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Esperando lo peor

6 de Agosto del 2013 - María Jesús Gallardo Novas (aviles)

Hace casi 25 años aprobé las oposiciones de la Caja de Ahorros de Asturias, el que entonces era uno de los mejores, sino el mejor, trabajo que podías conseguir. Un trabajo seguro, en una entidad solvente, con futuro, un montón de compañeros y miles de fieles clientes, la Caja de Ahorros era la Caja con mayúsculas.

A lo largo de estos 25 años he vivido junto con mis compañeros la evolución de la empresa, el cambio de las rutinas de trabajo, la adaptación al cambio de mentalidad de quien tiene un cliente seguro al que tiene que luchar por mantenerlo y conseguir nuevos clientes en un mundo tan competitivo como es el nuestro.

En estos 25 años yo considero que ha habido una reciprocidad entre empresa y empleado, que se ha ido perdiendo con los años, la empresa cada vez te exige más a cambio de un salario que cada vez se va correspondiendo menos... hasta que llegamos a este momento.

Después de 25 años la gran Caja de Ahorros de Asturias ya no es la Caja, es un Liberbank, resultante de fusiones, en la que difícilmente te reconoces aunque sigas poniendo tu empeño porque es tu trabajo, es tu responsabilidad, es tu vida.

Y ahora, después de 25 años, alguien ha decidido, no se sabe cómo, que me merezco una reducción de jornada del 30% con la consiguiente reducción de salario, ah, no, perdón, del 50%, que los sindicatos mayoritarios han llegado a un acuerdo con la empresa, y al parecer el 30% era poco. Eso basándose en unos criterios de "valoraciones de puestos", que han servido para que unos tengamos el 10, otros el 30 y otros el 50 y hayan pasado de un porcentaje a otro, para arriba o para abajo, a voluntad del dedo que hace la lista.

A 25 años vista, ese dedo y la persona que vaya a él pegado posiblemente hayan pasado más tiempo en un despacho y hayan atendido a la décima parte, si es que ha atendido a alguien, de clientes que yo, desde mi humilde puesto de comercial operativo.

25 años, y estoy en la caja, de la caja de la Caja, esperando un funeral, cada vez más cercano. Me acecha la depresión, la impotencia de ver que una empresa por la que has luchado día a día, cliente a cliente, por la que sigues luchando, ya no te quiere, estás de más, sobras. Mientras tanto seguiré en mi oficina trabajando para esos clientes que tienen sus nóminas, sus depósitos, sus seguros porque mis compañeros y yo estamos dando la cara para que así sea.

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