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Fabal

Con el nombre de faba, del lat. FABAM (EM) y documentado ya en León en 968, suele aludirse en Asturias a diversas variedades de la familia de las papilionáceas, aunque después, según las zonas, se puntualicen determinados extremos que llevan a distinciones entre les fabes prietes, les fabes pintes, los chichos, les fréxoles o vainas o vainillas etc. Lo cierto es que nuestra faba por antonomasia, la alubia o judía o habichuela, parece que se introduce en época quizá algo posterior al maíz, por más que otras variedades de fabes sean conocidas anteriormente (6 p. 103).

Las tierras dedicadas a tal cultivo llevaron, y llevan, los nombres de fabal o fabar, faberu; también fabariega, que ya se documenta en el temprano 1187 según documento del monasterio de San Vicente: “una fauarega” (SV p. 539).

La importancia dietética de les fabes queda fuera de toda duda y a su cultivo se dedicaron considerables extensiones de terreno a juzgar por los datos que nos procura el Catastro del Marqués de la Ensenada elaborado a mediados del siglo XVIII. Unas tierras, dice refiriéndose a Teberga, producen “pan, maíz y fauas blancas mezclado alternando’‘; otras “fructifican fauas negras y arvejas mezclado’’ (cf. 7 respuesta 4ª). Nada tiene de extraño que los terrenos caracterizados por el cultivo de les fabes quedaran grabados en la toponimia, incrementados por sufijos abundativos o colectivos:

Fabal (Cs, Tr, Ve), El Fabal (Gs), Fabar (Cr, Pz), Fabares (Vv), El Fabariegu (Llv, Cd), La Fabariega (Mo, Vd), Fabarín (Uv), El Fabareyu (Cg), etc.

Quizá sea La Faucosa (Mi) el de más difícil interpretación, aunque partiendo de estadios intermedios como La Fabucosa, sabemos que en realidad se trata de un abundativo formado sobre el diminutivo-despectivo fabucu o fabuca. Algo por el estilo ocurre con La Fariega (Mi) con la pérdida de la -b- intervocálica presente en su antecesor La Fabariega.