Juventud
10/05/2023
GANADOR@S: ZAIDA, SAMUEL Y BLANCA.
Agradecer a todos los centros educativos la difusión y el apoyo al concurso, CEIP Luis Turón, CEIP Román García, CRA Bajo Martín e IES Luis Turón.
Gracias también a l@s 81 niños, niñas y jóvenes participantes.
Os dejamos los relatos ganadores.
Érase una vez una familia del Bajo Aragón que tenían dos mellizos, María y Hugo.
Estaban terminando sus estudios en el instituto con muy buenas notas y tenían claro a que se iban a dedicar.
María quería ser soldado profesional para defender a las personas. Hugo quería ser cuidador de personas porque era muy cariñoso y le gustaba cuidar a la gente.
A su madre le parecía bien, pero a su padre no le gustaba nada la idea, decía que ser soldado eran cosas de chicos y cuidar a las personas lo hace mejor una mujer.
Un día el padre de Hugo y María se puso enfermo y estuvo ingresado en el hospital. Hugo estuvo allí cuidándolo muy bien y tratándolo con mucho amor y cariño
El padre de Hugo se dio cuenta de que su hijo podría ser un buen cuidador de personas, pero la profesión de María seguía sin gustarle. Pensaba que ser soldado era muy peligroso para una mujer.
Cuando salieron del hospital, se les acerco una persona que intento robarles el dinero, los relojes, etc.
María sin pensárselo defendió a su familia del ladrón y lo llevo a la comisaría de policía.
Entonces su padre pensó que su hija ya podía ser soldado y defender a las personas, había sido muy valiente y estaba preparada para ello.
Por fin Hugo y María podrían tener la profesión que ellos querían porque su padre se dio cuenta que no hay cosas ni de chicos ni chicas.
¡TODOS PODEMOS LLEGAR A SER LO QUE QUERAMOS, SEAMOS HOMBRES O MUJERES!
Érase una vez en un pueblo pequeño en un campo de estiércol una mosca pequeñica iba a empezar su vuelo hacia la gran ciudad.
De camino se encontró a un mosquito y le pregunto por donde ir a la ciudad, pero le dijo que no sabía ir a la ciudad, entonces la mosca prosiguió su camino.
Al rato se encontró con una deliciosa basura. En esa basura había una libélula que se llamaba Fernanda y le volvió a preguntar por donde se iba a la ciudad, a lo que ella contestó: - Se va todo recto.
La mosca siguió en camino que esa amable libélula le había indicado y fue por allí todo recto.
También se encontró con un perro que se la intento comer, pero la mosca consiguió esquivarlo y se fue tan rápido como pudo, pero el perro le perseguía y con un muy buen esquive de la mosca de libró de aquel molesto perro. Y entonces se dio cuenta de que ya se veía la gran ciudad a lo lejos, tenía unos edificios muy altos y con muchas ventanas, que a la mosca le impresionaron mucho.
Cómo ya se veía la ciudad la mosca siguió ese camino para poder llegar a esta ciudad tan grande de la que le habían hablado mucho, un poco antes de llegar había un grande e inmenso campo lleno de estiércol, que le recordó a donde nació ella, pero no le dio mucha importancia y siguió su camino.
Al poco tiempo llegó a la gran ciudad la mosca iba muy despistada, con todo el paisaje que había en esa gran ciudad. Todo eso era nuevo para ella y estaba muy impresionada y confundida, no sabía lo que estaba pasando así que decidió ir a dar una vuelta por la ciudad y justo cuando iba a salir de la … ¡Pooomm! Un coche se la llevo por delante y fue el final de la mosca.
Siempre he dicho que me encanta mirar por la ventana. Cuando vuelvo de clase me siento en el sillón y contemplo el pueblo, disfruto de las vistas.
El sillón es de color gris y tiene una manta de pelo color azul, me la hizo mi abuela cuando tenía cinco años. La ventana tiene el marcho blanco, y unas cortinas beige que llegan hasta el suelo. En el borde del marco hay algunos dibujos que pinto de vez en cuando. Hay alguna fecha importante apuntada, como el día siete de mayo. Vivo en una casa grande, situada en una calle próxima al mar.
En mi calle hay una parada de bus muy transitada. A veces me pongo música de fondo y me puedo pasar horas y horas observando. Me imagino todas las cosas que pueden pasar allí abajo, es como si fuera la directora de mi propia película. La película, en la que yo decido qué y cómo pasa. Me gusta pensar en la vida de la gente, en sus vidas.
Seguro que ese hombre está escribiendo una novela policiaca en secreto. Y este chico, siempre está dando consejos a todo el mundo. Ese señor, ese señor de allí, no olvida a su gran amor.
Pero un día, apareció una misteriosa mancha en mi ventana. Una mancha que me impedía mirar por la ventana. Mi película no podía seguir. Era como si mi vida se hubiese paralizado. La mancha llego de improviso, sin avisar antes. Y por eso pretendía que se fuese igual que vino, rápido. Intenté quitarla por todos los medios, pero fue imposible. La froté y usé todos los productos que me dijeron. Incluso, cambié el cristal, pero la mancha siempre aparecía. No podía entenderlo, yo quería ver el mundo como lo veía antes, sin la mancha.
Me frustraba no poder quitar la mancha y me ponía muy triste pensar que ya no podía ser la directora de mi propia película, que el mundo, ya no se vería igual. Contra más me esforzaba por intentar quitarla más grande parecía hacerse. Pensé que si intentaba olvidarme de ella cada día se iría haciendo más pequeña. No me dio tiempo a comprobar si mi teoría era cierta porque un día lo entendí. Solo estaba mirando a la mancha. Estaba enfadada con la mancha y eso me impedía mirar por la ventana. Porque el hecho de que estuviese ahí, tapando parte de mi vista, no significaba que no pudiese mirar. Y comprendí, que mi enfado no estaba en la mancha, estaba en mí. No me tiene porque gustar que esté, pero no es la responsable de mi felicidad.
Puedo imaginar nuevas películas. El escritor, ahora escribe sobre ciencia ficción y agujeros negros. Y el gran amor de ese señor, era la astrología. En cuanto a mí, quizás la mancha siga ahí eternamente, pero muchas veces, ni siquiera me acuerdo de que está. Porque ahora yo decido donde quiero mirar.
Esta soy yo ahora, he aprendido a vivir con la mancha. Probablemente no sería lo mismo sin ella, y en cierto modo le agradezco que apareciese.
Comarca del Bajo Martín
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44530 Híjar. (Teruel)
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