En Villapañada los más madrugadores abandonan el albergue al alba, sin saber que minutos después el sudor les cubrirá la frente en el breve pero intenso ascenso al Fresno, collado que divide los concejos de Grado y Salas. Ingresando en el valle de Las Dorigas, el itinerario atraviesa San Marcelo y orientado por el rumor de un regueiro alcanza Doriga, donde recibe la iglesia de Santa Eulalia. Una bajada trepidante conduce hasta Casas del Puente, a escasa distancia del vado sobre el río Narcea y Cornellana. Surcada por la N-634, donde se apiñan los servicios, y célebre entre pescadores y peregrinos, aún representa parada y fonda para muchos.
El paso por el monasterio de San Salvador, que conjuga arte y leyenda, y que se encuentra bajo una restauración sosegada, lleva después a Sobrerriba y a un bosque autóctono que regala el tramo más bello de la jornada. A la salida de la arboleda aguardan los caseríos de la parroquia salense de Villazón, asentados sobre la feraz ribera del río Nonaya. En los últimos cinco kilómetros, que se hacen eternos, el trazado discurre por Casazorrina y Mallecín, vestíbulo de Salas.
Etapa 2
Partimos de San Juan de Villapañada, excelente otero sobre Grado y su entorno, volviendo a pasar por La Reguera. En la dirección del Camino, dejando a mano izquierda el desvío que conduce a La Linar (La Llinar), afrontamos unas rampas nada desdeñables. Este esfuerzo matutino, en frío, será la tónica durante las siguientes etapas. Así, al ralentí, alcanzamos primero las casas de La Pelona. Tras una breve tregua, acometemos el último desnivel superando la vivienda número 6, apodada del Cartero y perteneciente ya a la parroquia de El Fresno o El Freisnu. A continuación, ganamos merecidamente el collado.
Dominando el altozano se alza el Santuario de Nuestra Señora del Fresno, templo del siglo XVI de gran devoción. A mano derecha, a más de kilómetro y medio, se encuentra el albergue de peregrinos de Cabruñana. El Camino Primitivo, sin embargo, continúa de frente, diciendo adiós al Concejo de Grado para ingresar en el de Salas. Iniciamos el descenso por el camino de Los Morriondos, con hermosas vistas del valle de las Dorigas, algo afeadas por la autovía A-63. En plena bajada se encuentra la fuente de La Meredal, de los siglos XVII y XVIII. Bajo el camino el puente del mismo nombre, que pasa desapercibido si no volvemos la vista atrás. Tras solventar el puente sobre la autovía entramos en San Marcelo, primer núcleo de la parroquia de Santa Eulalia de Doriga.
Recibe Ca Llinar, con su panera y su grano. Manzanos, naranjos y limoneros, además de plantas de aloe vera y una gran variedad de flores, dan un colorido impresionista a esta población cuidada con esmero por sus vecinos, lo que siempre agradecerá un peregrino. Podemos echar un trago en la fuente mientras reparamos en la humilde capilla de San Marcelo, con su espadaña emergiendo sobre los frutales. Salimos por la carretera y a la entrada de la rotonda tomamos una senda a mano izquierda. Conduce a la pasarela de La Meredal, recuperada en 2003. A continuación, una senda angosta se abre paso entre los arbustos de ribera, un bello tramo de umbría ambientado por el rumor del arroyo del Fresno. Tras pasar un molino, muy fotografiado por los caminantes, se llega a La Reaz, con fuente fechada en 1903.
Tras pasar bajo la SL-9 seguimos el curso del riachuelo y entramos en Doriga, donde recibe la iglesia de Santa Eulalia, templo de origen románico consagrado en 1121 y unido al poder señorial del valle.
Junto a Ca Pacita, cruzamos de frente la SL-9 (los ciclistas deberían seguir a mano izquierda por la SL-9 para tomar después la AS-15 hasta Cornellana) y bordeamos un extenso prado por una pista vecinal acercándonos al barrio de Carbajal. A continuación, pasado el camposanto, descendemos hasta toparnos con las obras faraónicas de uno de los viaductos de la autovía. Remontando un corto trecho viramos a mano izquierda por una atractiva senda, donde metros después podemos descubrir una calera escondida entre la hiedra.
La abundancia de piedra caliza en el último tramo de calzada aumenta el riesgo de resbalones y ya ha habido algunas caídas que han supuesto el fin de la aventura para algunos, así que ¡sumo cuidado! Pasado un almacén, llegamos a Casas del Puente / La Ponte, parroquia de Cornellana a la orilla de la AS-15.
A mano derecha destaca la engalanada Casona de Escandina. Cruzamos la carretera con precaución y aprovechando unas rodadas bajo el arcén izquierdo avanzamos junto una a plantación de kiwis. Pasamos La Rodriga y llegamos junto a la Casa del Río, con área recreativa y bar abierto en temporada alta, que seguro aliviará el secano de más de un pescador y caminante. A escasa distancia, a la salida de una curva, entramos en Cornellana cruzando el puente sobre el río Narcea, rico en salmones y cuya pesca es uno de los principales atractivos de la población junto con el Camino de Santiago.
A la salida del puente se puede tomar la senda PR AS-128 que conduce directamente hasta el monasterio de San Salvador de Cornellana, fundado en 1024. La alternativa más demandada es visitar primero la población y tomar un tentempié. Los bollos preñaos y los bocadillos de carne son los más solicitados. Igualmente, a la altura de una ferretería, giramos a la izquierda por la avenida José María Caballero para cruzar el río Nonaya y llegar al monasterio, que aloja el albergue de peregrinos.
Con anterioridad, el Camino seguía a mano derecha tras cruzar el río Nonaya. Ahora rodea el monasterio y pasa junto a la cabecera, donde podemos apreciar los trabajos de rehabilitación llevados a cabo en la cubierta. En 150 metros tomamos la SL-7, que asciende a Sobrerriba.
Esta población es famosa por la cabra Valentina, que ha viajado por todo el mundo en las tarjetas de memoria de muchos peregrinos. En la parte alta tomamos un atajo para ahorrarnos una curva que dibuja la carretera y finalizamos la ascensión por un camino empedrado. Comenzamos una senda en la que nos aguarda un seductor bosque de hoja caduca, donde radican algunos ejemplares de acebo. Sin duda, uno de los trayectos más bellos de esta jornada. El sueño aboca en una cantera de sílice, donde viramos levemente a la izquierda. Unos cientos de metros después una máquina de refrescos nos seduce con un refrigerio. El conjunto lo completa un palé que hace las veces de mesa, un libro de firmas y una manguera. Acto seguido entramos en Llamas, primera población de la parroquia de Villazón en el Camino Primitivo.
En esta aldea destaca un palomar. Afrontamos seguidamente la vega del río Nonaya, llana como un plato e inclemente cuando aprieta el calor. En diez minutos pasamos de largo el desvío a Monteagudo y posteriormente las casas dispersas de Villarraba. El itinerario gira noventa grados a la derecha y unos metros después a la izquierda, dejando a unos pasos el caserío de Villampero. En el horizonte más próximo: Quintana, recostado sobre una ladera y donde despunta la espadaña del templo de Santiago. En medio, la huerta asturiana. La kilométrica recta nos deja junto al cementerio y bajo la iglesia consagrada al apóstol.
Al borde del Camino encontramos reposo en la fuente de Santiago, acompañada por un lavadero. Calmamos la sed y proseguimos nuestra empresa en pos de Casa Mixil, diminuta ante la cantera. Tras pasar bajo el enlace que conecta la pedrera con la N-634 vemos la fuente Caliente, con unos bancos techados en acero corten. Cincuenta metros después aceptamos gustosamente la invitación de una senda que discurre por el monte El Picaroso (los ciclistas menos avezados pueden continuar de frente hasta la N-634 y conectar con el itinerario oficial en Casazorrina).
Entre castaños y avellanos, con un buen repecho inicial, la trocha “áerea” sobre el Nonaya nos planta en el puente de Casazorrina, de los siglos XVII y XVIII. El paraje es idílico y entran ganas de adormilarse junto al río. Con cierta pereza superamos un molino para entrar en Casazorrina, donde el río Paraxas se une al Nonaya.
Esta aldea de la parroquia de Villamar es acogedora, casi siempre con la presencia de algunos vecinos dispuestos a conversar y con una buena muestra de hórreos y paneras restaurados. Franqueado el núcleo, cruzamos la pasarela de La Devesa y arribamos a la venta de La Devesa, con torre defensiva de planta cuadrada de estilo renacentista. Una de sus ventanas abocinadas luce una vieira. El fin de etapa está cercano pero los últimos kilómetros se están haciendo eternos. Sin embargo, en la venta, el azulejo de un Santiago con indumentaria de peregrino alienta el paso.
Atravesamos más estampas rurales antes de pasar bajo un enlace de la N-634, que cruzamos justo después con sumo cuidado. Nos llevamos una alegría al adentrarnos en una senda que avanza bajo la umbría del robledal. Al frente, tras los terrenos de labor, la silueta de El Viso. En nuestro objetivo Mallecín, vestíbulo de Salas.
Atravesamos el poblado y más adelante traspasamos la AS-226 para entrar de frente en Salas por la avenida del Llaniello. Desde aquí podemos vislumbrar algo mejor la iglesia de San Martín, asentada en la falda de El Viso con el vetusto tejo a su vera. Un paseo adicional para aquellos que aún dispongan de fuerzas tras la reparadora ducha. El trazado urbano no plantea dudas y continúa por la calle San Roque hasta la plaza de la Iglesia, donde se sitúa el Ayuntamiento y la colegiata de Santa María, templo del siglo XVI que ordenó construir don Fernando Valdés Salas y que merece una sosegada visita. Completan el conjunto monumental el palacio de los Valdés Salas y su torre medieval que acoge el Museo del Prerrománico. Esta construcción alberga la Fundación Valdés Salas que ofrece importante información sobre el Camino Primitivo, destaca una magnífica colección de mapas antiguos y una excelente biblioteca recientemente donada por Jesús Menéndez Peláez.