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L’Entregu

Parece ser que el latín vulgar debió de haber conocido una expre sión *INTRATICUM con el significado de ‘entrada o desem bocadu ra’. Nada tiene de extraño que este accidente hidrográfico haya ser vido para aludir al terreno y, por consiguiente, al núcleo de población situado en la confluencia de aguas o en sus inmediacio nes (1 p. 57-58; 43 p. 39; 235 p. 331). En Asturias podemos enu merar una serie de lugares habitados que llevan tal denominación:

Antráu (Cn)134, Entragu (Tb), L’Entregu (Sr), Intria go (Co), Antrialgo (Pi), Entrialgo (Llv), Intrialgu (Pa).

Todas las variantes fonéticas que observamos son fácilmente explicables como inestabilidad del timbre vocálico para la vocal deute rotónica, y alternancia de resultados -algu o -agu quizá fruto de dos sufijos próximos, -ATICUM y -ACUM.

El caso más llamativo parece ser que nos lo presenta L’Entregu, nombre que primitivamente aludía a los terrenos situados entre el regatu que bajaba de Bédavo hasta su desembocadura en el Nalón. Esto nada tiene que ver con la leyenda de la entrega de doncellas a los moros, como pretenden determinados eruditos loca les, sino con la misma palabra *INTRATICUM, sólo que con una vocal tónica inflexionada metafónicamente pero con un resultado é, inesperado en la cuenca del Nalón donde lo habitual es una evolución á > ó.

Muchos de nuestros árboles aparecen documentados desde los primeros textos medievales; de un modo particular constatan los frutales, a veces en su expresión latina, otras, por el contrario, en la claramente asturiana aunque oculta frecuentemente por el ropaje externo latinizante. He aquí, a título de ejemplo, algunas muestras tempranas de algunos frutales documentados en los primeros años de San Vicente de Uviéu: “pomiferis” (887), “pomares” (905, 917, 949, 950, 969), “pumares” (916), “pumare” (929, 937), “pomare” (962)1, “perares” (946), “perales” (949), “ceroliares” (946, 949), “ficares” (946, 950), “figares” (949), “noceto” (946), “noceta” (949), “zeresales” (950), “illas cerasiares” (978), “kastaniales” (950), “prunales” (950), “nissales” (950), “illa uinea” (978), etc.

Junto a estos aparecen otros como:

“illum salice” (978), “illim cippum” (978), “illum laurale” (978), etc.

Su presencia en la toponimia, en todo de caso, no deja de ofrecer numerosas diferencias como se comprobará con la lectura de las líneas que siguen.