía, que fueron 10.000 grados Kelvin, compensando la exposición en +0.67 EV. Todo esto para conseguir una primera toma de base que transmitiese una atmósfera onírica al vuelo de los estorninos, que fue captado en la segunda toma cerrando el diafragma hasta F/18, para intentar así conseguir la mayoría de ellos a foco. El resultado final me recuerda a una pintura oriental, de ahí su título.
Canon EOS 5D Mark III + EF 100-400mm, focal a 400mm; 1/8s a f18, + 2/3 EV; ISO 2500