El peregrino amanece entre frondosas, bruma, musgos y agua, fantaseando con seres mitológicos que habitan en lo más profundo del bosque. Sólo un fuerte desnivel le despierta de la ensoñación antes de alcanzar la altiplanicie, que destapa el tarro del occidente asturiano. En estos lares se recuesta Bodenaya, sinónimo de hospitalidad, y La Espina, que floreció de una braña vaqueira. A continuación el Concejo de Tineo da sus primeros pasos entre las casas de La Pereda, bajo una sierra de laderas sinuosas y arroyuelos desbocados que dificulta el ritmo en el segundo tramo de la jornada. La ausencia de aldeas tras El Pedregal retrasa aún más la llegada de los caminantes, inquietos por avistar entre el arbolado el Campo de San Roque y su paseo de los Frailes, vereda de entrada a la villa de Tineo.
Etapa 3
A la vera del Ayuntamiento, traspasando el arco que engarza el palacio de Valdés Salas con la torre medieval, atravesamos la plaza de la Campa para continuar por la calle Ondinas. Varias viviendas lucen sus jardines, mimados hasta el último detalle, y mensajes de ánimo al peregrino, que, colocados aquí y allá en las márgenes del camino, estimulan el arranque de una nueva jornada. Casi de inmediato, helechos y saúcos acomodan a especies de hoja caduca invadidas por una perenne, el eucalipto. Al kilómetro de iniciar la caminata, la fuente de Paín es ya una buena excusa para rellenar la cantimplora y ajustar la mochila. Trescientos metros después, el curso del río Nonaya nos planta junto al herrumbroso cargadero de las antiguas minas de caolín.
Estamos ante el camino real que unía Salas con La Espina, construido entre los siglos XVII y XVIII. Por ese motivo está tan bien trazado, con una pendiente llevadera y con presencia de patrimonio viario, como el puente de Borra. Un monolito y una pequeña cruz de madera aúpan después hasta el desvío que se dirige a la cascada del Nonaya (SL AS-22), salto que se encuentra a 250 metros del itinerario jacobeo. Cruzamos el inmediato puente del Carcabón, fábrica de los siglos XVII y XVIII que luce todo su esplendor desde un lateral, donde puede apreciarse mejor su porte, más considerable de lo que aparenta a simple vista. Damos la cara a las últimas dos rampas, las más exigentes de la subida, para alcanzar la N-634 a la altura de El Llanón. Las gotas de sudor ya caen sobre el asfalto.
Cruzamos con precaución la carretera y progresamos por el arcén bajo un viaducto de la A-63. Al poco de superar una casa dejamos la N-634 por la izquierda e iniciamos una senda flanqueada de retama negra. El ascenso continúa más adelante junto a la autovía, permitiéndonos divisar los molinos eólicos de la sierra de Bodenaya. A tiro de piedra ya se encuentra Porciles, primera población de la parroquia de Bodenaya en el Camino Primitivo.
Alcanzamos la aldea tras unos giros y nos entregamos a la altiplanicie de La Espina, puerta del occidente de Asturias. En Las peregrinaciones a Santiago de Compostela el historiador ovetense Juan Uría describía que “su aspecto es de llanura desolada, y a no ser porque alrededor existen montañas aún más elevadas, creeríamos hallarnos en la meseta castellana”. Superamos el Cobijo de Porciles y por el Camín de Misa nos acercamos a Bodenaya. Sorteamos una vía de enlace por un paso inferior, rebasando un crucero a la altura del cementerio, y giramos a la derecha junto a la iglesia de Santa María. A unos metros una fachada de color intenso y varias referencias jacobeas delatan el ya mítico albergue de Bodenaya, donde el hospitalero David ha sabido recoger fielmente la magnífica labor de su fundador, Álex. Los hospitaleros son el patrimonio inmaterial del Camino de Santiago y es de reconocer también el buen hacer de Domingo en Villapañada, Celia y Carmen en La Espina, la veterana Asociación Astur-Galaica del Interior en Tineo, María en Borres y la de tantos que han trabajado y trabajan para que el Camino Primitivo sea lo que es hoy.
Cruzamos posteriormente la N-634 y por una pista terrera cubrimos el medio kilómetro que nos separa de las primeras casas de La Espina. A la vera de la carretera hay un área de descanso y vending, aunque el trazado oficial atraviesa la localidad por la calle de encima, tocando las escuelas. Tras sobrepasar el albergue El Texu, giramos junto a la iglesia de San Vicente y regresamos a la N-634, el cogollo de esta población salense. Quién diría que nació como braña vaqueira.
A pocos metros del albergue El Cruce y del hotel, reparamos en la antigua venta del siglo XVIII. Gracias a las antiguas guías de peregrinación, sabemos que desde La Espina, además del itinerario que recorremos, había otro trazado jacobeo a Canero que enlazaba con el Camino de la Costa. Abandonamos la población rodeando la rotonda de la AS-216 en dirección a Tineo. Inicia aquí una cómoda senda que nos lleva frente a la capilla del Cristo de los Afligidos, del siglo XV. El reloj de sol recoge la inscripción latina Affl ictis lentae celeres gaudentibus horae: 'Lentas son las horas tristes, rápidas las felices'. Nos encontramos en La Pereda, parroquia del Concejo de Tineo.
Giramos a la derecha y subimos hacia el barrio de Reconco. En el tránsito causa sorpresa la decoración navideña de una de las casas, elaborada con vieiras y otros moluscos y completada por la figura de un minero. En doscientos cincuenta metros llegamos a la fuente de Reconco, de 1809, y alcanzamos el camino de tierra tras unas naves ganaderas. Una vaquería de frisonas es el primer plano perfecto para enmarcar el trecho ya recorrido, cerrando el encuadre la sierra de Bodenaya. Dejamos atrás un depósito de agua y giramos en breve a la derecha, recorriendo el camino de amplia panorámica que avanza a media ladera. Su perfil ondulado obliga a cambiar el ritmo con frecuencia y ganamos metros hasta la zona de Las Matiegas. Una bajada conduce a la parte alta de La Millariega, donde un baño portátil anuncia el Rincón del Peregrino, una zona de vending con mesas instaladas en el piso inferior de una panera.
Acto seguido pasamos junto a la fuente de Bedures, otro barrio de La Pereda, y más adelante pausamos la marcha junto al Regueirón, que fluye junto al fotogénico molino. De aquí a las casas de La Huérgola, barrio de El Pedregal, son poco más de cinco minutos. Una fuente y una máquina de refrescos acompañan a una talla de Santiago protegida por una hornacina. Desembocamos al fin en la AS- 216 a la altura de El Pedregal.
Atravesamos la población por el arcén a la vera de la iglesia de finales del siglo XV, consagrada a los santos Justo y Pastor, y abandonamos la carretera después del punto kilométrico 4, donde se encuentra el crucero. Tras el primer repecho, giramos a mano izquierda e iniciamos el periplo bajo la sierra de Tineo, apuntalada también por los molinos eólicos. Al sur las cadenas montañosas se suceden sin descanso, desde la próxima sierra de la Curiscada, seguida de la sierra de la Manteca y la cordillera Cantábrica. No son pocos los arroyos que bañan este último tramo de la etapa, formando charcos y zonas con bastante barro, pero mejor así que destruir el camino original con paletadas de gravilla y zahorra. Hasta la parroquia tinetense de Santa Eulalia echamos unos cincuenta minutos a pie, sorteando el barro y concentrados en los desvíos, que abundan.
Giramos a la derecha antes de entrar en esta población que no llegamos a visitar y superamos un recodo, prosiguiendo la marcha con la certeza de que aún deberemos salvar algunos escollos. En las proximidades de Zarracín, que también queda fuera del itinerario, un espléndido roble da cobijo a una improvisada área de descanso. A corta distancia cruzamos el río Ferroiro y solventamos uno de los últimos repechos antes de avistar el campo de fútbol de Tineo, antesala del Campo de San Roque, donde la capilla de este santo, también peregrino, protagoniza el área recreativa.
Continuamos por el conocido paseo de los Frailes, donde vemos el desvío hacia el albergue municipal Mater Christi, que toma su nombre del antiguo hospital de peregrinos que tuvo la villa. Justo al lado se encuentra el Monumento al peregrino, con un reloj de sol que cita: “Caminante, mira la hora y sigue tu camino”. Por este paseo podemos descender al centro de Tineo, con albergue privado y todos los servicios, enlazando con las calles Sánchez Campomanes y Mayor.